Con el comienzo de este mes de diciembre se pone en marcha la nueva Comisión europea, la segunda dirigida por la demócrata cristina alemana Úrsula von der Leyen, cuyo mandato habrá de durar, en principio, cinco años, hasta el final de noviembre de 2029.
Cumpliéndose las previsiones de los Tratados de la Unión, el Consejo Europeo (los Presidentes de los Gobiernos de los 27 Estados miembros), a la vista de los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo de primeros de junio pasado, la propuso como candidata para la Presidencia de la Comisión a fines del mismo mes de junio. El Parlamento Europeo aceptó esa propuesta por 401 votos a favor y 284 en contra. Hubo 7 votos nulos y 15 abstenciones. No participaron en la votación 12 de los 719 diputados. Aunque se eligieron 720, había un escaño español no cubierto, por no haber completado aún el electo -un nacionalista catalán de Junts- lo requisitos legales para tomar posesión, ni haber sido sustituido.
El apoyo recibido del grupo de los Populares europeos (188), la Alianza progresista de socialistas y demócratas (136) y los liberales de Renew(77), evidenció la persistencia del tradicional acuerdo entre estos partidos que viene sosteniendo la estabilidad de la Unión, aunque esta vez el incremento de los resultados electorales hacia la derecha y el sensible descenso de la izquierda, lo puso más en cuestión.
Votaron en contra por la derecha los tres grupos que hoy la conforman, el ya tradicional de los Conservadores y Reformistas -que ahora tiene principalmente a los italianos de Meloni además de a los polacos del PyS- (78), el nuevo de los Patriotas por Europa -con los franceses de Le Pen, los españoles de Vox y los húngaros de Orban, entre otros- (84) y el más radical de los soberanistas -en el que está Alternativa para Alemania- (25), y, junto con ellos, por la izquierda, el más moderado de los Verdes (53) y el más extremo de “La Izquierda” (46).
De común acuerdo entre el Consejo (los Ministros de asuntos exteriores de los 27, en el caso) y la Presidenta electa, ya quedó también designada la nueva Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión, y a la vez Vicepresidenta de la Comisión, la hasta entonces primera ministra de Estonia, la liberal KajaKallas. Y ello al tiempo que se completaba el reparto de los tres más altos cargos políticos de la Unión entre las tres grandes fuerzas políticas del “acuerdo” básico, aceptándose como Presidente del Consejo Europeo al socialista portugués Antonio Costa.
Desde julio hasta ahora, a petición de la Presidenta electa de la Comisión, los Gobiernos de los otros 26 Estados miembros -excluida lógicamente ya Alemania- han ido haciendo sus propuestas de Comisarios -cada Estado la relativa al Comisario de su nacionalidad- y con ellas von den Leyen ha completado, de acuerdo con el Consejo, la lista de la Comisión y la distribución de posiciones y tareas, que ha sido finalmente sometida colectivamente a la aprobación del Parlamento, incluyéndose el propio nombramiento definitivo de ella como Presidenta y de KajaKallas como una de las Vicepresidentas y Alta Representante.
Tras diversas sesiones previas en las que no han dejado de producirse situaciones críticas, en la votación final producida el pasado el 27 de noviembre el Parlamento ha dado su aprobación plena a la propuesta, por lo que el Consejo Europeo ha podido proceder al nombramiento.
La Comisión ha salido adelante con 372 votos a favor, 280 en contra y 36 abstenciones (22 diputados estaban ausentes).
La diferencia de resultados que puede apreciarse con la votación de julio en favor de Úrsula von der Leyen como candidata a la Presidencia de la Comisión, se debe a una diversidad de causas, pero principalmente a que votaron en contra 25 diputados del PPE, destacadamente españoles, por su oposición a la inclusión de Teresa Ribera como Comisaria española y Vicepresidenta ejecutiva, y otros 25 más de los Socialistas -belgas y de otros países- que rechazaban las presencia en la Comisión de los Comisarios italiano y húngaro, propuestos por los Gobiernos de Meloni y Orban, y sobre todo porque el italiano sería uno de los Vicepresidentes ejecutivos. Hubo, además, entre los diputados que votaron por la abstención, 2 Populares, 6 Liberales y 18 Socialistas y Demócratas. Aunque todos esos votos negativos y de abstención fueron en parte compensados, además de por el voto a favor de 2 diputados no inscritos,por el también a favor de 33 del grupo de Conservadores y Reformistas y 27 del de los Verdes, en correspondencia seguramente con la inclusión en el colegio de Comisarios del italiano Fitto como Vicepresidente ejecutivo y de la eslovena Marta Kos como Comisaria de Ampliación, respectivamente. Los 84 de “Patriotas” votaron unánimes, en cambio, en contra, a pesar de que uno de su sensibilidad, el húngaro OlivérVárhelyi, continúe como Comisario, aunque cambiando de cartera.
