LAS LLAVES DE LA CAJA Y LA (IN)SOLIDARIDAD
La financiación singular eran las “llaves de la caja”. Hace unos meses escribía en EL MUNDO que el control de la totalidad de los impuestos generados en Cataluña era la clave de la financiación “singular” que proponía ERC. Esto se ha confirmado, con bastante detalle, en el acuerdo de investidura entre el PSC y ERC. Pero eso implica fragmentar la Agencia Tributaria del Estado y reducir drásticamente la solidaridad interterritorial, lo que tiene unos costes, de todo tipo, que no se está teniendo en cuenta.
El primer pilar de este “concierto tributario solidario” que han acordado PSC y ERC es que la Generalitat, a través de la Agencia Tributaria de Cataluña (ATC) recaude la totalidad de los impuestos generados en Cataluña. Un primer problema es que la LOFCA, la ley de cesión de tributos a las CCAA y el propio Estatut (entre otras leyes estatales) prevén que la competencia sea de la AEAT. Además, la Constitución en su artículo 134 establece que la potestad tributaria originaria corresponde al Estado, y esta propuesta le privaría de ella sin soporte constitucional alguno (a diferencia del País Vasco y Navarra que la tienen reconocida en la DA1.ª de nuestra Carta Magna). Quizás esto se ignore, pero es bastante probable que muchos contribuyentes, con razón o sin ella, recurran contra los actos de la ATC si esto pasa, con lo que aumentaría la inseguridad jurídica y la litigiosidad.
El segundo problema es que la ATC no tiene “medios humanos, materiales, tecnológicos ni económicos” para gestionar los grandes impuestos estatales. La solución que propone el acuerdo de investidura es que se traspasen. Esto supondría fragmentar la AEAT, y con ellas sus bases de datos. Esto supondría más costes, duplicidades, información que tarda más en llegar o se pierde. Las consecuencias serían más coste de recaudación, peor coordinación y más fraude fiscal. Esto supone copiar el sistema alemán, en que los Lander recaudan la mayor parte de los impuestos. Pero según datos de la OCDE de 2021, el coste administrativo de la AEAT es del 0,5% de la recaudación, mientras que el alemán es un 260%, un 1,3%, en un país más rico y con menos fraude (al menos según muchos informes).
Más allá de todos estos costes, la finalidad, el segundo pilar, de esta “financiación singular” por mucho que se vista de solidaridad, no es tener un sistema más justo, eficiente o solidario, sino simplemente reducir la “aportación de Cataluña”, es decir aumentar los recursos disponibles de la Generalitat, sin tener que recurrir a recortar el gasto público ni a aumentar los impuestos en Cataluña. Para eso hay un instrumento explícito, que es la ordinalidad. Este principio, que es complicado de aplicar en la práctica, establece que el orden entre CCAA no se debería ver alterado por las contribuciones hechas para financiar la solidaridad. Esto se puede discutir, pero parece complicado que se establezca sólo para Cataluña, y, además, como contrapartida para otorgar la confianza del Parlament a un candidato a presidir la Generalitat.
La otra herramienta para reducir la “solidaridad” catalana, y dotar de más recursos a la Generalitat son las propias llaves de la caja. Esta menor solidaridad aun así puede ser superior a lo que aportan a los fondos de solidaridad el País Vasco y Navarra, que no aportan, pero tendrá un efecto muy superior, tanto porque Cataluña es tres veces más grande, como porque llueve sobre mojado. No es un tema menor, es la garantía financiera de los servicios públicos fundamentales de sanidad, educación o servicios sociales, que se resentirán a medio plazo en el resto de los territorios si este proyecto finalmente sale adelante.