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La irrelevancia moral del pasado; por José María Ruiz Soroa, abogado

21/03/2023
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El día 20 de marzo de 2023 se ha publicado, en el diario El Mundo, un artículo de José María Ruiz Soroa en el cual el autor considera que en un país que cuenta con una lengua común, la política lingüística no puede legítimamente obligar a nadie el conocer otra lengua que esa.

LA IRRELEVANCIA MORAL DEL PASADO

Defendía en un artículo anterior que, en un país que cuenta con una lengua común, la política lingüística no puede legítimamente obligar a nadie el conocer otra lengua que esa, sin perjuicio del apoyo público que quiera darse a la conservación voluntaria de la lengua vernácula. Los doctores Pérez Lozano y Morales Gálvez critican mi tesis y me dan la oportunidad de profundizar en el debate.

Un cierto aseo procedimental: no jugar al nominalismo. Lo digo porque mis críticos afirman que, si utilizamos con propiedad los términos, hoy en día a nadie se le “obliga” a aprender la lengua vernácula. Observación tan cierta como banal: obligar en sentido jurídico estricto no se obliga a nadie. Ni siquiera a los inmigrantes se les obliga a conocer el castellano puesto que, siguiendo el sorprendente razonar de mis críticos, “a nadie le obligan a emigrar a España”. Un argumento que chirría.

Llámenle “obligación”, “coerción”, “empujón”, “medidas de apoyo”, “discriminación positiva”, “promoción” o como deseen, pero el hecho es que hoy en día en mi territorio vasco si no se domina el euskera no se puede acceder a un empleo público, o parapúblico, y con dificultad a uno privado de calidad. Si ante esta realidad optan por decir que “a nadie se le obliga a trabajar en ese sector”, y con ello respiran tranquilos como filósofos políticos, dando por salvaguardada la libertad e igualdad de todos los ciudadanos, poco nos quedaría por hablar. No usaríamos de los mismos conceptos. Estoy seguro de que no es el caso.

Vayamos al eje de la argumentación de mis críticos: la minorización: la lengua vernácula de que se trate fue un día mayoritaria en el territorio y si dejó de serlo fue por “injusticias cometidas en dicho pasado” () “por una política gubernamental de minorización de su lengua en beneficio de los hablantes de otra”. Según Pérez Lozano y Morales Gálvez “el pasado es relevante a nivel ético político” y, si en el pasado se utilizaron políticas injustas para imponer una lengua como mayoritaria, ahora sería comprensible usar de la coerción para reequilibrar las lenguas.

Aceptemos a efectos dialécticos esa dudosa historia. Incluso así, el argumento hace agua. En primer lugar, los derechos lingüísticos lo son de los individuos, no de las lenguas ni de los territorios, porque aquellos son los únicos sujetos morales relevantes. Si ese pasado injusto afecta todavía hoy en forma de desigualdad real y concreta a las personas vivas, es legítimo recurrir a medidas públicas intervencionistas para corregir esas situaciones. Pero si ya no afecta a las personas, ninguna actuación que limite la autonomía personal está justificada. Si afecta a las personas vivas, insisto. No si afecta a las mismas lenguas, a los territorios o a las naciones, porque estos no son sujetos morales. Afirmo que el pasado no es relevante a nivel ético político si no está produciendo todavía, aquí y ahora, y para las personas reales, alguna minoración de su libertad o igualdad. Y, en tal caso, las razones morales para intervenir se fundan en el presente, no en el pasado. Que la génesis de la realidad lingüística actual fuera injusta es irrelevante si ella misma ya no lo es.

¿Acaso es injusta para los bilingües su situación actual? No, gozan de todas las oportunidades vitales sin restricción, en ningún aspecto son discriminados. No pueden, como les gustaría a algunos, vivir en una sociedad en la que les quepa relacionarse con todos sin abandonar su idioma, tal como hacían sus antepasados. Se sienten “humillados” -dicen- por tener que cambiar de idioma al hablar con monolingües. De tal sentimiento pretenden derivar un derecho a vivir sólo en su lengua, que conllevaría la obligación de los monolingües de aprenderla. Erróneo: no existe ese derecho. Lo que en realidad intentan imponer a todos desde el Gobierno es su particular visión de la vida buena, sin respetar la autonomía de elección de los demás.

