LA INCUESTIONABLE UNIDAD DE ESPAÑA
Frente a las pretensiones de algunos grupos políticos de Cataluña, aprovechando la movilización de la última Diada, fuertemente provocada y fomentada aprovechando la situación de crisis económica que vivimos, creo que se debe reafirmar y recordar la unidad de España, la unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, como lo afirma la Constitución, aunque se trate de una España plural, con diversas realidades lingüísticas y culturales, que tiene hoy su expresión en el Estado de las Autonomías.
El problema catalán, igual que el vasco, no es nuevo, se viene repitiendo en distintos momentos históricos, según la conveniencia de los políticos que apoyan la tesis separatista, pero creo que ya es momento de que se deje clara la inviabilidad de tal pretensión. El problema de las pretensiones soberanistas de ciertos partidos catalanes y vascos fue objeto de un intenso debate por ilustres diputados de la segunda República, en donde juristas como José Ortega y Gasset o Luis Jiménez de Asúa, reivindicaron la soberanía del Estado en contra del modelo de federalismo, independientemente de defender al mismo tiempo, como decía Jiménez de Asúa, siendo presidente de la comisión redactora de la Constitución de la República, un Estado integral, en el que son compatibles, junto a la gran España, las regiones, y recibiendo cada una de ellas la autonomía que merece.
Ahora, la Sentencia del Tribunal Constitucional 31/2010, con plena legitimación para ello, dejó claro que la Constitución no conoce otra que la Nación española, que es indisoluble, que carecen, pues, de eficacia jurídica las referencias del Estatuto de Cataluña a Cataluña como nación y a la realidad nacional de Cataluña, recordando que los estatutos de autonomía son normas subordinadas jerárquicamente a la Constitución y que la autonomía está fundamentada en la norma constitucional.
Es cierto que la pretensión independentista en Cataluña va teniendo en los últimos años cierto apoyo popular, consecuencia de la presión que se ejerce sobre los ciudadanos en tal sentido, y prueba de ello, sin duda, es la manifestación que tuvo lugar con ocasión de la Diada, por más que muchos de los participantes en ella lo fueran más por el descontento general ante la crisis que por un pretendido sentimiento nacionalista.A nadie se le oculta, sobre todo a quienes hemos podido vivir un tiempo en Cataluña, que en esta parte del territorio nacional se viene alimentado con verdadera obsesión el sentimiento nacionalista, con permanentes mensajes sobre Cataluña, los catalanes y el catalán, y últimamente haciendo responsables de la crisis, no a determinados partidos que han gobernado en aquella comunidad y en España, sino al resto de los españoles, haciendo creer incluso a los ciudadanos que con una Cataluña independiente se acabaría la crisis y el país sería equiparable a los países europeos más avanzados. Naturalmente, la realidad es otra bien diferente, pues ni Cataluña podría sustraerse a la crisis si lograra separarse de España, ni es seguro que ello contara con un apoyo popular tan contundente como el que se quiere hacer creer en base a la última Diada, ni ello es posible con arreglo al actual marco constitucional, porque incluso en el hipotético caso de un referéndum en tal sentido, no ha de olvidarse que éste tendría que tener lugar a nivel nacional, al afectar tal decisión a la soberanía, que reside en el pueblo español, como dice la Constitución.
Frente a pretensiones oportunistas de separación, inviables constitucionalmente, todos debemos volcarnos en el servicio a España y su Constitución, y hora es ya de que, como decía Ortega y Gasset, hace ahora ochenta años, se resuelva el problema catalán y se resuelva de una vez para siempre, de raíz, algo extensible, naturalmente, a otros territorios nacionales con pretensiones secesionistas similares.