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El infravalorado papel de Melania Trump; por Rafael Navarro-Valls catedrático y presidente de la Unión Internacional de Academias Jurídicas Iberoamericanas

27/12/2024
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La discreta presencia de la esposa de Donald Trump ha ayudado a humanizar al candidato y a que pudiera conectar con los votantes. En un panorama político marcado por la polarización, ha representado un elemento de equilibrio

EL INFRAVALORADO PAPEL DE MELANIA TRUMP

EN EL panorama político estadounidense hay un personaje constitucionalmente inexistente pero cada vez más importante. Me refiero a la “primera dama” (first lady). No tiene presupuesto, salvo franquicia postal, y sus colaboradores (“su tribu”) suelen asentarse en el ala este de la Casa Blanca.

Las primeras damas que han ocupado la Casa Blanca llevan a ella su propio carácter, sus manías y sus gustos, sus inquietudes y sueños. Pensemos, por ejemplo, en Nancy Reagan. Le encantaba ser primera dama, era consciente de que disfrutaba de un privilegio concedido a muy pocos: contribuir a escribir la Historia. Sin embargo, los ocho años en que lo fue estuvieron llenos de sobresaltos: mientras su marido fue presidente murieron su padre y su madre; tanto ella como Ronald Reagan fueron operados de cáncer; muy poco después de instalarse en la Casa Blanca, el presidente sufrió un atentado etc. Ronald Reagan y ella fueron, sin embargo, la pareja presidencial más enamorada que habitó la residencia presidencial de Estados Unidos.

Michelle Obama supuso una anomalía estadística. No sólo porque es la primera mujer afroamericana que llegó a la Casa Blanca, sino también por su respetable altura de 1,82 metros y por su fuerte carácter. De hecho, la apodaban como la parte “ácida” del presidente Barack Obama. Claro que esto lo decían los republicanos; para los demócratas era una nueva Jackie Kennedy.

Veamos varias situaciones delicadas por las que pasaron algunas primeras damas. ¿Qué pasaba por la cabeza de Jackie cuando velaba a John F. Kennedy en la bodega del Air Force One tras su asesinato en Dallas? Cuando con su traje rosa manchado de sangre fue testigo, en el mismo avión, del juramento de Lyndon Johnson como nuevo presidente, ¿qué borrascas amenazaban su corazón? Pat Nixon, cuando su avión se alejaba de la Casa Blanca tras la dimisión de su marido, ¿qué sentía al sobrevolar por última vez la casa con 132 habitaciones que había ocupado durante casi seis años?

Bill Clinton convirtió en una embrollada cuestión legal un acto pasional; había traicionado a su esposa y a su equipo. Era algo patético verle confesando en televisión su affaire con la becaria Lewinsky. Muchas mujeres norteamericanas se preguntaron: ¿por qué Hillary sigue a su lado? Ésta se sentía “insoportablemente sola”; su mejor amigo la había humillado ante el mundo entero. Sin embargo, ella confesaría lo siguiente: “Aunque aún no había decidido si quería luchar por mi marido y por mi matrimonio, estaba decidida a luchar por mi presidente”. Más recientemente, es admirable la fidelidad que Jill Biden ha mantenido ante los deseos de Joe Biden de retener la presidencia un segundo mandato. Le ha acompañado, ha disculpado sus errores y le ha animado hasta el final.

Si nos fijamos ahora en la nueva primera dama, Melania Trump, hay que convenir que su presencia ha sido discreta, tanto durante el primer mandato del republicano como en el largo y accidentado proceso electoral de 2024 que lo ha vuelto a situar en el Despacho Oval. Su figura y su influencia en el triunfo de su marido han sido minusvaloradas. Conviene estudiarla más de cerca.

Melania Trump nació en Eslovenia y llevó a la esfera pública norteamericana un aire de sofisticación internacional y un discreto carisma. Su formación como modelo y su experiencia europea (allí vivió hasta 1996) le permitieron proyectar una imagen de glamour y elegancia que complementaba la actitud combativa de Donald Trump. En la campaña de 2016, esta dualidad fue importante para atraer a votantes que, al tiempo que desconfiaban del estilo directo y a veces agresivo del entonces candidato republicano, confiaban en la dulzura y la elegancia que emanaban de Melania.

