EL PRIMER DÍA DE UN CAMBIO PROFUNDO
La sentencia del Tribunal de Justicia supone un notable cambio de paradigma en las relaciones entre el modelo federativo y el derecho de la Unión Europea. En esencia, la idea es que el modelo federativo, convencionalmente, denominado piramidal, no ampare un abuso de posición dominante ni infracciones al derecho de la competencia en cuanto regulador de los mercados económicos. Eran numerosos los documentos de la propia UE y alguna de las sentencias previas los que habían llamado la atención sobre la posición de las entidades deportivas en su doble condición de reguladores y organizadores. Esta última condición es la que se somete al derecho de la competencia y la que está resultamente afectada tras el pronunciamiento.
Lo que el Tribunal ha indicado es que efectuar o establecer medidas coercitivas por la participación o, incluso, la creación de una entidad deportiva es algo que sólo puede hacerse con motivos reales y condiciones transparentes. Lo contrario, el ejercicio de potestad sancionadora o de efecto equivalente por la creación o la participación en una competición profesional y, por ende, en una actividad económica no está permitida a quien ostenta por su propia posición ordinamental una situación de dominio del mercado que le permite, adicionalmente, incidir en mercados que sustentan la propia actividad deportiva como son el de los derechos audiovisuales y el de la publicidad.
La compatibilidad concreta de la Superliga con estas reglas se remite al derecho nacional y, en concreto, al procedimiento que se sigue ante el Juzgado de lo Mercantil que valorará si las reglas de interpretación que se acaban de fijar son compatibles con la actuación de la UEFA al conocer la decisión de los clubes de crear una competición comercial. Este proceso tiene hasta dos instancias más en España y, por tanto, los efectos concretos sobre la competición hay que dimensionarlos en el tiempo.
De lo que no cabe duda es de que algo ha comenzado a cambiar en el día de hoy para el deporte y para la organización deportiva. Cuando la actividad deportiva tiene la consideración de actividad económica rigen las reglas de la competencia y el regulador que, además, es organizador, no puede prevalecerse de su situación para impedir que otros agentes entren en el mismo mercado y ejerzan una actividad económica en términos convencionales. Cualquier limitación (que de hecho no se niega) tiene que ser razonable en términos de compatibilidad con el derecho comunitario y objetiva e igualitaria. Puede haber limitaciones, pero su aplicación no puede ser automática ni directa, tiene que ser aplicada en el marco de un procedimiento específico en función de las circunstancias y sentado que estamos en un terreno en el que rigen las reglas de la economía y que la especificidad del deporte no admite ni su derogación ni su preterición.
A partir de este día cero es evidente que el movimiento deportivo tendrá que buscar nuevas reglas de convivencia que no pasen por el ejercicio discriminado de un poder sancionador que no necesariamente puede darse allí donde hay una actividad económica lícita.
El llamado modelo piramidal, fundado en la solidaridad, ha empezado a hacer aguas o para ser más exactos a situarse en un marco de convivencia y concurrencia en el que las cosas no podrán ser igual. La preferencia absoluta de organización, el control de la publicidad y de los medios, la libertad de prestación de servicios y de circulación suponen reglas (que habrá que ir modulando) que determinan la necesidad de un cambio profundo que pase por la coexistencia en términos económicos y de mercado, labor que, a priori, exigirá imaginación y cambios de paradigmas.
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