LA DECONSTRUCCIÓN DEMOCRÁTICA DE CATALUÑA
El objetivo fundamental de la política catalana debería ser ayudar al progreso económico, garantizar las políticas sociales y abrir nuevas oportunidades para un nuevo encaje de Cataluña. Parece llegada la hora de afrontar la “deconstrucción democrática” de Cataluña. Ferran Adrià, uno de los padres de la nueva cocina catalana, define la técnica de la deconstrucción como aquella en la que debemos usar y respetar armonías ya conocidas, transformar los ingredientes pero manteniendo cada uno e incrementando la intensidad de su sabor. Si trasladamos al laberinto político catalán esta definición, todas las fuerzas políticas, sin renunciar a sus postulados tradicionales (mantenimiento de los ingredientes tradicionales), deberían ser capaces de hacer ciertas concesiones a sus líneas rojas (transformar los ingredientes) y llegar a consensos que nos permitan salir del bucle en el que llevamos instalados desde hace demasiado tiempo (mejorar la intensidad del sabor de los ingredientes).
Para hacerlo, hay que tener presente la importancia que pueda tener la reconstrucción de un catalanismo central que no solo pueda responder a las necesidades concretas de un país, sino que también sea capaz de cohesionar diferentes sensibilidades.
Hay que sumar complicidades para reforzar un proyecto que debe ser dinámico y plural, llamado a abrir ciertas costuras con el objetivo de reunir a quien quiera a él sumarse; no olvidar lo que piensan las dos grandes mitades en que se encuentra dividida la sociedad catalana; recuperar un discurso social mediante un gobierno efectivo y capaz de tejer puentes; centrar la acción en los problemas reales de los catalanes; alejarse del inmovilismo que ha sido colaborador necesario del callejón sin salida en el que nos encontramos; y no olvidar que hay que gobernar para la gente y para los que más sufren las desigualdades e injusticias. Tenemos los ingredientes (la pluralidad ideológica que siempre ha enriquecido Cataluña). Ahora corresponde cuadrar la receta y servir a los comensales (la ciudadanía) una “nueva era del catalanismo”. Un plato equilibrado donde tengan cabida, manifestaciones del momento multilateral del catalanismo, propio de la transición democrática, donde Catalunya participó en la construcción de un nuevo modelo de Estado; de su etapa bilateral, representada por una reforma del Estatut que tendría sentido recuperar dentro de un diálogo estructurado; y también, de la estrategia unilateral del llamado “proceso”, en el sentido de que PSOE, PP, Cs y Podemos demuestren tener suficiente altura de miras como para que, poniendo el “punto de sal justo” dentro del obligado respeto de la legalidad vigente, sean capaces de asumir que la democracia implica reconocer la singularidad.
A la hora de resolver el actual conflicto, unos y otros deben tener muy claro que las diferencias se deben reconocer y que estas diferencias no deben hacer a nadie más importante que al otro. Un buen punto de partida para experimentar en esta línea podría venir representado por la inaplazable revisión del actual sistema de financiación autonómica, así como por la reforma del Senado para configurarlo como una auténtica Cámara territorial. Si el plato es bueno, la armonía y el debate en la sobremesa, incluso con opiniones muy diferentes, será más fácil. De este modo saldremos ganando, ya que nos dotaremos de un nuevo marco de convivencia que, superando el pasado y el presente, pero sin despreciarlo, nos permita afrontar con garantías de éxito y sin enfrentamientos los retos y desafíos que nos planteará un futuro que, por definición, siempre es incierto, pero también estimulante.