BARACK OBAMA DESPEGA
En las últimas semanas los demócratas han visto con alivio cómo aumentaba la distancia entre Barack Obama y Mitt Romney en las encuestas. La diferencia, un 7%, todavía no es significativa, pero la nueva táctica parece que funciona. No es otra que explotar el escaso atractivo del candidato republicano: ningún aspirante a la Casa Blanca ha ganado nunca con unos índices de rechazo tan altos como los que tiene Romney.
El mormón aparece como demasiado despegado de los problemas del americano medio y es poco natural. Pertenece a una minoría religiosa que no inspira suficiente confianza a no pocos votantes. Ha conseguido, sin embargo, definir con sencillez cuál es su propuesta de cambio: menos impuestos, menos leyes y más gasto en defensa Obama todavía no ha formulado con esa claridad por qué quiere otros cuatro años y sus bases están menos motivadas que las republicanas. El presidente, por otro lado, sigue siendo menos popular de lo que fueron sus antecesores a la hora de ser reelegidos y va por detrás de Romney en la recaudación de dinero para pagar gastos electorales.
El sistema de financiación de las campañas está distorsionado por una interpretación muy tosca del Tribunal Supremo quitando límite a las donaciones de individuos y empresas. A cambio, Obama gana claramente en intención de voto entre hispanos, afroamericanos, jóvenes y mujeres solteras, pero estos grupos son los que menos acuden a las urnas.
En cualquier caso, el factor decisivo de la contienda es la situación económica europea y su impacto en la recuperación de EEUU, con un paro de un 8,2 por ciento, una cifra considerada alarmante. La enorme interdependencia a ambos lados del Atlántico hace que por primera vez los europeos, de algún modo, votemos en estas elecciones.
Si no se frena el deterioro progresivo del euro, gracias a su mayor experiencia en asuntos económicos Romney se puede alzar con la victoria en noviembre.