JUSTICIA EN AGOSTO
La propuesta del Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, de abrir los juzgados durante el mes de agosto, al parecer ha tenido solamente críticas, desaprobaciones, desdeñanzas. Y sin embargo, merece la atención muchísimo más de lo que han querido decir sus detractores, que son, de un lado, aquellos que se oponen, “porque deben oponerse”, a todo lo que proviene del Gobierno y, muchos otros simplemente aprovechados de una situación de veraneo constante que no quieren que se cambie en modo alguno.
Y esto último debe cambiarse. Absolutamente. Porque son decenas y decenas de Sentencias las que pueden dictarse durante el mes de agosto.
Naturalmente, hay que discriminar, y estudiar en profundidad las opciones que el mes de agosto ofrece, que no son iguales ni en todas las jurisdicciones ni en todos los procesos y sus fases.
Ciertamente, en agosto no cabe citar testigos, peritos, en fin, celebrar Vistas. Todos aducirán que están de vacaciones y eso es cierto. Y los costos de traer además a testigos, peritos, expertos y mantener todo el personal auxiliar serían enormes. Por tanto, no es eso de lo que se trata. Está claro que Vistas no podrán celebrarse, salvo las obligadas en las Salas de Vacaciones por asuntos absolutamente urgentes, derechos fundamentales que no admitan dilación, etc.
Pero sin embargo, en la fase final de los juicios, lo que es deliberación y fallo, por el contrario, sí que caben dictar cientos de Sentencias, aunque se notifiquen luego a primeros de septiembre.
Tomemos por caso el contencioso - administrativo. En una Sección cualquiera, turnándose los Jueces de dos en dos, con vacaciones en julio, agosto y septiembre, podrían perfectamente deliberar los asuntos el resto de los miembros de la Sección. Y si en cada una de ellas, se dictaran unas cincuenta Sentencias durante ese mes de agosto, multiplique por el número de secciones y obténgase la enorme cuantía de resoluciones que podrían efectivamente dictarse.
Lo contrario, paralizar totalmente el país durante el mes de agosto, es algo completamente atrasado y sin ningún sentido. Quizás estuvo bien en la época de la postguerra, cuando la lentitud de las comunicaciones era inmensa. Pero hoy, en la era Internet, donde el ahorro de costos en determinadas fases del proceso puede ser enorme (y al final, aún más, puede ahorrarse mucho todavía pese a la resistencia de algunos), están dispuestas prácticamente todas las herramientas para conseguir que con la simple reunión de la deliberación, fácilmente los propios Jueces, puedan perfectamente concluir ese proceso concreto ya en la fase última de su terminación. Última pero importantísima, ya que se trata nada menos que de cerrar el asunto, muchas veces definitivamente y siempre de forma determinante.
Y esto último sería una ganancia enorme para todo nuestro país. Y no serán pocos los Jueces que quieran cambiar el mes de agosto por septiembre o julio. Esto se puede organizar.
Continuamente que se quieren cambiar las cosas, la fuerza inercial del “status quo” es enorme, castradora y perennemente en sentido de freno, de obstáculo al cambio. Eso es lo que ha sucedido con la propuesta de Ruiz Gallardón. Y es una lástima que tantas voces, coros de ángeles de los partidos de toda oposición, jueguen siempre el papel de sepultureros de las ideas. Pero como si de un Lázaro se tratase, esta idea tiene que resucitar, junto con otras muchas, en el ámbito de la Justicia. Cierto que es una idea pequeña, no enorme, más bien discreta. Y aún así y con todo ha levantado una polvareda de gárrulas críticas. A las que habría que decir, simplemente, “ladran, luego cabalgamos”.
