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Alejandro Nieto; por Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española

09/10/2023
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El día 8 de octubre de 2023 se ha publicado, en el diario ABC, un artículo de Santiago Muñoz Machado en el cual el autor considera que el profesor Nieto ha sido, verdaderamente, un adelantado en el método y la orientación de los estudios porque aborda, con cuarenta años de antelación, los problemas de nuestro Estado de derecho que más preocupan en la actualidad. Con su muerte, nos ha abandonado una persona buena y honesta, un universitario de una época que ya está terminando, para nuestra desgracia, y un escritor claro, elegante y de insólita sabiduría.

ALEJANDRO NIETO

El pasado martes falleció Alejandro Nieto, lúcido y terrible hasta el día de su expiración. Austero, responsable y crítico hasta la médula. Esperó tranquilamente a la muerte, cuando anunció que venía de camino, mientras llegaba a buscarlo. Me dice su hijo Matías que mostró alguna preocupación, esos últimos días, por su herencia intelectual. En el sentido más noble: quién seguiría alimentando la curiosidad intelectual de sus discípulos, espoleando su capacidad crítica, enseñándoles a dudar y asombrarse de todo, como él había hecho siempre. Estaremos muchos amigos y discípulos dispuestos a recordarlo, y a mantenerlo vivo de esta manera, pero ninguno podrá imitar la calidad y las formas de su magisterio porque ha sido un intelectual sin recambios, irrepetible.

Deja, claro está, su impresionante ejemplo de maestro. No explicaba Alejandro lo que había que hacer para ser un buen intelectual o un avezado jurista. Ofrecía su ejemplo. Para ser catedrático de Derecho Administrativo creyó que, antes, debía conocer bien la Administración Pública; obtuvo por oposición una plaza de funcionario técnico y estuvo sirviendo a la Administración unos años. Luego buscó un buen maestro que le dirigiera su tesis doctoral y el profesor Eduardo García de Enterría condujo sus primeros pasos. Consideró necesario profundizar en los conocimientos y doctrinas generales y se fue a Francia y Alemania a estudiar durante algunos años. De aquí vino en compañía de Erna Koenig, que sería su esposa y madre de sus tres hijos. La conoció en la biblioteca de Göttingen, claro, en la que estuvo enclaustrado. Cuando maduró en el conocimiento de la disciplina, opositó a la cátedra de Derecho Administrativo de la Universidad de La Laguna. La ganó, hizo el petate y se fue a vivir allí, dejando una huella profunda, por su prestigio y enseñanzas. Pasó luego por las universidades de Barcelona, Alcalá de Henares y Complutense, donde le alcanzó la edad de jubilación hace unos años; no la de retiro porque ni dejó de escribir (publicó un libro a los noventa para contarnos cómo se veía el mundo desde esa cumbre) ni de enseñar en un seminario que fundó en la Facultad. He coincidido con él durante los últimos cincuenta años y he tenido una cátedra, junto a la suya, en sus dos últimos destinos, de manera que podría escribir un libro narrando lo que he disfrutado con sus enseñanzas y me he divertido con sus análisis sobre la vida, la historia, la universidad (‘La tribu universitaria’, 1985, es uno de sus libros de impacto) y España.

La obra que deja Alejandro Nieto es verdaderamente copiosa por su amplitud e inusitadamente variada por su contenido. Eligió para su tesis doctoral y sus primeros libros temas próximos al mundo rural, en el que había crecido, y a las formas históricas de aprovechar la tierra (‘Los bienes comunales’, de 1964, sigue siendo un libro de referencia). Y en 1976 dio un salto descomunal para escribir el mejor libro sobre el pensamiento burocrático con el que contamos en España. Más de mil páginas en las que repasa la Sociología, el Derecho, la Filosofía y la literatura de la burocracia.

Un libro sobre la burocracia de 1962 (‘El mito de la Administración prusiana’) había anticipado la inclinación del profesor Nieto por el estudio de la organización administrativa y sus agentes, a la que dedicaría todavía muchas más investigaciones. Pero, desde finales de los años setenta, su bibliografía se orienta en dos direcciones muy marcadas: por un lado, los estudios históricos y, por otro, los análisis críticos sobre el funcionamiento de las instituciones públicas.

Nieto ha sido, verdaderamente, un adelantado en el método y la orientación de esos estudios porque aborda, con cuarenta años de antelación (al poco tiempo de promulgarse la Constitución), los problemas de nuestro Estado de Derecho que más preocupan en la actualidad. Es él quien primero recupera y difunde la crítica a la corrupción administrativa. Corrupción económica y corrupción por medro y prevaricación para alcanzar el poder sin mérito ni capacidad (la última entrega de un serial de libros y artículos sobre este asunto es su obra ‘Corrupción en la España democrática’, de 1997). De todo esto trata en sus obras, con insistencia, a partir de 1980. Aprovecha su dominio de la historia del siglo XIX para ponernos delante de personajes corruptos que usan métodos de saqueo que se han mantenido a lo largo de los años. Cuando ingresó en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas leyó un discurso titulado ‘Los sucesos de Palacio de 28 de noviembre de 1843’, sobre las artimañas corruptas de un ministro de la época isabelina y su protección por la Corona. ¡Extraordinario atrevimiento, dijeron algunos, en una Casa fundada por Isabel II, cuyo retrato preside el salón principal!

Las crisis y quebrantos de las instituciones, que tanto nos preocupan a todos en la actualidad, han sido objeto de denuncias implacables por parte del profesor Nieto. Creo que puede ponérsele fecha de inicio a esa dedicación: 1984, año en el que publica ‘La organización del desgobierno’. Estábamos en la Universidad de Alcalá de Henares y me pidió que leyera el original mecanografiado. Le dije, recuerdo, que había afirmaciones “un poco exageradas”, pero no me hizo ningún caso y lo dejó todo como estaba. El libro tuvo un enorme impacto y fue un gran éxito de ventas.

En esa veta de la crisis y el mal funcionamiento de las principales instituciones del país siguió con varios libros más: ‘El desgobierno judicial’ (2005), ‘El desgobierno de lo público’ (2008), ‘El malestar de los jueces y el modelo judicial’ (2010) Estas obras, lucidísimas, descaradas e implacables, que muestran un dominio absoluto de nuestra lengua, vinieron acompañadas de una pérdida manifiesta de su fe en el Derecho, que empezó a concebir como una disciplina manipulable, con un fuerte componente de subjetivismo e inseguridad. En algunos de sus libros explica con toda honestidad sus razones.

Dedicó publicaciones, a lo largo de toda su vida, a la historia de las instituciones, la mayor parte centradas en la primera mitad del siglo XIX. Todos sus libros de historia son buenos. Trabajó siempre sobre fuentes primarias y descubrió muchas cosas que no sabíamos. Pero el más importante de ellos es ‘Los primeros pasos del Estado constitucional: historia administrativa de la regencia de María Cristina de Borbón’ (1996), por el que obtuvo, con todo merecimiento, el premio nacional de Ensayo.

Nos ha abandonado una persona buena y honesta, un universitario de una época que ya está terminando, para nuestra desgracia, y un escritor claro, elegante y de insólita sabiduría. No nos podremos olvidar de él.

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