VIOLENCIA QUE NO ES DE GÉNERO
La Academia Española ha decidido condenar la expresión “violencia de género”. El autor, en este artículo, se adhiere a esa opinión pues considera que esto es una ofensiva contra el anglicismo.
Entiende que traduciendo el gender sexual por género no es ya que atribuyamos a nuestra palabra un significado que no tiene, sino que introducimos una grave confusión. “Masculino” y “femenino”, los dos géneros, no se refieren de por sí, ni mucho menos, al hombre o la mujer, el macho o la hembra. Son clasificaciones gramaticales muy complejas.
Y, en opinión de Francisco Rodríguez Adrados, la violencia la ejercen las personas y no entidades gramaticales como estas. Ciertamente, el género masculino y el femenino pueden indicar sexo: el niño y la niña, por ejemplo. Pero nada tienen que ver con el sexo, por ejemplo, la sandía y el melón. Y otras veces el género simplemente falta en muchas palabras, se marca con ayuda de la concordancia: hay el estudiante y la estudiante.
Y hay casos notorios de ambigüedad: el hombre es masculino, pero, según el contexto, puede significar el varón frente a la hembra o, contrariamente, subsumir a ambos: decimos los hombres, los derechos del hombre, el origen del hombre, el hombre es un ser racional, refiriéndonos a hombres y mujeres. Hay, por tanto, un uso neutro del masculino: algo no sólo heredado, sino económico, nos evita estar diciendo constantemente los funcionarios y las funcionarias.
Esta es la complicada situación, en español y en otras lenguas que han conservado los géneros gramaticales que se crearon en una cierta fase de las lenguas indoeuropeas.
Así, Francisco Rodríguez Adrados considera que es mejor no complicar el tema más aún con un género = sexo sacado del inglés, que ha perdido el género gramatical. Este es algo muy complejo: sólo el contexto aclara a qué sexo o no sexo o conjunto de sexos se refiere.