La composición resultante de la nueva Comisión, sin perjuicio del compromiso de independencia y de sola atención al interés común de la Unión que le imponen los Tratados a ella y a cada uno de sus miembros, evidencia el peso netamente dominante dela orientación de centro derecha que representa el PPE, no sólo por la procedencia de la propia Presidenta -con cuanto ello implica- sino porque de los otros 26 miembros, 14 han estado asimismo vinculados a partidos integrados en el PPE, y una de esos Comisarios es la Vicepresidente ejecutiva finlandesa. Son, pues, sin duda, la mayoría de votos en la Comisión.
La mayoría “popular” se encuentra, no obstante, contrapesada y condicionada por la presencia importante, aunque netamente minoritaria, de los vinculados a los Socialistas y Demócratas, que son dos Vicepresidentas ejecutivas (la española y la rumana) más 3 Comisarios, con lo que suman 5 miembros, y la de los liberales de Renewque tienen a la Vicepresidenta y Alta Representante, más al Vicepresidente ejecutivo francés y otros 2 Comisarios, sumando 4. Ya hemos dicho que hay además un Vicepresidente ejecutivo italiano, que ha formado parte del Gobierno de los “Hermanos de Italia” de Meloni, y, asimismo, un Comisario húngaro, vinculado a los, hoy, “Patriotas”, y otra, la eslovena, a los Verdes.
La Comisión tiene que actuar colegialmente. Sus miembros, los Comisarios, aunque sean Vicepresidentes ejecutivos y con la sola excepción, por tanto, dela Alta Representante, único Vicepresidente ahora de la Comisión, carecen de competencias decisorias externas unipersonales, aunque, lógicamente, en sus respectivas materias tengan una particular responsabilidad de propuesta y de supervisión de la ejecución.
Una vez más se evidencia que, aunque el Parlamento europeo va cobrando creciente relevancia política, quien realmente manda y decide sobre todo en la Unión son el conjunto de los Gobiernos de sus Estados representados en el Consejo Europeo y en el Consejo. La Comisión es así reflejo de las reales preferencias políticas de esos Gobiernos, más que de la composición del Parlamento Europeo. Y son esos Gobiernos a la postre la fuente última de su legitimidad. A mediados de 2024 y aún ahora mismo, 13 Estados miembros tienen Gobiernos de la órbita del PPE (países tan distintos como Polonia, Austria, Portugal, Suecia y tantos otros del área oriental, o Grecia y Luxemburgo), y otros 3 más a la derecha (y con el peso de Italia, Países Bajos y Hungría). Se sitúan en un centro liberal 4: Francia, Bélgica, Irlanda y Estonia. Y quedan solo 6 -aunque de no poco peso- en el centro izquierda de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (España, Alemania, Dinamarca, Eslovaquia, Rumanía y Malta) y 1 más en el centro izquierda de los Verdes (Eslovenia). Aunque es muy notable el descenso de la izquierda en las últimas elecciones en Alemania -que vuelve a las urnas en breve- y en la propia España.
El gobierno de la Unión está en las manos de los Gobiernos de los Estados miembros, aunque la Comisión tiene un papel muy determinante en él, encabezando, aun en situación de subordinación, la gran Administración supranacional que propone nuevas normas principales y algunas decisiones más trascendentales, y que se ocupa luego de exigir, a todos, el cumplimiento de los compromisos en la Unión.
No es difícil reconocer el alto grado de sintonía que, sin perjuicio de la independencia institucional de la Comisión, se ha procurado que esta tenga en su conjunto con los Gobiernos de los Estados que están representados en el Consejo de la Unión y en el Consejo Europeo. No hay duda del predominio de una orientación centro-derecha, que responde a las preferencias manifestadas por la ciudadanía en los comicios nacionales y en las elecciones europeas, netamente inclinadas a posiciones más conservadoras, críticas hacia antiguas y recientes pretensiones de un autodenominado progresismo que cuestiona los fundamentos mismos de la cultura europea y, por ello mismo, de la libertad y de los derechos humanos, aun esgrimiendo aquella y estos no pocas veces en sus eslóganes. De seguro que todo ello habrá de notarse, aunque el electorado no dejará de estar atento a no verse defraudado.