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Santiago Muñoz Machado: “Cervantes necesitaba la hipocresía y la ironía”

06/04/2022
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El director de la RAE publica ‘Cervantes’, una historia del cambiante mundo del autor del ‘Quijote’, que va desde el Derecho hasta la religión, el amor romántico y la brujería.

El Mundo 06.04.22

Poca gente alrededor de Santiago Muñoz Machado sabía que, durante los últimos 10 años, el director de la Real Academia Española había trabajado en una investigación de 1.100 páginas sobre Miguel de Cervantes. “No es una biografía ni un libro de crítica, sino una serie de apuntes sobre su vida”, dice Muñoz Machado. Su Cervantes (ya en las librerías, en edición de Planeta) se podría leer también como una historia de España en el siglo XVI contada a través del autor del Quijote: la política, el derecho, las relaciones entre hombres y mujeres, la religión...

P. Leyendo su libro me acordé de la biografía de Cervantes de Jordi Gracia. Yo creo que su retrato es, en esencia, muy parecido, pero interpretado de una manera más sombría.

R. Eso refleja que Cervantes era un personaje poliédrico que puede ser interpretado de muchas maneras. Yo no tengo la idea de haber hecho una interpretación oscura. Creo que fue una persona alegre. Cervantes se llamó así “el manco alegre” y “el regocijo de las musas”. Estuvimos a punto de llamar así al libro, “el regocijo de las musas”. Todo lo veía en un tono optimista y positivo. Su vida fue un desastre pero no se arredró ni perdió el buen humor. Y, cuando escribía, era un escritor simpático que trataba de hacer la vida llevadera para sus lectores.

P. Me refiero a que su libro explica que Cervantes vivió un momento tremendo de cambio religioso, político, de costumbres y leyes... Y que, para salir adelante, se creó un personaje ambiguo, que en parte funcionó en la ocultación y en las estrategias de supervivencia...

R. Dicho así, sí, esa es la línea argumental del libro. Cervantes fue un genio que supo ver lo que nadie más veía en su momento, que fue formidable. Fue formidable para la literatura, porque se encontraron un mundo en extinción y otro en nacimiento. Esa experiencia permitió a Cervantes tener la pluma en los dos lados, coger de cada parte lo que le interesaba, jugar con simulaciones críticas en las que juzgaba el pasado a través del presente y a la inversa.

P. Otra idea que está en el libro es el dilema entre considerar a Cervantes un hombre con poco equipaje intelectual que alcanza un momento de gracia, un poco por casualidad... O considerarlo una persona muy bien construida intelectualmente.

R. Fue un hombre muy bien armado intelectualmente que tenía dotes muy poco comunes. Fue un muy buen lector. Decía que leía hasta los papales que encontraba tirados por la calle. Yo dudo de que supiera latín y griego, como escribió Menéndez Pidal, pero estoy seguro de que había leído a los clásicos en español. No fue un humanista universitario como Quevedo y las especulaciones de que fuera a los jesuitas en Sevilla no están probadas... Él mismo dijo que en ingenio no hay nadie que pudiera equiparársele, pero no fue un ingenio lego sin más.

P. Y a eso le sumó una experiencia muy sufrida. En el libro cuenta que, como tuvo una vida amorosa caótica, Cervantes aprendió mucho de derecho de familia; como fue preso, aprendió de derecho penal; como fue recaudador de impuestos, aprendió de derecho fiscal...

R. ¿Cuáles son las fuentes de una obra deslumbrante como la cervantina? Las fuentes literarias existen, es verdad, hay personajes anteriores que permiten intuir a Quijote y, sobre todo, a Sancho. Pero la gran fuente literaria de Cervantes es la sociedad de su tiempo. Su estructura estamental, las minorías que pululaban por ella, las relaciones de pareja, el concilio de Trento, la influencia del erasmismo, la figura de las brujas... Todo eso penetró en Cervantes.

