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Interrogaciones sobre nuestra situación económica; por Juan Velarde Fuertes, De la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas

14/06/2012
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El día 14 de junio de 2012, se ha publicado en el Diario ABC, un artículo de Juan Velarde Fuertes, en el que el autor opina que nos hemos introducido en un hoyo que, como perjudica a los demás, nos exige esforzarnos por salir de él y aceptar las ayudas exteriores.

INTERROGACIONES SOBRE NUESTRA SITUACIÓN ECONÓMICA

Conviene partir de un hecho que se oculta más de una vez. A partir de 2004 se practicó una política económica sin el menor atino. Como era lógico, sólo por eso, caminábamos hacia una realidad económica ciertamente mala Se acabó sosteniendo, en buena parte, con una burbuja inmobiliaria y con un endeudamiento exterior de las economías domésticas y las empresas no financieras. Mientras tanto, aplaudíamos, por ejemplo, que íbamos maravillosamente a bordo de un buque europeo en el que, sin problemas, de modo alegre nos embarcábamos. Eran los tiempos de la estrategia de Lisboa Conviene recordar que, como Ana Palacio, así se “prometió en el año 2000 hacer de Europa la mayor economía mundial competitiva en el 2010”.

España, a partir de 2004, esquivó los esfuerzos precisos para esto. Lo prueba su progresiva pérdida de competitividad, contemplada con despreocupación evidente por el Gobierno de entonces. ¿Preocupaba algo que la carga salarial saltase por encima de la productividad como consecuencia de las características rigidísimas que tenía el mercado laboral español? ¿Se planteaba la cuestión de la ruptura del mercado nacional interior, por también la sistemática pérdida de productividad, como se señalaba desde Adam Smith a Allyn Young y en España a Perpiñá Grau, a causa de la política intervencionista dispar en las diversas autonomías? ¿Hacía alguien caso en el Gobierno de lo que el profesor Carlos Sebastián señalaba, con ratificación inmediata en el documento del Banco Mundial, “Doing Business”, del freno que se derivaba de las trabas administrativas españolas generalizadas? ¿Se preocupaban las autoridades, seriamente, de una situación crecientemente preocupante, derivada de unas cajas de ahorros que, con el punto de apoyo de la ley de 1977, actuaban de un modo que sólo podía conducir a una catástrofe financiera? En el terreno de la energía, ¿hubo siquiera un conato de orientación hacia una baratura que la economía española demandaba para poder competir con el exterior? ¿Hubo alguna conciencia de que las infraestructuras ferroviarias precisaban, para aprovechar el cambio en el tráfico entre el Pacífico y la Europa del Norte a través del Mediterráneo, un replanteamiento radical desde nuestras instalaciones portuarias, a los mercados más potentes de la Península y de Europa? Todo esto se abandonó. Evidentemente, mientras llegasen a las familias y a las empresas fondos del exterior, las cosas se ocultarían. Pero ¿hasta cuando iba a proseguir este proceso, que nos enlazaba con los países acreedores del Norte de Europa?

Mientras tanto, en los Estados Unidos, vinculados con las corrientes financieras internacionales, crecían las hipotecas hedge ñindsy la Banca, con fondos a corto plazo, se dedicaba a inversiones dudosísimas a largo plazo, que se transmitían, a través de los mercados financieros, al conjunto universal. El primer aviso sonó en el verano de 2007, año en el que España, basándose en arenas tan movedizas, decía haber construido una economía ya con un Producto Interior Bruto por habitante mayor que el de Italia, e incluso que, con ese ritmo de crecimiento, íbamos a ser capaces de sobrepasar a Francia. En el verano de 2008 la crisis financiera internacional se generalizó y su transmisión a la economía española fue instantánea. La reacción nacional no fue la de averiguar nuestra parte de culpa, sino intentar, al modo keynesiano más vulgar, introducirnos en un creciente déficit del sector público, encabezado, por supuesto, por el que afectaba a las autonomías.

A la falta de competitividad, a la especulación inmobiliaria a un sector crediticio lleno de problemas y, hay que decirlo, de iltas de racionalidad económica se sumó un déficit colosal del sector público. El profesor Manuel Lagares fue el primero en advertir a la opinión española que un U'1% de déficit presupuestario, como el logrado en el año 2010, nunca se había alcanzado en España desde, al menos, 1850, año en el que comenzamos a tener datos anuales.

Al mismo tiempo se agitaba Europa, concretamente en la porción, cada vez más amplia de la Zona del Euro, que con esto se cuarteaba Es el momento en que se plantea la necesidad de aumentar la vinculación fiscal, con su corolario de cortes, incluso dramáticos, para el gasto público de multitud de países, incluida España.

De paso, nuestra patria, para financiar el déficit colosal -en parte grande generado por las autonomías- que se tenía que cubrir con deuda pública, observaba, con la emisión de esta, que sus cotizaciones impulsaban al alza los tipos de interés. Como era lógico, ello expulsaba actividad en el sector privado, el llamado efecto “crowding out”. Una crisis tan fuerte, porque esto se sumaba a todo lo malsano que se había generado anteriormente y que no se había rectificado, amenazaba con hundir, por muchos años, a la economía española.

De ahí la importancia del cambio que ha tenido lugar a partir de enero de 2012. Por un lado se han tomado medidas para disminuir el déficit del Sector Público. Pero el inicio merece ya la pena. Simultáneamente, se pone en acción toda una reforma del sistema crediticio que ha pasado a tener un aval europeo importante de 100.000 millones de euros. La reforma del mercado laboral se ha puesto en marcha, y también algún tipo de rectificación de las políticas autonómicas. En energía, por lo menos se ha detenido el cierre de Garoña. Como sucedió en 1959, esto no son más que inicios, que además están ligados. Según señala George Friedman en “Spain, debt and sovereignty”, publicado el 12 de junio de 2012 en “Geopolitical Werkly”, en algún sentido Alemania ha tenido, para prestar esta ayuda, que aceptar “una capitulación ante la crisis, una coyuntura amenazadora para su realidad exportadora”.

En nosotros se encuentra el que continuemos por ese duro camino, en cuyo deambular nos contempla toda Europa y, por las conexiones financieras, todo el planeta. Es el momento de abominar de frases insustanciales, como que la ayuda a los bancos debiera dirigirse hacia la sanidad y la educación, o que una huelga, como la del carbón, debe contemplarse con simpatía Nos hemos introducido, nosotros, en un hoyo que, como perjudica a los demás, nos exige esforzarnos por salir de él y aceptar las ayudas exteriores. Todo lo demás, es literatura barata.

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