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Peces-Barba, presidente del Congreso; por Luis María Cazorla Prieto, académico de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España

24/10/2022
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El día 24 de octubre de 2022 se ha publicado, en el diario ABC, un artículo de Luis María Cazorla Prieto en el cual el autor opina que Gregorio Peces-Barba es uno de los principales artífices del lado bueno de un parlamentarismo contemporáneo español que en estos días no vive su más luminoso periodo.

PECES-BARBA, PRESIDENTE DEL CONGRESO

Hará pronto cuarenta años que Gregorio Peces-Barba Martínez fue elegido presidente del Congreso de los Diputados. Lo fue el 18 de noviembre de 1982 con el abrumador respaldo de ¡338 votos de los 346 votantes! Pocos días antes, en un merendero hoy desaparecido situado cerca de la madrileña Puerta de Hierro y no lejos de la facultad complutense de Derecho me propuso ocupar en mi condición de letrado de las Cortes Generales la Secretaría General del Congreso de los Diputados a lo que enseguida se sumó la condición de letrado mayor de las Cortes Generales. Me planteó un seductor programa de fortalecimiento y modernización de la Cámara, y, aceitado esto con nuestra relación universitaria, en la que tanto le debía pues como vicedecano me defendió ante los que opinaban que una persona con la trayectoria profesional que yo ya tenía no pintaba nada en la Universidad, y amistosa que manteníamos con él mi hermana Soledad y yo, me decidieron a dar el paso adelante y abrir una etapa inolvidable de mis más de cuarenta y cinco años al servicio de las Cortes Generales, que acabarán el próximo 27 de noviembre.

La idea-fuerza que alentó sus casi cuatro años de Presidencia fue la de fortalecer el papel y la primacía de las Cortes Generales como institución política suprema del Estado y para ello desplegar una amplia gama de acciones que nutrieran la vida parlamentaria.

No era tarea fácil lo que impregnó todo el proceder presidencial del diputado por Valladolid. La aplastante mayoría de 202 escaños que obtuvo el PSOE en las elecciones del 28 de octubre de 1982 mientras que el primer partido de la oposición, Alianza Popular, se quedó en 107 escaños, ¡a casi cien de distancia!, favorecía la tentación de someter al rodillo a todo lo que se opusiera a la voluntad del Gobierno, encabezado, además, por alguien de tan vigorosa personalidad política como Felipe González.

Pero Peces-Barba estaba bien armado para la ingente misión en la que se había empeñado. Ser miembro del PSOE no le privó nunca de tener criterio propio, siempre abierto a la conciliación. El respeto a toda persona y la defensa de sus derechos formaban parte de lo más marmóreo de su cañamazo personal. Su calidez en el trato personal, a veces con gotas de ingenua candidez, ayudaba a fundir obstáculos. Algo muy importante remachaba, por fin, el clavo: tuvo meridiano desde el primer instante que su paso por la política acabaría con la Presidencia del Congreso, para volver a continuación a su ser más íntimo de profesor e investigador universitario, lo que cumplió casi a rajatabla.

Fruto de lo que acabo de esbozar, en la legislatura que presidió la tensión creativa entre el Parlamento y el Gobierno fue constante, fructíferamente resuelta gracias al papel armonizador que por el lado gubernamental desempeñaron, entre otros, Alfonso Guerra y Virgilio Zapatero, y Leopoldo Torres y Javier Sáenz de Cosculluela por el parlamentario.

El segundo presidente socialista del Congreso tras Julián Besteiro impulsó numerosas iniciativas, en las que todavía hoy se asienta el transcurrir diario de la Cámara. Las aportaciones en el desarrollo de las funciones esenciales de todo Parlamento verdaderamente democrático que Peces-Barba animó fueron numerosas. No detallo, por no ser propio de este lugar, la ingente obra legislativa de desarrollo de la Constitución que se culminó en aquella legislatura. En el plano del control, se pusieron en marcha las sesiones semanales del control del Gobierno que todavía hoy perduran casi con la configuración que se les dio entonces. Se introdujo el debate del estado de la nación, que en el pasado mes de julio vivió su vigesimosexta edición. Se creó el estatus del llamado jefe de la oposición dotándole de medios personales y materiales a cargo del presupuesto de la Cámara; así, el despacho que en ocasiones ocupa Alberto Núñez Feijóo en el Congreso fue el mismo que, en su día, y en virtud de la iniciativa auspiciada por Peces-Barba, tuvo Manuel Fraga. Ya en la última fase de su presidencia, el juramento del entonces Príncipe Felipe constituyó un ejemplo de buen hacer y equilibrio dentro de su naturaleza marcadamente parlamentaria, que debería servir como precedente a lo que llama ya a la puerta: la misma ceremonia con la Princesa Leonor como protagonista.

El incremento de los medios personales y materiales al servicio de los parlamentarios fue un propósito permanente durante toda la legislatura que encabezó. La ordenación y mejora de las retribuciones de los miembros de la Cámara, la aprobación del Estatuto del Personal de las Cortes Generales con, por ejemplo, la creación del cuerpo de asesores-facultativos que ensanchó el ámbito del asesoramiento prestado, la organización y potenciación de la Secretaría General, la ampliación de las instalaciones parlamentarias con la incorporación del nuevo edificio de los grupos y los primeros pasos para que el complejo parlamentario se extendiera, como hoy lo hace, hasta la madrileña calle de Cedaceros, son, todas ellas muestras del impulso que Peces-Barba imprimió para que las actividades parlamentarias se desarrollaran en mucho mejores condiciones.

La apertura de la Cámara a la sociedad y la cultura se multiplicó en la etapa a la que aludo. La celebración del Día de la Constitución, el incremento de las visitas al Congreso y la organización de numerosas actividades culturales constituyen, entre otras, manifestaciones de dicha apertura.

Si a todo lo anterior sumamos la intensificación de la política internacional de carácter parlamentario con el acogimiento de numerosas personalidades internacionales, como Mario Soares y Javier Pérez de Cuéllar, por limitarme a solo dos casos, y la visita a importantes parlamentos, como la Asamblea Nacional francesa y la Cámara de Diputados italiana, por no citar más, tiene sólido fundamento afirmar que la etapa que encabezó Peces-Barba, secundado en el Senado por José Federico de Carvajal, puede pasar a la historia como de notable fortalecimiento de las Cortes Generales gracias a los esfuerzos por ponerlas a la altura de un verdadero Parlamento contemporáneo.

Voy acabando. Me pregunto qué pensaría Peces-Barba si, fallecido hace ya diez años, levantara la cabeza y proyectara su mirada sobre el actual Congreso de los Diputados. Por un lado, sentiría satisfacción al comprobar que mucho de lo que él propició sigue constituyendo cimiento de su vida actual. Por otro, su devoción parlamentaria sufriría enormemente viendo el debilitamiento del papel político de la Cámara, la falta de sentido institucional que cunde, los malos y zafios modos que reinan y el frentismo que se impone casi sin freno por encima de la conciliación y la búsqueda del acuerdo en lo esencial, por solo esbozar lo que, sin entrar ahora en detalles, le heriría más.

Gregorio Peces-Barba Martínez fue como ponente constitucional uno de los siete padres de la benefactora Constitución de 1978. Pero, visto lo que aportó durante su Presidencia de la II legislatura, creo que es acertado considerarlo junto al también inolvidable Landelino Lavilla como uno de los principales artífices del lado bueno de un parlamentarismo contemporáneo español que en estos días no vive su más luminoso periodo.

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