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Entre Fort Knox y el Capitolio; por Rafael Navarro-Valls, académico, catedrático y presidente de las Academias Jurídicas Iberoamericanas

21/01/2021
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El día 21 de enero de 2021 se ha publicado, en el diario El Mundo, un artículo de Rafael Navarro-Valls en el que el autor analiza el universo político americano que viene, donde se han multiplicado por dos los polos ideológicos tradicionales, con neoliberales, centristas demócratas, republicanos moderados y trumpistas.

ENTRE FORT KNOX Y EL CAPITOLIO

Ayer, el Capitolio parecía Fort Nox (base militar, donde se almacena casi todo el oro americano) más que el santuario de la democracia americana. Miles de policías lo rodeaban y el Mall aparecía desierto. Los asaltos al propio Capitolio del día 6 hacía preguntarse a algunos: “¿Arde Washington?”. Menos mal que Lady Gaga y Jennifer López han hecho lo que han podido para disipar el ambiente funerario.

No obstante la solemnidad del momento, esta toma de posesión se asemeja poco a la madre de todas las investiduras: la del primer mandato del presidente Obama, aunque este primero de Biden bien podría ser el tercer mandato de Obama, tanto por el Gobierno nombrado por el nuevo presidente como por la cercanía durante ocho años al presidente afroamericano.

Existía gran expectación por escuchar el discurso del casi octogenario presidente, pues sobre él se cernían muchas incertidumbres. La primera, Trump, que desde lejos proyectaba su larga sombra sobre esta toma de posesión. La segunda, el futuro de la propia presidencia de Biden. Nubarrones de crisis se ciernen sobre ella: pandemia, Medio Oriente, la UE, la inmigración, Irán, Guantánamo, Sahara, Cuba, Venezuela, etc., y los inevitables problemas familiares: su hijo Hunter, con dudosas operaciones económicas en Ucrania y China, y una investigación abierta por evasiones fiscales.

En materia de investidura de un nuevo presidente no basta quedarse con los eventos formales de la toma de posesión. Tras la de Biden, se esconde la mayor transferencia de poder en el universo político mundial, cientos de cancillerías escrutando la letra y el fondo del discurso presidencial, millones de ciudadanos contra las cuerdas por el avance salvaje de la pandemia, sus esperanzas en el nuevo presidente y un presidente saliente perdido entre las brumas de un drama shakesperiano y temeroso de las lupas de futuros fiscales especiales.

Una ausencia llamativa ha sido la del propio Donald Trump, sumándose en la Historia a las ausencias de cinco presidentes salientes. Sigámosle la pista, pues con su ausencia se ha convertido también en protagonista de esta investidura. Así como las elecciones no las ganó Biden, sino que las perdió Trump, ahora las actuaciones postelectorales de este último han hecho de Biden un héroe y Trump, como en las tragedias griegas, ha devenido villano.

El futuro del villano es muy confuso. Me refiero a su futuro político, judicial y familiar. Acabe o no prosperando el impeachment impulsado por la vengativa demócrata Nancy Pelosi, Trump pasará a la historia como el único presidente imputado dos veces ante el Senado y la Cámara de Representantes de la nación. Eso supone una herida profunda en su futuro político. Implica, en mi opinión, despedirse de comparecer como candidato en 2024 a un nuevo mandato presidencial. El ejemplo de Cleveland, que perdió su reelección en 1888, pero después resucitó volviendo a la Casa Blanca, derrotando al presidente Harrison -el mismo que lo había apartado del Despacho Oval- no parece estrictamente aplicable. Trump venció en 2016 su primera elección en el colegio electoral, pero con cuatro millones menos del voto popular que Hillary Clinton. En esta de 2020, no solamente ha sido derrotado en votos electorales por Biden, sino que este lo ha superado también en ocho millones de votos populares. Cleveland, tanto en las dos que venció como en la que fue vencido, siempre superó en voto popular a sus adversarios.

Pero el futuro de Trump no queda limitado al puramente político del impeachement en marcha, que en realidad es una farsa política, pues aún si prospera el rubio presidente habrá ya abandonado la Casa Blanca. Puede haber otras consecuencias.

Piénsese como antecedente que, incluso después del indulto de Nixon, este -según cuenta en sus memorias- en los 15 años posteriores a su marcha de la Casa Blanca debió gastarse millones de dólares en abogados para defenderse de distintos pleitos planteados por ciudadanos que pretendían cobrar indemnizaciones por acciones de su Gobierno. La prensa lo persiguió duramente, llamándole “el infame presidente” o “Dirty Dick”.

El futuro de Trump es más sombrío si cabe, si no hay indulto por parte de Biden, lo que no parece posible. CREW (Citizens for Responsibility and Ethics in Washington), prestigiosa organización no partidista y sin ánimo de lucro, sostiene que hay un cúmulo de información sobre Trump que puede salir fácilmente a la luz pública. Basta que Biden se limite a instaurar la normalidad institucional.

