UN PAÍS DE SEÑORES DE LA GUERRA
Uno de los más fervientes deseos de San Juan Pablo II era desplazarse a Irak y rezar en Ur, la ciudad de Abraham, cuna de las tres grandes religiones monoteístas. Sin embargo, primero la oposición de EEUU y luego la negativa de Sadam Husein frustraron el viaje tan deseado.
Cuando comenzó a correr el rumor de que el anunciado viaje de Francisco a este país podría ser suspendido, el propio Papa argentino salió al paso manifestando “que no se puede decepcionar por segunda vez a todo un pueblo”. Así que ayer, Francisco, en un acto de valentía, comenzó un viaje difícil e histórico marcado por 40 años de conflictos. Y en el que, con 84 años, recorrerá 10 ciudades en cuatro días. Ha logrado superar las dificultades de un cierre pandémico, la violencia latente en la atmósfera iraquí (una serie de cohetes alcanzaron primero la base militar estadounidense, ubicada en el aeropuerto de Erbil, y al día siguiente la base iraquí de Al Asad) y el progresivo exilio cristiano.
Un viaje que, según el cardenal y patriarca caldeo Suko, es “el más importante de todos los tiempos”. El mensaje del Papa a los cristianos no será el apocalíptico de “apóstatas o mártires”. Planteará una tercera vía: la llamada a la fraternidad. Precisamente el logo del viaje.
Para entender sus motivaciones, es necesario acercarse a la historia de los cristianos en Irak. Siempre han representado una parte significativa de la composición del humus histórico de las minorías demográficas. Sus raíces se remontan a los primeros cristianos y a la labor apostólica de Santo Tomás en el primer siglo de la era cristiana. De ellos surgiría más tarde la Iglesia católica caldea. Antes de la desafortunada invasión estadounidense de 2003 sumaban millón y medio de fieles (6% de la población).
Pero a partir de la aprobación de la Constitución iraquí de 2004 comienza una verdadera discriminación, por la preeminencia otorgada al islam. Al principio los ataques fueron aislados, pero pronto fueron masivos. Por ejemplo, en agosto de 2004 fueron atacadas siete iglesias cristianas.
En octubre de 2010 se destruye la sede de la jerarquía iraquí. Y en 2014, con la llegada de Estado Islámico al norte de Irak y la provincia de Al Anbar, comienza a producirse una dura persecución personal contra los cristianos: 34 iglesias fueron destruidas, 132 quemadas y 197 parcialmente destrozadas. Otro 20% de iglesias se han cerrado. El resultado fue una verdadera hemorragia cristiana, un exilio que ha reducido a 200.000 la población cristiana.
Se entiende así que la primera finalidad del viaje sea infundir aliento a los cristianos, animándoles a perseverar en su presencia en el país y lograr que muchos de los exiliados vuelvan. Esto conecta con otra finalidad latente: contribuir a la estabilización de Irak. La minoría cristiana ha sido siempre un factor de estabilidad en la base cultural y política de los lugares que han habitado. Potenciando su presencia se potencia el equilibrio político y cultural.
En fin, si analizamos los viajes de Francisco se observa una especial atención a los países islámicos. Este viaje es el undécimo que hace a un país de esas características. Antes ha estado en Jordania, Albania, Turquía, Bosnia, República Centroafricana, Azerbaiyán, Egipto, Bangladesh, Emiratos Árabes Unidos y Marruecos. Se entiende que su visita tenga como otro motivo reafirmar su voluntad de diálogo con el islam y de poner en práctica el Documento sobre la Fraternidad que firmó en 2019 con los suníes.
Hay que tener en cuenta que no existe en Irak un sentido “patriótico” de nación. Lo que prima es el estatuto personal religioso. Antes que iraquíes se sienten kurdos, yazidíes, cristianos, chiíes... De ahí la importancia de la entrevista de Francisco en Nayaf con el gran ayatolá Alí Sistani, el líder de la mayoría chií en Irak. Mayoría también dividida, pues una parte desea intervenir en el Gobierno del país, respetando su actual estructura política, y otros -influidos por conceptos importados de Irán- desean instaurar en Irak un Gobierno de mollahs (clérigos). El deseo del Papa es intentar infundir en ese complejo mundo la idea de que la paz es posible.
Visitar Nayaf era algo inimaginable hace unos años. Esta pequeña ciudad es el lugar donde se rompió la unidad islámica a través del cisma chií. Allí se enterró secretamente al yerno de Mahoma (Alí) y a pocos kilómetros fue asesinado. Esta sangre quebró en dos la mayoría islámica: los suníes, partidarios de elegir al sucesor de Mahoma; y los chiíes, partidarios de que el califato recayera en el yerno de Mahoma, Alí. Nayaf es el tercer lugar santo del islam, después de La Meca y Medina. Al reflexionar qué puede esperarse de esa visita, recuerdo lo que decía una alta autoridad religiosa al comparar la figura de Francisco a “un ángel que desciende sobre Irak”. Un ángel que intentará cambiar el corazón de un país dominado por los señores de la guerra.
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