POR QUÉ HA GANADO TRUMP
El vencedor de las elecciones de noviembre de 2024 probablemente ha sido el candidato a la Casa Blanca cuya historia es más compleja. Ganó la presidencia frente a Hillary Clinton con un voto popular inferior a su contrincante. Tuvo momentos muy polémicos: por ejemplo, dos juicios políticos. Perdió contra Joe Biden la elección para el segundo mandato lanzando duros ataques contra el supuesto amaño electoral. Y finalmente, para ganar ahora ha tenido que enfrentarse con una situación inédita: la lucha contra dos contrincantes seguidos (Biden y Kamala Harris), con el consiguiente desgaste que eso supone.
Estas vicisitudes han llevado a cambios en su programa que han favorecido su victoria. Algunos ejemplos. Aunque el muro con México fue una de sus grandes promesas, en su campaña actual ha cambiado el enfoque, subrayando la seguridad fronteriza y sin enfatizar tanto en la construcción física del muro. En 2016, durante su campaña contra Hillary, Trump criticó acuerdos como el Nafta (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), pero ahora con el USMCA (acuerdo con México y Canadá que reemplazó al Nafta) habla más sobre frenar la inflación y mantener el dólar fuerte. En 2016, Trump se mostraba escéptico ante la OTAN y apoyaba las relaciones bilaterales con Rusia. Actualmente, aunque mantiene una postura de evitar conflictos internacionales prolongados, ha centrado más su enfoque en una competencia con China que agrada a sus votantes.
Así las cosas, veamos las principales razones por las que su liderazgo ha resonado entre el electorado de EEUU con más fuerza que los mensajes de Harris.
Uno de los aspectos más destacados de la candidatura de Donald Trump es su base de apoyo, que se ha mantenido leal y comprometida a lo largo de los años. Desde antes de su primer mandato, Trump ha sabido construir con sus seguidores una sólida relación de estilo directo, comenzando con el grito de guerra: Make America great again (hagamos -o haz- América grande otra vez).
No hay que olvidar que la base electoral de Trump está compuesta en su mayoría por estadounidenses que sienten que sus valores tradicionales están amenazados y buscan un líder que los defienda sin concesiones. Trump ha capitalizado esta percepción, reforzando su imagen de candidato firme que se enfrenta con el establishment sin titubeos. Esta lealtad profunda le ha otorgado ventaja sobre otros candidatos, antaño Hillary Clinton o ahora Kamala Harris.
Desde que James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton contra Bush sr, pegó un cartel en las oficinas centrales con varios mensajes escritos entre los que destacaba: “Es la economía, estúpido”, la frase -que se transformó en “Es la política, estúpido”- hizo fortuna en la cultura política estadounidense. No la olvidó el rubio presidente. De ahí que en toda su campaña haya insistido constantemente en los logros económicos de su Administración, en especial antes de la pandemia. Los expertos suelen afirmar que en su primer mandato la economía experimentó un crecimiento significativo, con bajos niveles de desempleo y un auge en el mercado de valores. Estos logros han sido la base de su mensaje actual, en el que promete una “segunda gran era económica” para el país.
Con estos datos ha criticado duramente las políticas económicas de su oponente. Su mensaje es claro: Trump promete ser el presidente que devolverá la estabilidad económica y el crecimiento al país, lo cual ha resultado atractivo para votantes preocupados por la inflación y la incertidumbre financiera. Se entiende que tanto Wall Street como Silicon Valley -incluido Elon Musk- giraran hacia su candidatura.
Antes dije que la lealtad de la base electoral de Trump ha sido un factor decisivo en su victoria. En este sentido, ha influido en el electorado la postura de Trump de “nosotros contra ellos”. De este modo se ha enfrentado con los media y figuras de la élite, lo que ha sido interpretado como una señal de autenticidad y fortaleza. La retórica de confrontación de Trump, lejos de alejar a su base, parece haberla solidificado, lo que ha influido en especial en aquellos votantes que se sienten ignorados por el constante uso de lo “políticamente correcto”. Han visto en Trump a “uno de ellos”, alguien que erradicará el “crecimiento desmedido del Estado”, facilitando decisiones libres sin interferencias burocráticas.
