UN INMENSO ERROR
El reconocimiento del Estado de Palestina supone una grave decisión errónea de la política exterior de España. Tomada por ignorancia o maldad, pregonada como “gran avance histórico”, sólo es propaganda electoral interna para ocultación de corrupciones y nepotismos varios. Este Gobierno, tras abandonar a los saharauis, se erige en salvador de los palestinos, y esgrime tres razones: “Por justicia, por coherencia, y por la paz”. Son tres motivos falsos.
Según Ulpiano, la justicia consiste en dar a cada uno lo suyo. Una decisión inoportuna y unilateral que desconoce los antecedentes históricos y lo que cada parte pretende o arriesga, en realidad aviva el fuego del conflicto. El momento de adoptar una decisión puede hacerla poco efectiva, inútil, contraproducente, o absolutamente injusta. A una parte, Hamás, le regala un triunfo político, tras su acción terrorista del 7 de octubre de 2023. A la otra parte, la agredida, que ha de soportar además la ignominia de verse equiparada a unos asesinos como si fueran idénticos contendientes con una equidistancia moral inaceptable, le causa deliberadamente y sin equidad, quebranto y daño. No se da a cada uno lo suyo. Llamar a esto una decisión justa es un puro escarnio.
Desde la Declaración Balfour de 1917 muchas inteligencias preclaras han coincidido en que estamos ante un conflicto largo y complejo. Las soluciones de dos estados (Comisiones Peel y Woodhead, 1937-38, Plan de Partición de Naciones Unidas de 1947) fueron rechazadas por palestinos y árabes. En su Declaración de Independencia de 1948, Israel afirmó que se basaría “en los principios de libertad, justicia y paz”, e invitaba a sus vecinos árabes “a convivir en paz y buena vecindad”. La respuesta árabe fue la guerra, hasta julio de 1949. Unas bases mínimas de convivencia necesitarán la conformidad de las partes en conflicto y garantizar la existencia y seguridad de Israel. Menos mal que Sánchez y Albares han dedicado unas horas a arreglar la cuestión, dando un paso definitivo hacia la paz.
En la realidad Palestina carece de fronteras, capital, territorio controlado por una sola autoridad, viabilidad económica, instituciones o constitución homologables, o historia como entidad independiente. Algún país podría reconocer unilateralmente al Estado catalán, que no tendría tanta precariedad. Una decisión meditada apenas unos minutos, sin coordinarnos con nuestros socios militares (OTAN), ni con los comerciales y políticos (Unión Europea), ni en un momento de estabilidad interna, ni con el apoyo pleno del Parlamento, no parece rebosante de coherencia.
Si tuviéramos vecinos que quisieran exterminarnos, “desde el río hasta el mar”, nos molestaría que un tercero viniera a alentarles, como fuelle que aviva el incendio.
ETA secuestró a Miguel Ángel Blanco en 1997 y exigió a cambio de su vida que se modificara la política penitenciaria. No se cedió al chantaje terrorista. No hubo entonces países que reconocieron el Estado vasco como aportación a la paz. García Gaztelu, ‘Txapote’, asesinó al joven secuestrado. Hamás mantiene secuestradas a más de cien personas para obtener réditos políticos mediante chantaje terrorista. Txapote, desde la cárcel, apoya activamente movilizaciones “por la desaparición de Israel” demostrando una extraordinaria coherencia.
Fortalecer a los terroristas fanáticos de Hamás en nada ayuda a los palestinos, sino lo contrario. España cambia a un aliado como Israel (Inteligencia sobre terrorismo islamista, temas económicos, etc.) por otros como Yemen.
Es pues una decisión no fundamentada ni en la justicia, ni en la coherencia, ni en la búsqueda de la paz. El inmenso error del Gobierno, y de las fuerzas políticas de izquierda que lo jalearon, con invectivas antisemitas, no se debe a la ignorancia o a la maldad, sino a ambas; a la iniquidad unida a la estulticia. Nos queda, como ciudadanos, denunciarlo, propugnar la rectificación, y exigir responsabilidades a los pirómanos.