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Quo vadis democracia?; por José María Michavila Núñez, historiador y letrado del Consejo de Estado

21/11/2022
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El día 21 de noviembre de 2022 se ha publicado, en el diario ABC, un artículo de José María Michavila Núñez en el cual el autor opina que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia.

QUO VADIS DEMOCRACIA?

EL año 1789, con la Revolución Francesa, marcó el inicio de la Edad Contemporánea. Exactamente dos siglos después, la caída del muro de Berlín en 1989 supuso el fin de una era donde las ideologías fuertes monopolizaban el debate político. El triunfo de la democracia nos abrió a una nueva época. Sin embargo, parece que las viejas democracias sufren una cierta erosión. La llamada Edad Contemporánea, la de los siglos XIX y XX ha terminado. Podemos llamarla la Edad Democrática, acudiendo a lo que fue su mejor aportación. Hoy vivimos en un mundo dividido entre autocracias y democracias. Y de democracias divididas. En estas, los grandes partidos no construyen puentes de entendimiento en el centro sino que se preocupan de no perder por los extremos, convierten la discrepancia en lucha y dividen a la sociedad. División profunda y peligrosa en Estados Unidos, con enfrentamientos violentos incluidos y una radicalidad como no se conocía desde la guerra de secesión. Una nación en la que todos veíamos una democracia ejemplar de más de doscientos años. Envidiada por algo tan difícil como saber respetar la memoria de sus expresidentes, fuera cual fuera su color político. Capaz de mantener una estable coherencia en los ejes básicos de su convivencia y de su política exterior, tan sensible para quien lideraba el mundo. El devorador fuego de la división, que lo quema todo, casi ha reducido a cenizas ese árbol fértil.

División asimismo en el Reino Unido, donde la decisión de romper con la Unión Europea, alcanzada contra pronóstico y por la mínima, ha dividido y fragilizado su democracia, hasta ofrecernos el espectáculo de ganar a la misma Italia en la volatilidad de sus gobiernos. Tres primeros ministros en cincuenta días. En Francia, la casi desaparición del otrora poderoso Partido Socialista va unida a la sustitución en la derecha de los dos partidos tradicionales. El movimiento liderado por Emmanuel Macron, En Marcha, antiguo militante del partido socialista, y que se posiciona en el centro-derecha, compite en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales con el populismo de derechas que representa Marine Le Pen. La profunda división política y social tiene su más gráfica expresión en la revuelta de los llamados ‘chalecos amarillos’. En España, la estrategia de un presidente que necesita cada semana 56 escaños ajenos a su partido para mantenerse en el Gobierno, pone en manos de las minorías el guion de los debates y toma decisiones que dividen a la mayoría de los ciudadanos, incluidos los propios votantes de su partido.

Democracias divididas, por tanto, en un mundo dividido entre democracias y autocracias. Las democracias se han unido frente a la invasora autocracia rusa amparada por la superautocracia china. En este choque de placas tectónicas todo puede suceder. Es una constante en los últimos veinte siglos de la humanidad la sucesión de naciones líderes, dominantes. Un relevo que se ha producido invariablemente en una dirección estable que va del este al oeste. A Egipto le sucede Grecia y a esta, Roma. Luego el centroeuropeo con el imperio carolingio, después España, Francia, Reino Unido y la siguiente centuria continúa el liderazgo su peregrinaje hacia el este, salta el Atlántico y se instala en los Estados Unidos, gendarme mundial del siglo XX.

Y ahora ¿qué? ¿Saltará el liderazgo mundial el Pacífico para entregarle las llaves de un cetro en solitario a China? Es la gran incógnita y también para muchos el gran miedo del futuro, inmediato o no, pero muy probable. La diferencia entre esta nueva nación dominante y los siglos anteriores es que había una cierta similitud cultural por compartir idénticas raíces judeo greco cristianas. El dragón oriental es un animal bien distinto. Para una cierta mitología sería un personaje que viste una piel diferente, se alimenta de serpientes venenosas y hasta puede expulsar bolas de fuego por su boca.

En este panorama pareciera que las democracias y el mundo se asemejan a ese protagonista de una película ambientada en la Roma antigua, no recuerdo si era ‘Quo Vadis’ o ‘La Túnica Sagrada’, al que atan de muñecas y tobillos a cuatro caballos que tiran cada uno por un lado hasta desmembrarle. Pero el forzudo torturado gana! Eso mismo creo que va a hacer la democracia.

Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia. El populismo es una patología de una democracia adolescente que será superado con más años de democracia. Hay señales evidentes de que esa enfermedad se está empezando a superar. Las recientes elecciones en Estados Unidos han reforzado la dividida democracia americana. Se paran los pies al regreso del antisistémico expresidente, se perfila un candidato republicano más sensato y moderado y al tiempo los demócratas no van a poder presentar candidatos tan radicales como compitieron con Biden en las primarias. Lula gana en Brasil, pero se modera. Petro, en Colombia, trata de hacer lo mismo desde la izquierda, y Meloni, en Italia, lo hace desde la derecha. El laborismo británico se modera para vencer al caótico sucederse de conservadores. Y en España, Andalucía es un ejemplo de regeneración de la democracia desde la conexión con el sentido común y con los intereses de la mayoría de los ciudadanos, a quienes los extremismos ni les convencen ni les interesan. Parece anunciar un estilo que podría llegar a ser el del futuro gobierno de convivencia democrática que bien convendría a los españoles.

Por otro lado las democracias no van a ser devoradas por el monstruo autocrático. Es posible que Estados Unidos y China convivan durante décadas, si no siglos, en una ‘entente cordiale’, con momentos tensos y discrepancias alarmantes pero sin llegar al conflicto armado, como ha sucedido cada vez que un liderazgo ha sustituido a otro. China no necesita conquistar territorio como se hacía antes, sino crecer. Para ello debe vender y quien compra es Estados Unidos, que a su vez compra con la deuda que suscribe China. Este círculo de intereses recíprocos podría garantizar una estabilidad global. Con el tiempo la fuerza innovadora de la sociedad abierta que genera la democracia acabará transformando las autocracias. Su fuerza es su debilidad. El hiperliderazgo concentrado es efímero. Y con los años mis hijos y nietos verán una China y una Rusia democráticas. Por el momento la India, una democracia compleja en una nación compleja, pero democracia al cabo, parece que puede hacer sombra a China. En veinte años Xi tendrá 99 años, Dios le guarde, y mi hijo pequeño, Dios le guarde más, no habrá cumplido los 30 ojalá los cumpla viendo que el mapa ético que se extiende con la democracia ha puesto su color en la inmensa mayoría de la Tierra.

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