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El querido hermano; por Francisco Pérez de los Cobos Orihuel, catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad Complutense

29/08/2023
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El dia 29 de agosto de 2023, se ha publicado en el diario ABC, un artículo de Francisco Pérez de los Cobos Orihuel, en el cual el autor opina que al llegar a casa y abrir la edición que tengo de las ‘Obras completas’ de los hermanos Machado, publicada en Madrid por la Editorial Plenitud en 1967, comprobé que, en efecto, era ese un poema de Manuel Machado, concretamente el último de cuantos escribió, y que el autógrafo era auténtico pues la caligrafía del folio que había encontrado era la misma que reproduce en facsímil el libro bajo la rúbrica ‘Última poesía’. La vida recompensa a veces las largas devociones…

Desde que siendo niño me la descubrió mi padre, siento una honda admiración por la poesía de Manuel Machado. Creo que Manuel Machado es, como escribió su propio hermano, un “inmenso poeta”, y que la historia en general y la de la literatura en particular, con salvadas excepciones, han sido injustas con él y su obra. Liberal por talante y convicciones, el parteaguas de la Guerra Civil, tan arrollador, ha establecido la falsa imagen de dos hermanos enfrentados, adscritos a bandos antagónicos. Como suele suceder, la realidad es más compleja, trágica y bella que su versión oficial, pues a pesar de la guerra, de la separación física e ideológica, la admiración y el amor profundo que se profesaron ambos hermanos prevaleció hasta su muerte y, al decir de sus poesías respectivas, más allá.

Con el bello título ‘El querido hermano’ (Galaxia Gutenberg, Barcelona 2023), Javier Pérez Azaústre acaba de publicar una novela que reconstruye la peripecia vital del mayor de los Machado durante la guerra y el viaje que hizo a Collioure en 1939 para despedir los restos de su hermano Antonio, de cuyo fallecimiento había tenido noticia. Se trata de una reconstrucción bien documentada y respetuosa con la verdad y con la figura del poeta. Conocíamos los hechos, pues el también poeta y profesor Miguel D’Ors, máximo experto en nuestro autor, los había expuesto en sucesivos y rigurosos estudios (Vid., por todos, el prólogo de D’Ors a M. Machado, ‘Poesía de guerra y postguerra’, Universidad de Granada, 1992), pero este texto evoca muy bien el ambiente en el que se desarrollaron y la zozobra con la que Machado debió vivir aquellos días. Si acaso pudiera hacérsele un pero, es que se echa a faltar en él una mayor atención al proceso de conversión religiosa, que tanto peso tendría, al parecer, en la evolución ideológica del poeta.

Cuando el 18 de julio de 1936 se produjo la rebelión militar, Manuel Machado se encontraba en Burgos visitando con su mujer a una hermana de esta monja con la que solían celebrar cada año la festividad del Carmen, día de su santo. Habían llegado a Burgos el 15 y tenían pensado volver el 18 a Madrid, pero cuando llegaron a la estación el tren había ya salido y sería el último, puesto que al día siguiente se cortaron las comunicaciones. Esta casualidad separaría definitivamente a Manuel del resto de su familia.

Durante su estancia en Burgos, tuvo nuestro poeta un momento inicial de verdadero peligro, pues, a raíz de un artículo deleznable en el que se recordaba su pasado republicano y se le reprochaba tibieza hacia los sublevados, lo metieron en la cárcel, de la que por fortuna saldría cuarenta y ocho horas después merced a las gestiones de su mujer y de José María Pemán. A partir de entonces, sus declaraciones de adhesión al nuevo régimen y a Franco serían continuas, hasta el punto de convertirse ‘nolens volens’ en el “poeta oficial”.

Su ingreso en la Real Academia en 1938, instado por el propio Pemán y por Eugenio D’Ors, sería el culmen de este proceso de alineamiento. Pero en su discurso, que fue un recorrido del autor por su propia obra, no faltan -y estamos en 1938, es decir, en el año más cruento de la guerra- las menciones a su hermano Antonio, a sus primeros juegos literarios juntos y a su obra dramática común.

Manuel Machado supo del fallecimiento de su hermano a través del cartero que le lleva la correspondencia. Inmediatamente pidió a las autoridades que le autorizaran a desplazarse junto con su mujer al entierro y, de nuevo a través de Pemán, consiguió los salvoconductos y medios necesarios para el viaje. Ya en Colliure, sin embargo, supieron que su hermano Antonio llevaba días enterrado y que junto a él yacía también su madre fallecida un par de días después. Los dos días que permanecieron allí los pasó Manuel en el cementerio junto a la tumba de sus seres queridos.

En un pequeño libro que el tercero de los Machado, José, publicó en Soria en 1971, rememorando estos acontecimientos, ‘Las últimas soledades del poeta Antonio Machado’, escribe: “La vida de estos dos poetas estuvo siempre tan ligada que uno de los motivos principales que aceleraron la muerte de Antonio fue la inevitable y forzosa ausencia de Manuel”.

El más hermoso poema de homenaje a Antonio Machado lo escribió pocos meses antes de morir Manuel. Lo tituló ‘Ecos’ y en él invoca también a la madre, reza así:

“! Chopos del camino blanco, álamos de la ribera! ¿Qué tiene este verso, madre, quede ternura me llena, que no lo puedo decir sin que el corazón me duela?

¡Cho pos del camino blanco, álamos delaribera!

¿Qué tienen, madre, qué tienen estas palabras que suenan, tan dentro de mi pecho, y tan lejos y tan cerca

¡Cho pos del camino blanco, álamos delaribera!

¿Qué dicen, sin decir nada ?

Sin contar nada,¿ qué cuentan ?

De estas palabras sencillas ¿qué puso Antonio en las letras? ¡Cho pos del camino blanco, álamos delaribera!

Cuando en mis labios las tomo y hasta mis oídos llegan

¿porqué lloro sin consuelo?

Y¿ porqué lloro sin pena?

¡Cho pos del camino blanco, álamos delaribera! “.

Hace un par de años compré en la Feria del libro antiguo y de ocasión de Madrid, una antología poética de Juan Ramón Jiménez para jóvenes y, al hojearla luego, me encontré en ella un folio doblado con un poema manuscrito a lápiz con el título ‘Resuena Falla’ firmado por Manuel Machado. Pese a la emoción del hallazgo, inicialmente no me lo creí, pues recordaba haber leído que era Eulalia, su mujer, quien solía trascribir los textos del poeta con cuidada caligrafía. Pero al llegar a casa y abrir la edición que tengo de las ‘Obras completas’ de los hermanos Machado, publicada en Madrid por la Editorial Plenitud en 1967, comprobé que, en efecto, era ese un poema de Manuel Machado, concretamente el último de cuantos escribió, y que el autógrafo era auténtico pues la caligrafía del folio que había encontrado era la misma que reproduce en facsímil el libro bajo la rúbrica ‘Última poesía’. La vida recompensa a veces las largas devociones

Creo que hay algo de justicia poética en que este poema, un nuevo canto a Andalucía y a la música del amigo recién desaparecido en el exilio, cierre la poesía de Manuel Machado, pues al leerlo se diría que la fatal ruptura que para él supuso la guerra en todos los órdenes de su vida no se hubiera producido.

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