MEJOR JUNTOS
Todas las encuestas indican que el 18 de septiembre los nacionalistas perderán el referéndum convocado en Escocia. Las apuestas privadas, en un país en el que siempre hay alguien dispuesto a aceptar un envite, confirman esta predicción. El partido de Alex Salmond no ha sido, hasta ahora, capaz de convencer a la mayoría sobre las bondades de la separación. Ha intentado presentarla como una independencia light, que el fondo no cambiaría mucho las cosas, porque la relación con el Reino Unido no sufriría muchos cambios. El campo unionista se ha rebelado ante esta idea de ausencia de costes y ha centrado el último tramo de su campaña, Mejor juntos, en cuestiones económicas y de índole práctica.
Ha subrayado las consecuencias negativas de la ruptura: en el caso poco verosímil de producirse, lo seguro es que va a ser muy costoso para los vencedores, una victoria pírrica. De este modo, el gobierno de Londres ha anunciado que no compartirían la libra esterlina ni el banco central -este ha sido el punto de inflexión del debate-, ha dejado muy claro que una Escocia independiente quedaría fuera de la Unión Europea y ha reclamado una división equitativa de los cada vez más mermados recursos energéticos del Mar del Norte. Además, ha puesto el acento en cuestiones de defensa, en las que el nuevo Estado partiría de cero, lo cual acabaría por disipar el ensoñamiento de un paraíso socialdemócrata con elevado gasto social. Los proponentes de conservar la unión ofrecen por otro lado mejorar el régimen de autonomía de Escocia, una promesa que colma las aspiraciones de autogobierno de muchos escoceses. Si se produce este resultado, el primer ministro David Cameron se anotaría un éxito político, aunque lo compartiría con los demás partidos con los que hacen frente común. De ser reelegido Cameron en 2015, el mismo enfoque de Mejor juntos debería servirle para ganar su referéndum más difícil, sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea.