El Mundo 22.03.25
Partiendo de la tesis de que “la debilidad de la democracia en Hispanoamérica durante dos siglos ha sido extrema”, Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española (RAE), aborda en De la democracia en Hispanoamérica (Taurus) la historia política de este continente y su tendencia a formas de gobierno caciquiles, caudillistas o abiertamente dictatoriales. Es un ensayo prolijo -supera el millar de páginas- en el que el prestigioso jurista e historiador subraya la “tensión constante” entre la tradición de la democracia liberal y la búsqueda de modelos propios que reflejen la identidad y complejidad de una región a la que se refiere, no como América Latina o Suramérica, sino como Hispanoamérica. “Es, conceptual e ideológicamente, lo más adecuado”, apostilla.
P. ¿Por qué la democracia liberal ha fracasado en América Latina?
R. No se puede responder en términos absolutos. Hay periodos en los que ha fracasado. Digamos que la democracia liberal es un ejercicio muy complicado. Hay que tener cuidado con las comparaciones porque aquí, en Europa, hemos sido bastante más depredadores con la democracia que en América. No hay que suponer que América resulta especialmente inhábil o que está incapacitada para estos modelos de gobierno. Hay que perseverar en la idea de la democracia representativa, y sin más inventos.
Algunas de las cosas que se han introducido en las nuevas constituciones en determinados países me parecen aportaciones razonablemente interesantes. Lo que pasa es que luego no se aplican. Son velos que encubren autocracias.
P. En su libro señala tres líneas de argumentos que suelen esgrimirse para explicar por qué la democracia no se ha consolidado en Hispanoamérica: por un lado, quienes creen que el constitucionalismo liberal no es un modelo apto para América Latina; por otro, quienes creen en la incapacidad de los habitantes de las repúblicas del centro y el sur del continente americano para gobernarse conforme a las pautas de la democracia liberal; y, por último, quienes trasladan la responsabilidad al sometimiento de América Latina. ¿Con qué línea se identifica?
R. Cada uno de estos argumentos tiene su sentido. La idoneidad del modelo de democracia para América es una línea de pensamiento que procede de Simón Bolívar. Eso condujo a formas autoritarias. Durante el siglo XIX abundaron los caudillos en América. Y durante el XX, los dictadores. Esto enlaza con la supuesta falta de capacidades de los habitantes de Hispanoamérica para asumir patrones de gobierno democráticos. Ahí se involucran ideas abiertamente racistas. Que si son mestizos y, como tales, una raza con una inferior capacidad...
Ese tipo de argumentos son deleznables. Y, en cuanto al sometimiento, por una parte atañe a la herencia colonial en la medida que hablamos de pueblos que han estado subordinados a las corrientes ideológicas europeas. Se trata de un sometimiento en el sentido más estricto. Lo que ha ocurrido en esas naciones ha sido por causa de las imposiciones de los vecinos del norte. España sale de América en 1898. Eso reestructura el equilibrio del Caribe y Centroamérica.
La presencia norteamericana, desde entonces, fue decisiva en todo el continente.
P. Usted alude al conocido como corolario Roosevelt, que sirvió para justificar la influencia y las presiones de EEUU en Iberoamérica. ¿Ese intervencionismo ha sido un freno a la democracia en la región?
R. Las intervenciones estadounidenses empiezan con la doctrina Monroe, en 1823, que buscaba evitar que los europeos se hagan presentes en Norteamérica. EEUU le dijo a Europa que sacara las manos de América, pero luego fueron los propios EEUU los que, de forma directa, intervienen.
Centroamérica se convierte en su patio trasero. A partir de la Revolución cubana aparece el problema de la expansión del comunismo. Entonces EEUU hace campañas abiertas de contención, cuyo última expresión es Chile.
P. ¿Continúa pesando la idea de América Latina como patio trasero de EEUU?
R. Sigue pesando de modo manifiesto. El señor Trump es un individuo que desconsidera la raza latina porque piensa que es inferior a la suya. El concepto de república bananera como despectivo se sigue manteniendo. Él está en esa línea.
P. ¿Tiene alguna responsabilidad histórica España en las dificultades para la forja de una conciencia democrática en el continente americano?
R. No, porque las independencias se construyen en América a partir de 1910 sobre los criterios que manejan los criollos independentistas. Lo que sí hemos ofrecido son nuestros modelos constitucionales, especialmente, el de la Constitución de Cádiz. Le sirvió de referencia a muchos países, pero España no disponía ni de un gran prestigio ni de auctoritas en lo político. Para los independentistas, España era el lugar de la Inquisición, de la persecución y del colonialismo salvaje. También pesó el estricto catolicismo español. Todo eso influyó para separarse. De lo único que no consiguieron separarse es de la cultura y de la lengua españolas. La única institución que no salió de América fue la Real Academia Española.
