EUROPA NECESITA UN CAMBIO
El desarrollo de nuestras capacidades es un proceso permanente. Las capacidades, competencias y cualificaciones que las personas necesitan cambian con el tiempo y deben desarrollarse en consonancia con la evolución del mercado de trabajo. Sin embargo, incluso antes de la pandemia, los últimos datos sobre el aprendizaje profesional, el perfeccionamiento y el reciclaje profesionales nos presentan un panorama desalentador.
Más del 20% de los adultos europeos siguen teniendo problemas de alfabetización básica, más del 70% de las empresas de Europa señalan que la falta de capacidades dificulta su actividad, y una de cada cuatro pymes de la UE tiene grandes dificultades para encontrar personal cualificado.
Y ahora la pandemia de coronavirus ha amplificado estas tendencias en el mercado laboral, acelerando tanto las necesidades como las oportunidades de cambio. Se espera que la transición hacia una economía eficiente en el uso de los recursos, circular, digitalizada e hipocarbónica cree más de un millón de puestos de trabajo de aquí a 2030, y también que la inteligencia artificial y la robótica creen, por sí solas, casi sesenta millones de nuevos puestos de trabajo en todo el mundo en los próximos cinco años. Mientras tanto, otros empleos pueden cambiar, o incluso desaparecer, y el cambio demográfico obligará a Europa a aprovechar todo su talento y su diversidad.
Vivimos en una época de transiciones ecológica y digital, que están remodelando rápidamente el modo de vida europeo y nuestra manera de trabajar y de relacionarnos. La pandemia mundial ha acelerado, en particular, la transición digital, haciendo que el teletrabajo y el aprendizaje a distancia se conviertan en una realidad repentina para millones de trabajadores. Y no hay que olvidar el reto excepcional que ha supuesto intentar enseñar a nuestros padres a utilizar las aplicaciones de vídeo, por ejemplo.
Está claro que ahora, más que nunca, la UE necesita un cambio de paradigma en materia de capacidades. La Comisión Europea está convencida de que la mejor inversión en nuestro futuro es la inversión en las personas, y en ella se centra la nueva Agenda de Capacidades que acabamos de aprobar, que consta de 12 acciones para ayudar a todas las personas a adquirir capacidades a lo largo de su vida y favorecer la inversión en las capacidades de las personas en toda Europa.
Nos centraremos inicialmente en los ecosistemas industriales más afectados por la crisis, como los sectores de la salud, construcción, automoción, transporte y turismo. Al alinear las inversiones en función de las necesidades de la economía, podemos crear una situación en la que todos salgamos ganando. La pandemia nos ha recordado cuánto dependemos del trabajo de los sanitarios y las previsiones apuntan a un aumento de más de 830.000 nuevos puestos de trabajo en este sector, lo que, sumado a las necesidades de sustitución, nos da la cifra de ocho millones de puestos de trabajo en el sector de la salud en los próximos diez años. Como parte de su nueva y audaz política de capacidades, la Comisión ha fijado objetivos cuantitativos ambiciosos para los próximos cinco años, con el objetivo de que 120 millones de personas participen cada año en actividades de aprendizaje, o de que el 70% de la población adulta tenga al menos competencias digitales básicas. Junto con las iniciativas para movilizar la acción colectiva, estamos definiendo una estrategia clara para garantizar que las capacidades se traduzcan en acceso al empleo, creando sistemas integrales e integradores de formación de adultos que ayuden a actualizar las capacidades para pasar de un empleo a otro en todos los Estados miembros.
Para mí es también fundamental que todo lo que hagamos en el ámbito de las competencias sea compatible con nuestros valores. Y para Europa esto significa garantizar que nadie se quede atrás, ofrecer un acceso equitativo a oportunidades adicionales de mejora de las cualificaciones para todas las personas, independientemente de su género, origen racial o étnico, religión o creencias, discapacidad, edad u orientación sexual; e incluir a las personas de origen migrante. Al mismo tiempo, hemos de abarcar todos los territorios, desde las grandes ciudades hasta las zonas rurales o remotas de toda la UE. Esta es la manera de hacer las cosas en Europa.
Nuestro continente tiene una gran tradición de aprendizaje: la historia europea es una historia sorprendente de creatividad, descubrimiento y progreso. Es la historia de hombres y mujeres decididos a mejorar ellos mismos y a hacer mejores a sus países. Por supuesto, ningún sistema puede superar el paso del tiempo sin renovación. Ha llegado el momento en Europa de conciliar las competencias enraizadas en el pasado con sus aplicaciones futuras. Estoy convencido de que, trabajando con los Estados miembros, la sociedad civil y la industria, podemos contribuir a lograr una revolución de las capacidades competitivas, adaptada a los cambios futuros y socialmente justa.
