Diario del Derecho. Edición de 17/05/2024
  • Diario del Derecho en formato RSS
  • ISSN 2254-1438
  • EDICIÓN DE 23/01/2024
 
 

Stefan Zweig y la España constitucional; por Luis María Cazorla Prieto, académico de Número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España

23/01/2024
Compartir: 

El día 23 de enero de 2024 se ha publicado, en el diario ABC, un artículo de Luis María Cazorla Prieto, en el cual el autor considera que la democracia y sus instituciones requieren cuidado sin desmayo.

STEFAN ZWEIG Y LA ESPAÑA CONSTITUCIONAL

Después de un largo periplo huyendo del nazismo que se había adueñado de su patria, Austria, y avanzaba en Europa, Stefan Zweig embarca en Nueva York el 15 de agosto de 1940 y pone proa hacia Brasil, su último destino. Se refugia en las alturas de Petrópolis, a un tiro de piedra de Río de Janeiro. Allí, a pesar de la cálida acogida que recibe y de las comodidades del lugar, aumentan su amargura y su falta de motivación para vivir. Siente con crueldad que aquello por lo que ha luchado con sus escritos y ejemplo ha sido barrido por la furia destructora del nazismo y sus acólitos. Interpreta que la caída de Singapur por el empuje bélico japonés el 15 de febrero de 1942 es la prueba definitiva de que su mundo ha caído para siempre en las garras de las hordas que cultivan la barbarie y sucumbe a la desesperación total: como su mundo es definitivamente de ayer y ya no volverá, él ya no pinta nada en el que se abre paso a golpe de tiros y atropellos de toda clase.

El 23 de febrero de este último año ingiere dosis mortíferas del ácido barbitúrico Veronal y muere junto a Lotte, su secretaria y segunda esposa. La víspera redacta una emotiva y sangrante despedida en la que reconoce que sus “fuerzas personales () están agotadas después de los muchos años de errancia lejos de la patria”, desea a sus amigos que “todavía puedan ver la aurora después de la larga noche”, y reconoce que “yo, demasiado impaciente, me voy antes que ellos”.

Muere enfangado en la depresión porque no soporta más el nuevo mundo que se impone, cree él, sin remedio y que nada tiene que ver con el suyo. El suyo es el del ideal humanista, que nutre con lecturas como la de Montaigne que ocupa sus últimos días, el del cosmopolitismo excluyente de nacionalismos que aíslan, el del pacifismo y la solución política de los conflictos, el de la unidad cultural de Europa superadora de localismos empobrecedores, el del viajero incansable sediento de conocer y aprender, el de la pasión irrefrenable por la libertad en todas sus manifestaciones y por las instituciones democráticas que la amparan.

Proyecta su tenacidad y su curiosidad sin límites en todo tipo de géneros literarios. Lo hace con un estilo musical, rítmico, de envolvente suavidad, de belleza expresiva y calidad estética que a veces seduce tanto que, al menos a mí, enturbia el encadenamiento del hilo sustancial de su exposición. Todo ello lo hace penetrando en el alma humana con tan afilado bisturí que llevó a su amigo el premio Nobel Romain Rolland a caracterizarlo como “cazador de almas”.

Tras su muerte un relativo oscurecimiento se abate sobre él y sus escritos, precisamente cuando las ideas a las que tanto sirvió triunfan sobre la hidra del nazismo y la ONU abre sus puertas. Afortunadamente, en nuestros días la presencia de Zweig y su obra ha cobrado nuevos bríos, hasta tal punto que Alain Frachen se atreve a hablar de “zweigmanía”. En España prueba de ello son, entre otras, la magnífica publicación de sus cuentos completos con traducción de Alberto Gordo, de la testimonial ‘El mundo de ayer’, traducida por Eduardo Gil, ambos en 2023, y las sucesivas entregas de la editorial Acantilado.