P. Defiende la “superioridad de la tradición” hispánica ante “el riesgo de un panhispanismo forjado a partir de la anglofonía”.
R. Hay un momento de presión del imperialismo yanqui que surge un movimiento intelectual a finales del siglo XIX favorable a la cultura latinoamericana.
Basta recordar algunas expresiones bonitas de literatos políticos como José Martí, en Cuba; Rodó, en Uruguay, o Rubén Darío, que defienden la cultura de procedencia romana como superior a la anglosajona.
P. ¿España debería hacer más de lo que hace para afirmar esos valores de latinidad?
R. Debe hacer todo lo que pueda en apoyo de esas ideas. Para que se mantengan en aquellas naciones que necesitan alimentación de la madre patria, que no es un concepto vano, sino uno en el que creen los latinoamericanos. España es la nación que los creó.
P. ¿Cómo explica, a la luz de su análisis histórico y político, la tendencia revisionista que exhiben determinadas autoridades, como las de México?
R. El motivo fundamental al que debemos esa reprobación general del colonialismo es la pura conveniencia política. Echarle la culpa a alguien, por interés electoral, siempre es provechoso para algunos políticos en lugar de reconocer que muchos de los problemas que tienen se deben a su propia incapacidad de gestión. En el caso de España, nos imputan cosas que no han ocurrido o culpas que no tenemos. Luego hay otro factor, que es la ignorancia pura y simple. Se manejan ideas que no son reales o que están exageradas o manipuladas, y que no se refutan. Por parte de las autoridades de España y de otros países hay mucha dejadez. Deberían hacer más esfuerzo en desmontar lo que hay de incierto en muchas de las historias que se cuentan.
P. ¿Se está dejando que cale un relato falso?
R. Sí, no hay acciones políticas importantes de reacción ideológica frente a la difusión de ese tipo de informaciones que no son correctas. No hago apología de lo contrario. Me consta que se hace alguna defensa excesiva, incorrecta o falsa de las cosas que España ha hecho en América. Hay que asumir lo bueno y lo malo. Los colonialismos siempre producen mucho daño y dolor. En todo caso, España aportó riqueza cultural. No todos los países pueden decir lo mismo.
P. ¿Qué es exactamente lo que usted denomina el “nuevo constitucionalismo latinoamericano”?
R. Una corriente constitucional que ha dado lugar a la aprobación de textos de ese rango y que son distintos de los aprobados en Europa. A partir de los años 80 del siglo pasado empiezan a aparecer reformas constitucionales o constituciones nuevas que añaden rasgos propios de aquellos países.
Se hacen declaraciones de derechos inacabables y se consagran las reclamaciones indigenistas, que pasan a la Constitución nicaragüense de 1987 y, sobre todo, a la colombiana en 1991. Después, las constituciones de Venezuela (1999), Ecuador (2008) y Bolivia (2009) se convierten en el canon del nuevo constitucionalismo latinoamericano.
Son textos larguísimos, con más de 400 artículos, en los que está regulado todo lo que en otras naciones se regula por leyes de desarrollo de la Constitución y en los que se enfatiza la democracia directa.
P. Ha hecho referencia a Venezuela, Ecuador y Bolivia. Son tres países que atraviesan, cada una en su dimensión, crisis graves.
R. Hay que distinguir. Las constituciones son del mismo tipo y todas ellas llevan una carga utópica porque contienen muchos elementos ingenuos, es decir, que no tienen una aplicación práctica.
Pero hay dos tipos de dirigentes en esos países: los que aceptan la alternancia electoral y los que no.
En Venezuela se cercena a la oposición, se combate la libertad de expresión y se acepta el fraude electoral como recurso para mantenerse en el poder. Hay una clave para entender la historia democrática de Hispanoamérica, que es la ocupación del poder por gente que una vez que está dentro no quiere irse. Es una constante histórica hasta hoy.
P. Es decir, Maduro es heredero de los caudillos del siglo XIX.
R. Sí, la diferencia es que los caudillos actuales, los dictadores, han ocupado el poder mediante unas elecciones democráticas.
Entran, ocupan el poder basándose en las reglas de la democracia liberal y, una vez dentro, las cambian. Y se convierten en autócratas. Los caudillos, en cambio, disponían de una posición de poder que derivaba de ser terratenientes o por su prestigio militar.
“España debería desmontar la reprobación del colonialismo. Nos imputan culpas que no tenemos”
“Maduro es heredero de los caudillos del siglo XIX. Ahora los dictadores ocupan el poder mediante elecciones”.