En su discurso en la Convención Nacional Republicana (aunque polémico por acusaciones de plagio) mostró el lado más humano de Trump. Se refirió a sus valores familiares, aportando un contraste que resonó positivamente en ciertos sectores del electorado, particularmente mujeres independientes que se sentían alienadas por el tono beligerante de la campaña.

Para las elecciones de 2024, Melania Trump asumió un rol más estratégico. Mientras Donald Trump se enfrentaba a continuos desafíos legales -fruto de sus errores personales- y parte de sus críticos le acusaban de polarizar a la sociedad, Melania se convirtió, en cambio, en una presencia silenciosa que reforzó la perspectiva de la estabilidad familiar. Aunque su participación pública fue limitada, cada una de sus apariciones estaba cuidadosamente preparada para optimizar su impacto.

En 2024, Melania se centró en causas familiares y sociales que ya había promovido como primera dama, desde el bienestar infantil hasta la lucha contra el acoso on line. Aunque estas iniciativas no fueron ampliamente difundidas, enviaron en su sencillez un mensaje claro: ella representaba una parte más suave y humanitaria del legado de los Trump, lo que ayudó a aminorar las críticas dirigidas hacia su esposo.

Una de las contribuciones más significativas de Melania Trump fue su capacidad para conectar con las mujeres votantes, un bloque demográfico al que Donald Trump tuvo serias dificultades para conquistar. Sin realizar declaraciones políticas expresas, Melania utilizó su posición para señalar valores tradicionales que resonaron positivamente en la gran masa conservadora. En este sentido, el compromiso con la familia, el patriotismo y la fe fueron asumidos con naturalidad por sus destinatarios.

Su decisión de mantenerse alejada de la controversia política la convirtió en una figura menos discutida que su esposo. Esto permitió que la campaña electoral del candidato pudiera presentarla como un ejemplo de unidad y dignidad, apelando a votantes moderados que podrían haberse mostrado indecisos a la hora de apoyar a Trump.

Melania Trump también desempeñó un papel importante en la estrategia visual de la campaña. Su estilo de moda fue cuidadosamente seleccionado para transmitir mensajes subliminales, como su famoso abrigo verde con la frase “I really don’t care, do u?” (“A mí da igual, ¿y a ti?”), que generó controversia, pero también atrajo una atención masiva. Según su marido, el mensaje estaba dedicado a los medios de comunicación falsos y deshonestos. En sus palabras: “Melania se ha dado cuenta de lo falsos que son, y a ella realmente ya no le importa”. Este gesto fue agresivo y debatido subrayó su capacidad para mantenerse en los titulares sin necesidad de discursos elaborados.

En 2024, su vestimenta continuó siendo un vehículo de comunicación. Optó por colores patrióticos y estilos clásicos en eventos clave, pretendiendo simbolizar estabilidad y tradición. Su imagen discreta contrastaba con el caos percibido en el panorama político, pues ayudaba a reforzar el mensaje de “ley y orden” promovido por su esposo.

MELANIA también actuó como moderadora de las percepciones públicas sobre Donald Trump. En momentos difíciles de la campaña -en especial cuando el republicano fue acusado penal o civilmente-, la presencia de Melania fue decisiva para proyectar una imagen de normalidad y apoyo firme. Aunque pocas veces habló directamente sobre estos temas, su decisión de mantenerse en los actos públicos al lado de su esposo envió un mensaje de unidad y confianza.

Con todo, la participación de Melania no ha estado exenta de críticas. Algunos medios la acusaron de aparentar frialdad en sus apariciones, o de no hacer lo suficiente para contrarrestar las políticas divisivas de su marido. Otros cuestionaron si su papel era fingido o simplemente una estrategia diseñada para atraer votos.

A pesar de estas críticas, la capacidad de Melania Trump para mantener su imagen cercana y familiar a lo largo de dos campañas y todo un período presidencial ha sido una muestra de su habilidad para resistir la presión y la complejidad de la vida política.

En síntesis, Melania desempeñó un papel importante, a menudo subestimado, en las campañas de su marido. Su discreta presencia, combinada con una estrategia visual y simbólica cuidadosamente ejecutada, ayudó a humanizar al candidato y a conectar con votantes clave. En un panorama político marcado por la polarización, representó un elemento de equilibrio que, aunque a veces silencioso, ha sido esencial en el éxito del republicano. Si bien la historia del ascenso político de Donald Trump se centra principalmente en su personalidad y en sus estrategias, sería un error subestimar la influencia de Melania como una de las piezas clave en este complejo rompecabezas político.

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