En esta campaña presidencial en EEUU, el tema de la ley y el orden ha cobrado un lugar significativo, principalmente debido a las tensiones políticas, el aumento de la violencia en algunas ciudades y el debate sobre la reforma policial. Trump, por ejemplo, ha enfatizado su postura en favor de un enfoque más estricto en la aplicación de la ley, una línea que ya mantuvo en su Administración, argumentando que los demócratas son débiles en esta área.
Trump ha prometido incrementar los fondos para las fuerzas de seguridad, en un esfuerzo por devolver la seguridad a las comunidades. Esta postura también ha ganado apoyo entre aquellos que creen que la actual Administración ha sido demasiado permisiva con las protestas y disturbios que han resurgido en los últimos años.
Las campañas norteamericanas raras veces han girado en torno a la política exterior. Las excepciones han sido cuando una de las partes es Norteamérica misma. De este modo, el mal resultado en Vietnam fue la razón prioritaria para que el presidente Johnson optara por no presentarse a un segundo mandato. Por el contrario, la Segunda Guerra Mundial fue el motor para que Franklin D. Roosevelt ganara su tercer y cuarto mandatos, convirtiéndose en el líder con mayor número de años en la presidencia.
Trump optó en su campaña por la perspectiva de “América, primero”. Y así como durante su primer mandato planteó una postura proteccionista y renegoció acuerdos comerciales para proteger los empleos estadounidenses, en esta campaña ha mantenido la misma posición, de modo que es su propósito “evitar involucrarse en conflictos innecesarios o intervenciones costosas en el extranjero”.
Con Ucrania ha sostenido que tiene “un secreto que traerá la paz, incluso antes de jurar el cargo”. Con el conflicto de Oriente Próximo se ha alineado con Israel sin ambigüedades. Un notable número de votantes se ha adherido a esta postura, sobre todo los que se sienten frustrados ante las largas intervenciones militares y las cargas económicas anexas.
Su hostilidad, sin embargo, la ha mantenido contra China y Corea del Norte. De modo que un ataque a Taiwan, por ejemplo, además de las posibles actuaciones militares, conllevaría altísimos aranceles para China: entre un 150% y un 200%. Trump advirtió a Corea del Norte de que “enfrentará fuego y furia como el mundo nunca ha visto”, como respuesta a las amenazas nucleares por parte de Pyongyang. Esta dura posición le ha atraído votantes, que han cambiado la perplejidad ante su aislacionismo por la satisfacción ante su dureza con dos países “crueles”.
Antes me referí a su nueva y edulcorada visión del muro entre México y EEUU. Falta referirme a su postura global en el tema de la inmigración. Trump planea deportaciones masivas de inmigrantes irregulares y reducir drásticamente el número de refugiados permitidos cada año. A diferencia de Harris, rechaza cualquier reforma migratoria bipartidista, apostando por políticas restrictivas y directas. Esta posición ha satisfecho a sus votantes blancos, pero también a bastantes votantes hispanos, que aducen que los inmigrantes ilegales no deben recibir un trato de favor, cuando ellos tuvieron que superar los filtros legales.
Según los abogados estadounidenses, el aborto es la “encrucijada sangrienta del Derecho”. Se entiende así el eterno debate sobre esta cuestión. En él, el nuevo presidente ha mantenido una postura ambigua. Ha dejado la posición dura a su vicepresidente, J. D. Vance, que postula una prohibición nacional casi total sobre el aborto.
La ambigüedad se nota en Trump en que, al tiempo que nombra a tres magistrados provida para el Tribunal Supremo de EEUU, da su apoyo, por ejemplo, a una ley de Florida que permite el aborto en las seis semanas primeras del embarazo. También ha mantenido una posición titubeante ante la píldora abortiva. Esta indefinición en un tema clave como el aborto ha sido interpretada por algunos observadores como una deliberada posición flexible, que ha permitido que los electores moderados le votaran. Ciertamente ha dejado perplejos a sus seguidores provida, que sin embargo le han seguido votando.
La victoria de Trump abre otro panorama incierto, como ocurrió durante los cuatro años de su primera presidencia. Como dije entonces, nos encontramos ante un presidente más habituado a improvisar que a reflexionar. Pero un presidente es un hombre con muchos sombreros. Conocemos bastantes y en estos cuatro años que comienzan veremos más. De momento, en su discurso después de su triunfo ha dicho: “No descansaré hasta que hayamos entregado la América fuerte, segura y próspera que nuestros hijos y ustedes merecen”. No está mal.