Creo que una circunstancia temporal y otra de fondo han contribuido al reverdecimiento del interés por nuestro autor. La primera responde a que el 23 de febrero de 2022 sus obras dejaron de ser de propiedad privada por el transcurso de ochenta años desde su muerte. Pero más que esto, que indudablemente lo favorece, lo que, a mi juicio, nutre la presencia actual de Zweig es la vigencia de su pensamiento político y la necesidad de tenerlo presente ante los acontecimientos que nos está tocando vivir en España.

Zweig encarna la pasión por la libertad que se refleja en cada poro de su inmensa y caleidoscópica producción literaria. No se limita a recrearse en esta pasión y en los valores democráticos. Sus escritos rezuman una constante lucha en su favor, porque, aunque son valores cruciales para el ser humano y la convivencia pacífica, son frágiles y es imprescindible una vigilancia constante para que prevalezcan por encima de amenazas de toda condición. Los ojos de Zweig se enturbiarían si se fijaran en la España de nuestros días. Cunde, sobre todo en los de menos de cuarenta años que solo han vivido en el sistema plenamente democrático de la Constitución de 1978, la peligrosa tendencia a creer que, asentada la democracia, todo está ya hecho y puede bajarse la guardia. Tremendo error. La democracia y sus instituciones requieren cuidado sin desmayo. Nuestro sistema democrático no va a desaparecer barrido por otro, el peligro que se cierne sobre él consiste en que, conservando su estructura formal, se le agujeree o, dicho de otra manera, se vaya transformando en un armazón carente de sustancia política. La asfixiante partitocracia agravada por el cesarismo democrático cuyos tentáculos van penetrando en lo público y en lo privado, lo que he llamado en otra Tercera el alma enferma del Congreso de los Diputados, el predominio de la mera voluntad política por encima de normas y procedimientos jurídicos garantistas, la bochornosa situación del Consejo General del Poder Judicial, los nubarrones que se acumulan sobre la independencia judicial, la consolidación granítica de los bloques políticos, el lamentable encanallamiento de las relaciones entre políticos, la tendencia al falseamiento de la Constitución y sus límites mediante descaradas mutaciones, el notable empobrecimiento institucional que estamos padeciendo y, por fin, la perniciosa desaparición del consenso sobre, al menos, el bloque de constitucionalidad preocuparían mucho a Zweig, como deben preocupar a los que creen en el Estado social y democrático de derecho.

Es cierto que la situación en la que estamos inmersos viene de lejos y son muchos y variados sus causantes y causas, pero se ha agravado en los últimos tiempos. Ante ello, la sociedad española en todos los sectores que necesiten la democracia para respirar debe reaccionar en defensa de la buena salud democrática por los cauces admisibles y cada ciudadano debe sentir la necesidad de proteger las libertades democráticas y no dejar su suerte en manos de los vaivenes y personalismos políticos. Pero en estos cometidos el ejemplo del admirable autor austríaco no es bueno. Para la opinión más generalizada, Zweig fracasó en su misión de intelectual, escribe Dominique Frischer refiriéndose a su suicidio. Zweig, en palabras más directas, tiró la toalla, eso es lo que no hay que hacer hoy en beneficio de la salud democrática de España.

Comentarios

Escribir un comentario

Para poder opinar es necesario el registro. Si ya es usuario registrado, escriba su nombre de usuario y contraseña:

 

Si desea registrase en www.iustel.com y poder escribir un comentario, puede hacerlo a través el siguiente enlace: Registrarme en www.iustel.com.

  • Iustel no es responsable de los comentarios escritos por los usuarios.
  • No está permitido verter comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • Reservado el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.

Revista El Cronista:

Revista El Cronista del Estado Social y Democrático de Derecho

Lo más leído:

Secciones:

Boletines Oficiales:

 

© PORTALDERECHO 2001-2024

Icono de conformidad con el Nivel Doble-A, de las Directrices de Accesibilidad para el Contenido Web 1.0 del W3C-WAI: abre una nueva ventana