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POR EL CAMINO DE SWANN, DE M. PROUST

03/10/2005
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Ayer, día 3 de octubre, se publicó en la sección de cultura de la Voz de Galicia bajo el título “Arte para recobrar el tiempo: Proust”, un artículo de Antonio Fernández de Buján, miembro del Consejo Editorial de iustel.com. Transcribimos íntegramente dicho artículo.

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POR EL CAMINO DE SWANN, DE M. PROUST

Por el camino de Swann, es la primera parte, de las siete que componen la obra maestra de la literatura francesa, escrita por M. Proust bajo el título “En busca del tiempo perdido”. Nace Proust en 1871 y muere en París en 1922. Vive los trece últimos años de su existencia en la efervescencia de la creación de la obra de su vida, y escribe 3000 páginas hasta el límite de sus fuerzas, encerrado en los últimos meses en su habitación acolchada, acostado y tomando café con leche, mermelada, miel y cerveza como único alimento, hasta que logra escribir la palabra fin, si bien las últimas tres partes de su obra, se publican con posterioridad a su muerte, acaecida en 1922. Frente al Proust refinado, culto, con talento pero, al propio tiempo, frívolo, esteta, diletante y un tanto snob, amante de los salones de la alta burguesía y la aristocracia, el Proust de los últimos 13 años, en los que concibe y desarrolla su gran obra, es consciente del esfuerzo, sacrificio, tesón y tiempo que exige la obra literaria.

En 1913 había aparecido por el camino de Swann, después de haber sido rechazado el original por varias editoriales, entre ellas por la N.R.F., asesorada por André Gide, al entender que “como me temía se trata de historias de duquesas”, juicio que consideró, años después, el mayor error de su vida. La obra está dividida en tres partes. En la primera “Combray”, el narrador, que cabe identificar con Proust describe, en primera persona, su infancia y sus estancias en el pueblo de su padre. El celebrado comienzo de la novela “Mucho tiempo he estado acostándome temprano...”, lleva al protagonista al recuerdo y a la memoria de los primeros años de su vida, a las noches de verano en que acostado, esperaba el beso de su madre antes de dormir, necesario para conciliar el sueño, las visitas a sus padres, entre otros de Swann, persona culta y refinada, que se enamora de una mujer elegante y de vida disipada, Odette, de la duquesa de Guermantes, uno de los amores platónicos del protagonista, junto con Giliberta, y Albertina... Párrafo de culto es aquel en el que el protagonista moja una magdalena en té y, en ese instante, recobra la memoria de la infancia y sus vivencias a través de las sensaciones, emociones, sabores, olores, afectos que perduran vivos, inmateriales, perdidos sus soportes materiales. A través del mundo exterior -la magdalena- el protagonista rememora el mundo interior de su niñez y recupera el tiempo perdido.

El protagonista reconstruye el tiempo, a través del arte, una pintura, una obra musical y rememora el tiempo interior, en la mirada del tiempo exterior, un cuadro o un rostro envejecido. El arte por encima de la pasión amorosa, perecedera, enfermiza, paralizante hasta el encantamiento. Y en el arte lo que importa es lo subjetivo, lo singular, la impresión que en el momento capta o transmite la sensibilidad del artista. Solo a través del arte y de la memoria, voluntaria o involuntaria, se es capaz de recobrar el tiempo perdido y vivirlo en su plenitud, frente al tiempo presente, creativo pero fugaz, que no nos permite captar todos los sentimientos y emociones que se producen.

En la segunda parte, “Un amor de Swann”, se narran las relaciones tormentosas e ilusionantes entre Swann y Odette, y en la tercera, “Nombres de tierras: el nombre”, se relata la relación adolescente entre el narrador y Giliberta Swann.

Si bien la obra de Proust está estrechamente relacionada con su vida, “mi experiencia es parte del material que empleo en mi obra”, no se trata tan solo de una documentada e insuperable memoria de su tiempo, sino que se realiza una interpretación creadora de la realidad vivida o imaginada, en el que la confluencia de las magnitudes tiempo-espacio, el contraste entre el tiempo interior y exterior, la ausencia de trama y argumento inicial, la concepción de tiempo creativo, la relatividad del yo, el subjetivismo y la consideración de que sólo a través de la memoria y el recuerdo cabe recobrar el tiempo y vivirlo en su plenitud, evitando su olvido y desaparición, constituyen aspectos novedosos de una obra que culmina magistralmente la narrativa del XIX y pone las bases de lo que va a ser la novela en el siglo XX.

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