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Propósitos; por Federico Fernández de Buján, Catedrático de la UNED

02/01/2019
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El día 2 de enero de 2019, se ha publicado en el diario ABC, un artículo de Federico Fernández de Buján, en el cual el autor dice que “A mí -como a miles de millones en la Historia de la Humanidad- creer me hace mejor. No digo que los creyentes seamos buenos, por el mero hecho de creer. Sí afirmo que somos “mejores” de lo que seríamos. Constato que cuando nuestra creencia se traduce en obras, el mundo es más humano, la convivencia más cordial y la paz se hace posible, desde el perdón.”

Hemos celebrado la Navidad. En ella procuramos ser mejores. Sépase o no, quiérase o no, es una prueba más de la textura cristiana de nuestras sociedades occidentales. Y pasada “Nochebuena” celebramos -con inadecuada denominación-, la “nochevieja”. En italiano su cena y fiesta se denominan capodanno que expresa lo que se conmemora, el “primero de año”. Al ser éste un incierto nos deseamos que sus expectativas se transformen en gozosas realidades. Y brindamos con un sonoro: ¡Feliz año!

Es frecuente, y positivo, acompañar su inicio con renovados o novedosos propósitos. ¡Año nuevo, vida nueva! Anhelamos algo y “nos imponemos” un propósito para alcanzarlo. Hay un elenco de clásicos: dejar de fumar; adelgazar; aprender o perfeccionar un idioma; practicar deporte, estudiar una carrera o una segunda titulación -digamos, por ejemplo, en la UNED-, leer una hora diaria, matricularse en un curso de pintura o sevillanas.

Son retos con los que pretendemos fines de salud, estéticos, formativos, profesionales, culturales, etcétera. En todos se precisa la consecución de un hábito que nos transforme en “ese que queremos ser”. Para ello es necesario “fuerza de voluntad”. Todo lo que vale cuesta. Los propósitos son viables dependiendo de su grado de dificultad pero, sobre todo, de la firme resolución, constancia y esfuerzo. Incluso los más deleitosos, requieren una perseverancia no siempre apetecible.

Todos los propósitos referidos -recomendables y algunos loables- son en interés propio. Pero no debe acabar aquí nuestra intención de “cambio de vida”. Queda otro ámbito más difícil pero mucho más gratificante, si se pretende vivir con hondura. Consiste en un cambio de perspectiva. Dejar de pensar en uno mismo y situar el objetivo en “el otro”. Son los propósitos con los que queremos ayudar a los demás. Y esto es fácil de decir, peliagudo de proponérselo y dificilísimo de vivir.

Exige, en primer lugar, una mutación en nuestra actitud para hacer más cordial nuestra relación con el “saludado” -camarero o dependiente-, con el “conocido” -compañero de trabajo o vecino-, y mucho más con el amigo o el familiar. Una diversa manera de relacionarse con quien nos encontremos. Obviamente, en distinto grado de atención y afecto como consecuencia -la mayor parte de la veces-, con nuestra intensidad en el cariño.

La preocupación por “el otro” parte de una “cierta inclinación” a ser “buenas personas”, si bien es casi ínfimo el porcentaje de quienes actúan de ordinario, y “de forma natural”, en interés ajeno. Lo normal es una tendencia generalizada al egocentrismo que conduce al egoísmo. No hace falta más que analizar nuestro día o salir a la calle para descubrirla. “Lo nuestro, lo primero”, puede ser “razonable” en un plano puramente humano. “Lo nuestro, lo único”, es siempre inaceptable.

Para “ocuparnos y preocuparnos” del otro, la práctica totalidad de personas necesitamos proponérnoslo. Entre los propósitos beneficiosos enuncio: no ser susceptible, pasar por alto pequeñas ofensas, disculpar debilidades, remediar necesidades materiales, rechazar la venganza, alegrarse con el éxito ajeno, acompañarles en la soledad o desgracia, pensar bien de los demás, no guardar rencor. El orden al enunciarlos podría ser -no estoy nada seguro-, de menor a mayor dificultad.

En la actitud de plantearse estos propósitos se abren dos categorías: creyentes y no creyentes. Los primeros lo tenemos más fácil porque es una “obligación” si bien tiene recompensa. La práctica totalidad de los credos postulan la exigencia de hacer el bien. Cumplirla llena de gozo. Actuar en contrario provoca desazón y cargo de conciencia. Es detestable además por incoherencia vital. No obstante, es aún más perverso utilizar la religión para lograr el poder y todavía más maligno, justificar la violencia a través de una supuesta creencia.

