LA RESPONSABILIDAD DE LOS GRANDES
La parte más arriesgada de la operación de salvamento del euro llega ahora y se llama unión política. Sin ir más lejos en esa unión, se trata de hacer comprensible para el hombre de la calle europea la toma de decisiones del gobierno del euro. ¿Cómo? Mediante la discusión parlamentaria y sus votos, no se conoce otro método mejor ni otro escenario democrático. Solo si en Bruselas se debaten distintas visiones del bien común y se mejora en la rendición de cuentas, el nuevo gobierno económico europeo, aún por completar, tendrá suficiente respaldo ciudadano. En mitad de una situación electoral proclive a las formaciones populistas y minoritarias, las elecciones de mayo al Parlamento solo serán una ocasión para dar un paso en esta dirección si se plantean como verdaderos comicios europeos. A Angela Merkel no le gusta la idea de que el nuevo presidente de la Comisión salga de la formación política europea más votada. No quiere perder la posibilidad de controlar esta designación y teme envalentonar a un Parlamento que después del Tratado de Lisboa tiene la última palabra en casi toda la legislación europea.
Merkel debería superar sus reservas y dar a la democracia europea esta oportunidad. En nuestro país, la tardanza en presentar cabezas de lista al Parlamento Europeo es un síntoma de que la política española sigue sin entender el vector europeo como un asunto central. A pesar de la crisis de la moneda común, la tendencia generalizada es pensar que las decisiones en Bruselas, parabieno para mal, corresponden sobre todo a los expertos. Falta en España una campaña que haga del gobierno económico el centro de los debates. Sin embargo, nos gobernamos en buena medida desde Europa y, sin mirar a este horizonte, nuestro debate político resulta insuficiente. Es cierto que la integración afronta grandes retos: Europa también es el problema. Pero este hecho debería ser entendido como una invitación a aportar nuevas visiones españolas para relanzar la Unión.