Por otro lado, las medidas de corrección de la realidad lingüística actual por mor de retornar al pasado ideal son incoherentes con su propio fundamento. Véase el caso: muchos ciudadanos vascos procedemos de familias que, en gran parte, hablaban en euskera en un pasado más o menos remoto. En algún momento -se dice- fueron objeto de políticas injustas, abandonaron el idioma ancestral y adoptaron el castellano. Ahora, sus descendientes, o sea, nosotros, somos discriminados en el acceso al empleo para forzarnos a aprender el euskera de nuevo. La discriminación se cebó con nuestros abuelos y se ceba con nosotros, sus descendientes: los mismos ¿No les parece que algo va mal en el argumento si su desarrollo lleva a tan incongruente conclusión?

Pasando a otro punto: declarar oficial y obligatoria la lengua que es común de hecho, y que todos conocen, es legítimo puesto que adquirirla no exige esfuerzo alguno a las personas. El castellano “se aprende en el aire”, por lo menos por aquí. No existen centros de enseñanza de castellano para vascos, se lo aseguro. En cambio, la enseñanza del euskera a ciudadanos vascos es una de las actividades empresariales más boyantes. Un índice fidedigno de lo que cuesta uno y otro aprendizaje.

Por último, me acusan del error de no reconocer que las lenguas tienen para las personas más valor que el meramente comunicativo. Creo que, de nuevo, juegan con las palabras y confunden el lenguaje con la(s) lengua(s), que no son lo mismo. El lenguaje es necesario para la formación y la comunicación del ser humano y, en este sentido, la lengua -una lengua- es un bien primario al que todos tienen derecho. Posee un valor universalizable porque satisface una necesidad de todo individuo. Otra cosa son los “valores” que cada uno, o cada grupo humano, quiera atribuir a una concreta lengua como “marcador de identidad”, “alma de un pueblo” e cosi via. Estos no son valores universalizables, sino sentimientos o cosmovisiones comunitaristas opcionales. Existen (¡vaya sí existen!), y son políticamente relevantes (¡vaya que sí!), pero en democracia liberal tienen nulo valor normativo: no es legítimo imponerlos a quien no los comparte. Dicho de otra forma: una cosa es el valor que algunos seres humanos asignan a su lengua y otra muy distinta es el valor que el lenguaje posee por sí mismo para el ser humano que es el de servir de instrumento para la hominización y la comunicación. Sólo este es un valor objetivo de relevancia moral porque sólo él responde a necesidades básicas de todo ser humano, hable como hable.

JOSÉ MARÍA RUIZ SOROA

TRIBUNA

El pasado no es relevante a nivel ético político si no produce ahora alguna minoración de su libertad. Que la génesis de la realidad lingüística fuera injusta es irrelevante si ya no lo es

Comentarios - 1 Escribir comentario

#1

Un sensato análisis.
Por que no reivindicamos el derecho a RECUPERAR el latín que es la lengua MAS VERNÁCULA COMÚN a todos los territorios salvo los de las comunidades vascoparlantes de España y Francia.
Costaría muy poco porque esas lenguas semi-vernáculas, gallego bable catalán mallorquín y valenciano sin olvidar el valverdeño, el chapurreao o la fabla y mil mas que existirán por ahí perdidos, que son solo DIVERSAS FORMAS DE HABLAR MAL EL LATÍN
Hablando se entiende la gente aunque hable en distinto idiomas si se quieren entender.
Si no quieren entenderse de nada les ayuda hablar el mismo idioma
¿qué podemos decir con la eliminación del árabe de los territorios del Reino de Granada?

Escrito el 22/03/2023 10:57:34 por Alfonso J. Vázquez Responder Es ofensivo Me gusta (0)

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