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¡Detengan esta masacre!; por Javier Gómez de Liaño, abogado

21/03/2022
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El día 21 de marzo de 2022 se ha publicado, en el diario ABC, un artículo de Javier Gómez de Liaño en el cual el autor opina que el brutal allanamiento de Ucrania es el ejemplo paradigmático de lo que en el artículo 5.1.d) del Estatuto de Roma se denomina ‘crimen de agresión’.

¡DETENGAN ESTA MASACRE!

Cuando escribo estas líneas aún resuena uno de los clamores más hondos que han podido oírse sobre la guerra de Ucrania. Hablo de las suplicantes y conmovedoras palabras del Papa Francisco que, con la voz entrecortada, pero firme, el pasado día 13, domingo, tras el rezo del Ángelus, sin mencionar explícitamente a Vladímir Putin, exclamó: “¡En nombre de Dios, escuchen el grito de los que sufren, pongan fin a los bombardeos y a los ataques! ¡En nombre de Dios, les pido que detengan esta matanza!”. Al oír al Pontífice, bien podría decirse que la paz en Ucrania cuenta con la mejor de las ‘bendiciones’, aunque mucho me temo que, como casi siempre, en esta ocasión el concepto de paz puede resultar un aderezo retórico, cosa que quizá obedezca a que en una guerra como ésta se produce un bloqueo psicológico que impide ver lo que es evidente: que vivimos permanentemente al borde del precipicio de una tercera guerra mundial que, según pronostican los expertos, sería la última y definitiva.

Cierto que el hombre, a la sombra de Caín, apenas fue creado empezó a convertir la sangre en fértil abono de la historia, pero somos bastantes los que aún creemos que la guerra es algo estúpido. En las guerras no se derrotan ejércitos, sino que simplemente se matan personas, a quienes desde el otro mundo poco les importa que sus gobernantes estén a la greña. Lo cual no quita que esté a favor y me sume a quienes piensan que las guerras pueden calificarse de justas cuando son inevitables y se emprenden en legítima defensa. Es más. Un Estado ha de mantener la guerra para su propia conservación y, en consecuencia, embestir al enemigo. Por tanto, nadie puede negarle a Ucrania y a su presidente Zelenski el derecho de defensa frente a una invasión injustificada y cruel que amenaza su existencia como nación. El problema está en que de las guerras sabemos cómo comienzan, pero ignoramos cómo terminan. Téngase presente que la guerra de Ucrania no empezó el pasado 24 de febrero, sino en 2014, cuando Rusia ocupó Crimea y apoyó a los rebeldes independientes de Donbass. Y recuérdese que alrededor de 15.000 personas perdieron la vida en aquella contienda.

No obstante, votemos por aquellos países dispuestos a hacer algo para que en Ucrania se entierre el hacha de guerra. Los responsables políticos tienen el deber moral de buscar solución a los males de este conflicto bélico, jamás empeorarlos. Empezando por Europa y continuando con los EE.UU., todos sus gobernantes que dicen ser gente de buena voluntad han de hacer un ejercicio de sensatez y de concordia. Las iniciativas a favor de la paz en Ucrania han de ser nítidas, basadas en el diálogo y pensando sólo en el bien del mundo entero. Todo se pierde con la guerra y nada se pierde con la paz.

Ahora bien, puestos a votar, hagámoslo por que todos los gobiernos del mundo no vacilen en la aplicación inexorable de las leyes aceptadas por la comunidad internacional. En esta guerra de Ucrania está claro que la justicia falla por su base y no se entiende cómo Dios ni Alá intervienen para poner un poco de orden en tanto horror. Tengo para mí que como Freud afirma en su obra ‘El malestar en la civilización’ y que escribió después de la carnicería de la Primera Guerra Mundial, la guerra emprendida por Rusia es el modo que el ser humano tiene de liberar los instintos salvajes y que los reprimidos impulsos criminales de Vladímir Putin han encontrado la válvula de escape en el asesinato masivo que está llevando a cabo. El espectáculo de cadáveres de niños, ancianos y hasta de mujeres embarazadas, lo mismo que el de escuelas y clínicas reducidas a escombros, es la prueba fehaciente de que estamos ante infracciones muy graves del Derecho Internacional.

Porque si se trata de tipificar los hechos, la invasión de Ucrania por Rusia constituye una violación de la prohibición del uso de la fuerza, contemplada en el artículo 2.4 de la Carta de Naciones Unidas. En la misma dirección, la agresión, además de infringir el derecho a la soberanía de Ucrania y el respeto a su integridad territorial y a su independencia política, representa una flagrante violación de las normas de la ONU sobre el mantenimiento de la paz. También conculca los principios esenciales del ordenamiento jurídico internacional e incumple la obligación de resolver las controversias por medios pacíficos. Por último, a tenor de lo previsto en la Resolución 2625/XXV de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la invasión quebranta la prohibición de intervenir en los asuntos internos de otros Estados.