He relatado a mis íntimos -hoy lo comparto contigo, lector amigo-, cómo en ocasiones he sentido inclinación a hacer el mal y me ha detenido mi condición de creyente. Esa que me recuerda la responsabilidad de rendir cuentas de mis acciones y la esperanza del premio prometido: la vida eterna. Ambas me han inclinado -como afirma Cicerón en su

De Senectute-, a evitar esa maldad que sí haría o a llevar a término esa bondad que no realizaría de no creer.

Amí -como a miles de millones en la Historia de la Humanidad- creer me hace mejor. No digo que los creyentes seamos buenos, por el mero hecho de creer. Sí afirmo que somos “mejores” de lo que seríamos. Constato que cuando nuestra creencia se traduce en obras, el mundo es más humano, la convivencia más cordial y la paz se hace posible, desde el perdón.

Así me he atrevido a decir a un no creyente: “Que yo crea, a ti te beneficia”. Y frente a su sorpresa, y a veces rechazo -”¿a mí qué me afecta o importa?”-, he

añadido: “Se dice: Donde las das, las toman o arrieros somos y en el camino nos encontraremos. Si tú me causaras un daño, puede que yo te lo devolviese; pero si no lo hiciese pudiendo hacerlo, quiero que sepas que solo me ha paralizado el “creer”. Así, en esa ocasión, te habrá convenido que yo sea creyente”. Y alguno ha reconocido: “No me lo había planteado. Dicho así, es cierto”.

Solo me resta enunciar el culmen de los propósitos. “Irracional” en su enunciado y casi inalcanzable en su logro. Lo formula, de modo sublime, el cristianismo: “amar al enemigo, hacer el bien a quien nos daña”. Y es que “vivir en cristiano” es habitar un espacio -la primacía del corazón, el amor más allá de la razón- al que solo se llega imitando al Maestro, Dios encarnado. Así, de forma heroica, millones de hombres, a lo largo de dos mil años de cristianismo, han entregado su existencia, día a día, ayudando a los otros. Con su caridad colmada, han coadyuvado a crear una atmósfera de solidaridad universal y a hacer nuestro mundo más vivible. ¡Que el buen Dios inspire a todos, creyentes o no, buenos propósitos para el nuevo año!

Comentarios - 1 Escribir comentario

#1

Son curiosas las conclusiones que se ve uno obligado a extraer de este texto
No cabe negar, faltan datos experimentales para afirmarlo, el autor sí lo afirma, que los creyentes si no creyeran serían peores de lo que son. ¡Apañados vamos!
Es se deduce de su declaración de que cree que es mejor de lo que sería si no creyera. Esa afirmacion, sin embargo, carece de evidencia experimental que permita afirmar que si perdiera la fe empezaría a ser peor de lo que es.
Los no creyentes no son buenos por creer, quiere decir que lo son por etica ética personal, algo que les acompañara toda su vida y por eso son de fiar.
Un creyente no. Te crees que son buenas personas pero el día que dejen de creer se dedicarán a ser peores de lo que eran, fueran muy buenos o no
Entonces ¡más vale que Dios te coja confesado! A saber lo que te hará.
Como no tengo garantía de que siempre será creyente no veo cual es la ventaja que me orduce su creencia. Es una continua amenaza latente, una verdadera bomba de relojería de la malda que explotará si perde la fe.
Y de esa sublimacion de "amar al enemigo" no conozco a nigún creyente que los ame. La extrema derecha es mayoritariamente creyente. También xenófoba y rechaza al que no cree lo que el cree, lo ve como un enemigo al que le niega el pan y la al y no duda en dejarlo morir en elmediterraneo sin mover un dedo; o incluso moviéndolo para conseguirlo.
Eso no es una creencia, es un dato experimental comprobado a diario.
Por eso me gusta mas tener amigos no creyentes; me siento más tranquilo con ellos. Se que nunca me fallaran ni me tratarán peor de lo que me tratan. ¿Se puede tener más garantía?

Escrito el 05/01/2019 18:44:01 por Alfonso J. Vázquez Responder Es ofensivo Me gusta (0)

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