UN REFERENTE INDISCUTIBLE PARA LA ABOGACÍA
“Allí donde hay un despacho de abogados, hay también una oficina de derechos humanos”. La frase muchas veces repetida es de Carlos Carnicer, quien fue durante 15 años referente indiscutible de la abogacía en nuestro país. Carlos nos dejó este sábado a los 76 años, generando en la familia de la abogacía un gigantesco vacío imposible de llenar.
Abogado ejemplar durante más de medio siglo de trayectoria profesional intachable, colegiado de honor del Colegio de Abogados de Zaragoza al que sirvió una década como decano y presidente del Consejo General de la Abogacía Española entre 2001 y 2016. Un referente de la mejor abogacía, humanidad en estado puro.
Su sentido de la responsabilidad nos inspiró, su pasión era contagiosa y su mirada inteligente, la de los buenos maestros, nos mejoró como profesión y como instituciones, pero también, de alguna manera, nos hizo mejores a nosotros mismos. Es lo que tienen los referentes.
Nos enseñó a defender el ejercicio desde la profesión y sus instituciones. Y sobre todo, a proteger lo que somos y representamos: la defensa.
Antes y mejor que muchos otros, Carlos comprendió que nada estaba por encima de lo que simbolizamos: respeto por nuestra deontología, dignidad profesional y compromiso con quienes más vulnerables se sienten para acceder a la tutela judicial efectiva. Y luchó por ello, logrando que se eliminasen aquellas incomprensibles tasas judiciales o reclamando mejores condiciones para el turno de oficio que con orgullo defendía.
Antes y mejor que otros, también supo ver que en la formación y en la excelencia radicaba el futuro de nuestra profesión, y a él le debemos que nuestro país cuente, como ya había en el resto de Europa, con una Ley de Acceso a la Abogacía. Al igual que nos metió de cabeza en una inmersión tecnológica que ya entendía entonces estratégica e indispensable.
Pero si Carlos Carnicer tuvo una seña de identidad por encima de otras, esa fue sin duda su sensibilidad con quienes menos tienen, con quienes más sufren y con unos derechos humanos que para él eran, porque lo son y así los defendió, innegociable. Desde la coherencia y con un inspirador sentido de la responsabilidad, nos animó a ser esa abogacía inquieta, inconformista, que se implica y alineada con los desafíos humanitarios de un planeta al que no le faltan desigualdades e injusticias. Creó nuestra Fundación Abogacía y Derechos Humanos y nos unió en la defensa de esos derechos.
Con todo ello, Carlos supo sacar lo mejor de nosotros para que sigamos contribuyendo a una sociedad más solidaria, más justa y más humana.
No lo olvidaremos. A ti tampoco, Carlos.