P. Tomemos el ejemplo de la religión.

R. Antes del concilio de Trento, en toda Europa se dio la revolución de Erasmo y Lutero, dirigida contra todo lo suntuoso y superficial de la religión vaticana. Erasmo fue muy querido en España hasta la década de 1530. Y después se convirtió en anatema. ¿Dónde estaba Cervantes en todo esto? Américo Castro vio en su obra rasgos de erasmismo y, como él, otros muchos grandes investigadores. Yo no los encuentro, la verdad, o lo que encuentro es menos que liviano. Para probarlo he explicado lo que era esencial en el erasmismo y he buscado el rastro en Cervantes. Hay alguna burla sobre alguna reliquia, sobre alguna procesión religiosa... Poco más. En cualquier caso, él jugó con una posición crítica hacia la religión solemne y externalizada. Y lo hizo con un cuidado extraordinario porque Trento se había echado encima de los escritores. Lo hizo tan exquisitamente, que Ortega y Castro dijeron que era tal su hipocresía en religión que era imposible saber lo que de verdad creía. Él mismo dijo que había que ser hipócrita.

P. El libro dice que Cervantes se refiere muchas veces a la hipocresía como una virtud.

R. “Mejor ser hipócrita que ser un buen creyente”, escribió. Cervantes necesitaba la hipocresía y necesitaba la ironía. Necesitaba ser ambiguo y que la gente no supiera exactamente lo que pensaba.

P. Lo mismo le pasa con la vida amorosa y familiar, ¿verdad? Cervantes venía de un mundo laxo que se volvió severo y se tuvo que adaptar sin creerse el cambio del todo.

R. Una de las cosas que hizo Trento fue cambiar el régimen de las relaciones de pareja. Antes de Trento, la sociedad admitía que las personas se emparejaran sin contraer matrimonio. Existía el amancebamiento y la barraganía, que añadía una promesa de permanencia. Cervantes venía de ese mundo: su tía María fue barragana siempre y obtuvo pingües beneficios por ello. Sus hermanas y su hija tuvieron relaciones de ese tipo. Pero se les vino encima Trento, que exigía esponsales. Cervantes estaba entre los dos mundos y manejaba literariamente ese conflicto. Sus novelas están llenas de parejas y de mujeres abarraganadas. Y también están las referencias, a veces irónicas, a la solemnidad de su presente.

P. Con el Derecho se da el mismo cambio: Cervantes venía de un mundo basado en el Derecho natural y se encontró con otro muy normativo. Cuando Sancho llegó a Barataria, se presentó como un juez basado en la bondad, no en las leyes.

R. El Derecho está continuamente en boca de los personajes cervantinos porque fue un cambio radical. Cervantes venía de una época en la que las leyes se hacían de abajo a arriba. Claro, el problema de esa época era que la ley se basaba en la costumbre y había tantas costumbres y fueros como pueblos. El Estado trató de uniformar esa complejidad a través del derecho romano. Desde ese momento, fueron los reyes y las cortes, de arriba a abajo, los que hicieron las leyes, las pragmáticas. “No hagas muchas pragmáticas, Sancho”, decía Quijote. Cervantes defendía que la ley vieja era la buena y arremetía contra todos los que aplicaban la ley nueva. Venía a decir: “A mí no me juzgue con un procedimiento que no entiendo, dígame si soy bueno o malo, aplíqueme un criterio de equidad”, como un cadí.

P. ¿Por qué las brujas tienen un capítulo en este libro?

R. Porque era una creencia universalizada. Cervantes las usó muchísimo. También Lope de Vega.

P. Entiendo que Cervantes trata el tema desde la fascinación estética mezclada con una parte de escepticismo y guasa.

R. Sí. La fascinación literaria está en El coloquio de los perros, ahí se ve eso, que hay mucha lectura sobre brujería detrás.

P. De lo que ignoramos de Cervantes, ¿qué le gustaría saber?

R. Tenemos una información bastante completa de la vida de Cervantes. Ha habido grandes investigadores a los que reconozco en este libro. ¿Qué nos falta? Nos faltan algunos conocimientos sobre su niñez y sobre su viaje a Italia, por qué se va. ¿Por una cuchillada a un alarife? El primer año en Italia también es incierto. De Argel, ya se preocupó de crear el mismo su relato, pero algo sabemos. Y no hay muchas más dudas. En realidad, yo reivindico leer a Cervantes con cierta sencillez. Se ha hablado tanto del personaje, se ha especulado con tantas referencias secretas y esotéricas que están en su obra... Es divertido, pero yo diría que hay que liberar a Cervantes de esas miradas tan cargadas y disfrutarlo como un literato colosal.

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