Las investigaciones no se limitarían exclusivamente a los posibles delitos de Trump, sino que también abarcarían actos como el de separar a los niños y a los padres inmigrantes en la frontera con México, mentir en el Congreso, politizar el Departamento de Justicia y otras agencias, así como las violaciones de la Ley Hatch (prohibición de acciones políticas desde edificios federales) por parte de casi todos sus altos funcionarios.

Otro asunto que podría ser investigado es la actuación de su Gobierno durante la pandemia, que ya les ha costado la vida a más de 300.000 estadounidenses. Una Casa Blanca bajo la mano de Biden -según los portavoces de CREW- podría ordenar la investigación de todos los gastos de la Administración Trump para determinar si ha habido interferencias políticas indebidas. Trump también fue acusado de abusar de su presupuesto cuando defendió la ayuda a Ucrania como parte de su relación quid pro quo para fomentar la investigación sobre los Biden.

Desde el punto de vista familiar no se sabe si sus hijos seguirán defendiéndole o se apartarán de él. Tampoco sé si son ciertos los rumores de un posible divorcio por parte de Melania.

Desde luego, este panorama suscita la impresión de hachazos sobre el árbol caído, discutible éticamente, pero políticamente aceptable. La política es tremenda. Todavía recuerdo el comentario de un perdedor: confesó que se sentía como si lo hubieran lanzado desde un acantilado. “Tuve el derecho, decía, de gritar mientras caía, pero eso no me evitó chocar contra el fondo”.

Pero volvamos al primer protagonista de la investidura: Joe Biden. Hace un tiempo, en este mismo lugar, hacía un análisis de sus desafíos como nuevo presidente. Más arriba he enunciado algunas incertidumbres. Permítanme ahora detenerme sobre una cuestión de especial calado con la que tendrá que bregar el nuevo presidente. Me refiero a la multiplicación por dos de los polos ideológicos tradicionales en la vida política americana. Su polarización -que siempre ha existido- ha basculado sobre dos extremos: demócratas y republicanos. Pero basta observar la dinámica política de estos cuatro últimos años para detectar nuevos centros de tensión política: dos en cada partido.

En el partido republicano existe una derecha tradicional (Mitt Romney, Mitch McConnell) cercana en sus postulados a las corrientes liberales europeas: económicamente liberal y socialmente conservadora. Más a la derecha, aparece Trump y su nacionalismo radical (America First!), con ciertas concomitancias con las derechas nacionalistas europeas.

En el partido demócrata, se observa un ala minoritaria conservadora, neoliberal, y otra moderada, pero de carácter centrista -con algunas concomitancias con las democracias cristianas de Europa- y otra extrema, “rabiosamente liberal”, en la que se encuadran Bernie Sanders, la senadora Elizabeth Warren y, entre otros, la congresista, Alexandrie Ocasio-Cortez, que se autocalifica de socialista. Joe Biden sería centrista, cercano también al ala neoliberal de su partido.  Pero el Gobierno que ha elegido, comenzando por Kamala Harris, lo hace centrista de izquierda.

 Así pues, neoliberales, centristas demócratas, republicanos moderados y trumpistas constituyen el universo político norteamericano. Lo que viene llamándose una europeización de la vida política norteamericana (Invernizzi Accetti).

A estas alturas conviene preguntarse si el trumpismo sigue verdaderamente existiendo después de la invasión del Capitolio. La fiable web británica de encuestas You Gov ha hecho un amplio sondeos Sobre este tema. Resultados sintetizados: 1) la encuesta muestra que el 68% de los republicanos entiende que debe absolverse a los atacantes; 2) mientras que el 96% de los demócratas condenan sin matices la violencia ejercida en el Capitolio, un 45% de republicanos lo aprueba, contra 42% que lo condenan, y 3) Sobre 360 millones de americanos unos 50 millones están con Trump, De estos, 20 millones son militantes radicalizados y bastantes militarizados.

Esta es la base real del trumpismo, que Biden deberá tener en cuenta en sus primeros compases políticos, a su vuelta del cementerio de Arlington

Comentarios - 1 Escribir comentario

#1

Result sorprendente que se califique de "rabiosamente liberal" a personas que en cualquier país democrático europeo pasaría por izquierdistas moderados. La calificacion de socialista,que destacael autor, es del mismo nivel "rabioso" que puede tener cualquier votante del PSOE.
Nada ha camibado en los EEUU: el 68 % de los republicanos revelan su espiritu pro fascista, y el 98 % revelan su espíritu de respeto a la ley.
el 45 % de los republicanos son declaradamente fascistas y el 42 % (10 % del 68 % que estaba a favor del perdón), lo condenan.
Con menos apoyo Hitler logró lo que logró.
Los norteamericanos han logrado frenar a Trump esta vez.
¿Lo lograrán en la sigiente?
El sistema electoral norteamerica ayuda a que una minoría USURPE la voluntad de la mayoría.
ESO TAMBIEN PASA EN ESPAÑA, con lo que eso de que somos iguales ante la ley es UNA MILONGA CONSTITUCONAL.
Una más que sumar a la milonga del Título II.

Escrito el 15/02/2021 13:55:03 por Alfonso J. Vázquez Responder Es ofensivo Me gusta (0)

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