POR LA DEMOCRACIA Y EL ESTADO DE DERECHO EN HISPANOAMÉRICA
¿Puede España dar buen ejemplo de Democracia y Estado de Derecho con un Tribunal Constitucional que valida la Ley de Amnistía? Claro que no, al revés, nuestro sistema deviene por mor de tan dañina doctrina un arquetipo negativo, con tendencias similares a las que se observan en México, Colombia o Bolivia. Al igual que las pandemias desconocen fronteras, hace años nos han contagiado las ocurrencias de los populismos al otro lado del Atlántico, apenas contenidas gracias a la tenaz resistencia de profesionales en el ámbito de la judicatura, la función pública meritocrática y la sociedad civil. Sin tal esfuerzo responsable, la mutación de régimen estaría servida.
Por ello mismo, es preciso perseverar. Frente a los intentos de dar carta blanca a cualquier mayoría de ocasión, va siendo hora de poner las cosas en su sitio. A ello presta un sobresaliente servicio La Democracia en Hispanoamérica, obra del Profesor Santiago Muñoz Machado, excelente libro que llama a reflexionar sobre las aportaciones históricas españolas en la construcción de instituciones favorecedoras del desarrollo, así como permite identificar las verdaderas causas de males americanos endémicos (caudillismo e injusticia) de los que no estamos protegidos.
El sueño constitucional de Cádiz, en 1812, se proyectó en América, un continente en el que hasta el siglo pasado seguían invocándose las Partidas de Alfonso X el Sabio como fuente de Derecho supletorio. Allí también rigió la primera Carta liberal, con sus garantías y divisiones del poder. La libertad de imprenta, la soberanía popular y el control del gobierno son legados de la Madre patria que aprovecharon los próceres de las Independencias hispanoamericanas.
No existirían universidades, ni municipios autónomos, ni jueces conscientes de su auténtica función, ni idea alguna de legalidad y rendición de cuentas en las repúblicas americanas sin las raíces del mejor Derecho de Castilla, el que llevaron consigo los audaces descubridores de un mundo rico en culturas y recursos, pero también marcado por crueldades extremas y sanguinarias opresiones de los fuertes sobre los débiles.
Poco se ha contestado aún la leyenda negra, campaña de difamación y noticias falsas antes de que ese concepto existiera. La propaganda británica contra los españoles persistió durante siglos, confundiendo incluso a muchos de nuestros historiadores, quienes lejos de reivindicar todo lo que España aportó, prefirieron complacer a sus colegas foráneos.
Vergüenza debería darle a cada académico que viaja allí y no defiende su país. El Ministerio de asuntos exteriores, el de cultura, el Instituto Cervantes y todo euro de dinero público español debería destinarse a reivindicar nuestra lengua, literatura, historia y aportación institucional a la Democracia y al Estado de Derecho.
Ciertamente, no estamos ahora para dar muchas lecciones, ni pocos son los profesores universitarios que han contribuido a poner las cosas aun peor. Quienes cobraron y siguen cobrando fortunas del régimen venezolano, los que defienden todavía hoy a los tiranos de Cuba y Nicaragua. Todo aquel que no critica las dictaduras, sean del signo que sean, presta un flaco favor a España y deteriora nuestra imagen en América.
Los partidarios de los caudillismos recientes, los autócratas y su “nuevo constitucionalismo” son desenmascarados en el libro del Director de la RAE. Así también se pone en evidencia a quienes se enriquecen sin consideración hacia los encarcelados. Algunos de estos palmeros colaboraron como consultores en la redacción de cartas antidemocráticas. Y, toda vez que esos mismos no quieren reconocer que España dio desde un principio lo mejor de sí a Hispanoamérica, contra su discurso debemos reivindicar nuestro pasado, el que atacan los populistas.
Voces altas y claras en defensa del legado español son precisas, perfecta aportación de La Democracia en Hispanoamérica. Pocas veces se encontrará un ejercicio de compromiso institucional tan ejemplar como el mostrado por Santiago Muñoz Machado, audaz ejercicio de pensamiento liberal, justo cuando es más necesario.