Dicho de otro modo. El brutal allanamiento de Ucrania es el ejemplo paradigmático de lo que en el artículo 5.1.d) del Estatuto de Roma se denomina ‘crimen de agresión’ del que es culpable directo Vladimir Putin, denunciado como tal ante la Corte Penal Internacional de la Haya, sin que sirva de atenuante y menos de eximente, el argumento que Putin ofrece de que tomó la decisión porque “los ucranianos y los bielorrusos forman un solo pueblo”, en contra del cual se estaba tratando de crear “un estado étnicamente puro enemigo de Rusia”. Esto es rigurosamente falso. La configuración territorial de la Ucrania actual fue obra de la Unión Soviética, oficialmente Unión de Republicas Socialistas Soviéticas (URSS) y es casi seguro que la dramática situación de hoy tenga sus orígenes en la desaparición de esta última en 1991.

Virgilio en ‘La Eneida’ nos advierte de que el odio improvisa las armas, lo que equivale a decir que la historia del mundo viene a ser el recuento de sus crímenes. Desde su creación, la tierra ha sufrido multitud de guerras. Las ha habido mundiales, santas, civiles -que son las más inciviles- y está visto que eso de dirimir los conflictos a golpes, tiros y bombazos es una extraña maldición que pesa sobre nuestro planeta. La guerra, al margen de que al final se llegue vencedor o vencido, es más fácil que la paz. Es necesario trabajar sin descanso por conseguir un alto el fuego en el conflicto, pese a lo imposible que parezca. Hay que poner fin sin demora al suplicio de millones de ciudadanos inocentes. Ahí están las víctimas de Járkov, Mariúpol, Odesa, Kiev o Dnipro contando sus terribles padecimientos en directo y ‘urbi et orbe’, con una opinión pública mundial estremecida.

En fin. “Ante la barbarie de la matanza de niños, inocentes y civiles indefensos, no hay razones estratégicas que valgan: lo único que hay que hacer es poner fin a la inaceptable agresión armada, antes de que reduzcan las ciudades a cementerios”. Palabras de Santo Padre. Como decía al comienzo, confieso que soy consciente, más bien temeroso, de que para muchos, este mensaje emocionante con el que el Papa Francisco finalizó el Ángelus no pase de una plegaria a situar en el limbo de los justos. Si así fuera, lamentablemente no sería infundado afirmar que el asunto de la paz en Ucrania está sentenciado de antemano.

Kant lo advierte en ‘La paz perpetua’: la guerra es mala porque hace más hombres malos que muertos. Deseo de todo corazón que las voces tan sensatas de algunos dirigentes políticos, empezando por las de los primeros ministros de la República Checa, Polonia y Eslovenia que han viajado a Kiev como enviados de la Unión Europea terminen siendo escuchadas y atendidas por el presidente Vladímir Putin, el mayor responsable de esta masacre. También por sus cómplices y encubridores. Ojalá que la comunidad internacional siga actuando con la misma energía y tacto que hasta ahora para poner fin a sus atrocidades. Lo que sucedió con el holocausto judío en el siglo XX fue una imborrable mancha de horror y de vergüenza. Que la matanza del pueblo ucraniano no lo sea en el siglo XXI.

Comentarios - 3 Escribir comentario

#3

Magnífico como todo lo que escribe el abogado JAVIER GOMEZ DE LIAÑO

Escrito el 22/03/2022 12:16:14 por d92mojaj Responder Es ofensivo Me gusta (0)

#2

la guerra de Ucrania no empezó el pasado 24 de febrero, sino en 2014, cuando Rusia ocupó Crimea y apoyó a los rebeldes independientes de Donbass.
Empezó porque en ese momento, sin solucion de continuidad, es decir al dia sigjiente del primer día del inicio de la agresión los países amantes de la paz y de la democracia, en parapelo con la oferta de una mesa de diálogo para revuperar el statuoquo, no pusieron en la frontera el número adecuado de soldados y armas plenamente INACTIVOS nactivos y bastante lejos del frente de combate como para dejar claro 1º.- su ánimo de no intervenir inmediatamente, 2º.- su ánimo de mantener esa frontera interior así como 3º.- su ánimo de acuerdo en la mesa de diálogo.
Una mesa del diálogo donde el agresor tiene armas y el agredido no, es una mesa para pactar la rendición.

Escrito el 21/03/2022 15:30:04 por Alfonso J. Vázquez Responder Es ofensivo Me gusta (0)

#1

Yo, de los ucranianos, me rendiría, para acabar con esta tragedia, y luego permitiría las sanciones y el envío de comandos para capturar a Putin, [email protected].

Escrito el 21/03/2022 14:03:40 por NODEFICIT Responder Es ofensivo Me gusta (0)

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