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Las culturas; por Antonio Garrigues, jurista

10/11/2022
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El día 9 de noviembre de 2022 se ha publicado, en el diario ABC, un artículo de Antonio Garrigues en el cual el autor opina que el sistema educativo español debe encontrar la forma de abrir más ventanas a este mundo y enriquecer, así, una visión más completa y más profunda de la humanidad.

LAS CULTURAS

En Inglaterra, el Arts Council of England asegura que por cada libra invertida en cultura la economía produce seis, y en Alemania, en donde funcionan 145 teatros públicos, se invierten 3.200 millones de euros en teatro y música. La alta rentabilidad que genera una activa política cultural es una afirmación incontestable. Hay una auténtica ansia de cultura en la ciudadanía que irá creciendo rápidamente y haciéndose cada vez más crítica y más exigente, y al mismo tiempo, una obsesión de los poderes clásicos por controlar y manipular cualquier actividad cultural.

España en su conjunto no es un país que se pueda calificar de culto. Contamos, sin duda, con élites comparables a las del resto de Europa, pero la ciudadanía en su conjunto dedica escaso tiempo a su formación en su propia cultura y presta aún menos atención a otras culturas y muy en especial a las culturas africanas y asiáticas, que han sido y son claves en el desarrollo de la humanidad.

Sería por ello muy conveniente que en la educación escolar y en la universitaria se incorporara el estudio -aunque no fuera exhaustivo- de estas culturas para así ampliar nuestra mirada sobre un mundo que requiere una comprensión global y un conocimiento más completo de sus diferencias y de sus distintas identidades.

La cultura china es una de las más antiguas del mundo y también de las más complejas porque conviven cincuenta y ocho grupos étnicos y, asimismo, porque está muy influenciada por las religiones tradicionales, el confucionismo y, sobre todo, el taoísmo, aunque ambas están más cerca de ser filosofías que religiones. Son auténticas guías de comportamiento moral en las que se nos advierte, entre otras muchas cosas, que el que camina a grandes zancadas no llegará lejos, y también que quien no es feliz con poco tampoco lo será con mucho.

La cultura de Japón es similar a la de China, pero tiene peculiaridades. Entre ellas la de un sentido del humor muy especial, y sin duda por el mayor impacto que han tenido las culturas occidentales en su desarrollo. La interrelación entre China y Japón es intensa, pero está dañada por algunos recelos y sobre todo por comparaciones que, aunque no siempre sean odiosas, dificultan muchas veces la elección de opciones y alternativas. Entre las diez reglas de la vida, según el profesor japonés Miyamoto Musashi, figura en primer lugar la aceptación con humildad de nuestra existencia y destaca la obligación de pensar muy poco en uno mismo y mucho en los demás, ayudándoles a alcanzar sus objetivos fácilmente. Esa es su clave moral, una clave que nuestra tradición individualista europea no acoge. España sigue siendo el país que menos interés ha puesto en la relación con esa cultura. El profesor de la Universidad de Valladolid Juan Miguel Zarandona atribuye en parte esta situación al tratado del Tordesillas de 1494, que teniendo en cuenta la dedicación española a América, cedió la exploración y el asentamiento en África a la nación portuguesa.

La cultura de África es difícil de resumir y sintetizar dada su diversidad, con más de 130 lenguas distintas, entre ellas el español, y una variedad de creencias religiosas entre las que prevalecen el islam y el cristianismo. Un libro excepcional para profundizar en esta cultura es ‘La Negritud’, de Luis María Ansón, en donde afirma que “la característica fundamental y decisiva de la cultura negroafricana es el ritmo”, un ritmo que según él “resulta casi siempre inimitable”. Ese ritmo se siente en la obra del nigeriano Chinua Achebe ‘Todo se desmorona’ (‘Things fall apart’), que ha vendido millones de ejemplares y sigue siendo desconocida en nuestro país.

Además de la cultura asiática y la africana hay otras muchas culturas, algunas muy minoritarias, que merecen ser conocidas y saboreadas, porque representan un modo de pensar y de vivir del que se pueden aprender nuevas ideas y nuevas soluciones. El sistema educativo español debe encontrar la forma de abrir más ventanas a este mundo y enriquecer, así, una visión más completa y más profunda de la humanidad. Será un esfuerzo muy rentable y muy gratificante.

De hecho, nuestro sistema educativo tendrá que replantearse muchas otras cosas si quiere responder a los retos de la sociedad actual. Dormirse en los laureles es sumamente peligroso porque los laureles pueden y suelen ser muy tóxicos. De ahí que la expresión citada merezca una reflexión cuidadosa.

Entre los retos a responder, destacan los dos siguientes:

Incorporar nuevas asignaturas y saberes, como por ejemplo, cómo conocer los tratados internacionales que recogen el derecho espacial porque se pueden generar conflictos importantes tanto de orden jurídico como político sobre la conquista, la ocupación y la explotación de cuerpos celestes que sin duda acabará produciéndose en los tiempos inmediatos.

El derecho a no ser engañado en un mundo en el que la mayoría de las noticias son ‘fake news’, que en muchos casos tienden a beneficiar económica o socialmente a quienes las generan. Hay que desenmascarar y descalificar a quienes se dedican a despreciar la verdad en una época dominada por la incertidumbre.

Necesitamos una nueva cultura basada en la honestidad intelectual en la que no se prime la captación de la audiencia sin importar el contenido, dirigida a contentar, seducir y dar fuerza a los populismos de derecha a izquierda, que han encontrado en las redes una herramienta eficaz para propagar sus falsos remedios.

Habrá que preguntarse por qué han calado tan fácilmente estos mensajes populistas en una sociedad occidental que parecía haber alcanzado una madurez que alejaría cualquier peligro en este terreno. Y la respuesta es que el populismo es una patología de las propias democracias liberales que han fallado en cumplir las expectativas que nuestro sistema genera. Hay que recuperar con urgencia la credibilidad porque si la perdemos podemos dar por seguro que aparecerán en la escena comportamientos inaceptables y sumamente peligrosos en todos los órdenes. Sería tanto como jugar con fuego con una alta probabilidad de quemarse. Y ya somos mayores para asumir estos riegos y poner en peligro la buena calidad democrática que hemos conquistado y que habrá que seguir perfeccionando día a día. La democracia es siempre perfectible.

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