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La naturaleza; por Antonio Garrigues-Walker, jurista

07/01/2022
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El día 6 de enero de 2022 se ha publicado, en el diario ABC, un artículo de Antonio Garrigues-Walker en el cual el autor opina que el cambio climático y el calentamiento global nos ponen ante una prueba civilizatoria realmente fascinante.

LA NATURALEZA

Escribí hace tiempo una Tercera sobre el tsunami que asoló en Japón la ciudad de Fukushima, causando miles de muertes y desaparecidos. El artículo se titulaba ‘El ejemplo japonés’ y se destacaba la serenidad y el estoicismo con el que sus ciudadanos reaccionaron ante la tragedia. No hubo prácticamente escenas de pánico, ni pillajes, ni protestas, ni abusos de ningún género. El número de voluntarios superó el millón de ciudadanos que colaboraron en el terremoto de Kobe. Se llegó a asegurar incluso que las organizaciones mafiosas (especialmente la Yakuza, la más temida de Japón en cuanto a crimen organizado) prestaron servicios eficaces de asistencia y de ayuda a personas necesitadas.

El objeto principal del artículo era, además, expresar las diferencias entre el mundo europeo, el americano y el japonés, en lo que atañe a la relación con la naturaleza, y afirmaba que en nuestro mundo la tendencia básica era la de dominarla y controlarla mientras que en el mundo oriental era convivir con ella respetándola en todas sus manifestaciones, incluso en los momentos en los que emerge su capacidad de destrucción, momentos que hay que aceptar como pedía el pensador japonés Tetsuno, “con bella resignación”.

El volcán de la isla de La Palma va a ser la ocasión de ejercitar una serie de virtudes que ayudan decisivamente a mejorar el carácter: la resistencia, la valentía, la positividad y la solidaridad, unas virtudes que se han puesto ampliamente de manifiesto pero que tendrán que mantenerse vivas y alertas durante bastante tiempo.

Los que somos urbanitas y gozamos la profunda riqueza de convivencia y de entretenimiento que ofrecen las ciudades, tendremos que hacer un esfuerzo para salir del encerramiento mental en el que vivimos con respecto a la naturaleza y buscar nuevos caminos para enriquecernos con sus mensajes. “La naturaleza -decía Montaigne- no es más que una poesía enigmática”.

Los volcanes son una especie de respiradero natural de la tierra, un planeta con un centro ardiente del que aún conocemos muy poco de su origen y de su estructura interna. Sería cosa buena que con ocasión de la actividad experimentada con el volcán de la isla de La Palma, estudiáramos no solo los daños, sino sobre todo los beneficios que va a generar a sus habitantes en términos de atracción turística, que no es tema menor, y asimismo en cuanto a la mejora de los suelos para la agricultura, materiales para la construcción, la formación de acuíferos y otros varios. Albert Einstein lo resume así: “Fijaos en lo profundo de la naturaleza y entonces comprenderéis mejor todo”. Es un mensaje muy válido. La ignorancia sobre la esencia y la función de las realidades físicas que nos circundan sigue siendo injustificable y limita en exceso la capacidad de gozar de la inmensa belleza que encierran.

Es una forma de incultura grave que habría que reconducir con firmeza y ello debería hacerse a través del proceso educativo en todas sus fases, incluidas, desde luego, las Universidades que todavía siguen limitadas por la obligatoria opción entre ciencias y letras, un tema ya superado en el mundo económico anglosajón. Mientras no lo hagamos no alcanzaremos el nivel de un país serio y vistas las resistencias actuales el panorama es desalentador. Hay que recordar la advertencia dramática del Eclesiastés de que “todo cuanto pudieres hacer, hazlo sin perder el tiempo puesto que ni obra ni pensamiento ni sabiduría serán posibles en el sepulcro hacia el que te encaminas corriendo”. El cambio climático es un problema clave para el devenir de la humanidad, y en ese devenir, según George Bernard Shaw, las epidemias han tenido más impacto que la acción de los gobiernos.

El avance científico-técnico se produce de forma exponencial, de modo que cabe esperar que los progresos vayan dando solución a los problemas que ahora mismo se nos presentan como irresolubles. Algo similar a lo que pasó durante uno de los picos de la Revolución Industrial, cuando Malthus predijo que habría un problema de desabastecimiento general debido al hecho de que la población aumentaba de forma geométrica mientas la producción de alimentos lo hacía de forma aritmética. No tenían razón, como casi nunca la han tenido los agoreros de catástrofes. Es bien conocida la hambruna que se pronosticó en la India debido a la superpoblación, que sin embargo pudo ser contrarrestada con maíz genéticamente modificado y perfectamente sano. El declive demográfico de importantes países del mundo plantea una solución natural que compensará la falta de planificación familiar en otras zonas menos desarrolladas. Europa, Japón o Rusia tienen tasas de natalidad preocupantes, y eso supone ya un atenuante de muchos problemas futuros. El desarrollo económico y el crecimiento de las clases medias llevan aparejada una reducción del número de hijos por mujer, lo que al mismo tiempo aliviará las presiones demográficas de países superpoblados. Éste es un ejemplo del ‘orden espontáneo’ en el caos del que hablaba Hayek, que se hacía eco de unas teorías ya presentes en la antigüedad y que Schumpeter denominaba ‘destrucción creadora’. Hay una autorregulación que no conviene subestimar, aunque haya que favorecerla desde los poderes públicos cuando no sea suficiente.

El cambio climático y el calentamiento global nos ponen ante una prueba civilizatoria realmente fascinante. Por primera vez en la historia de la humanidad, un problema es compartido por todos y cada uno de los habitantes de la Tierra y por todos los países, sin importar el nivel de renta, desarrollo o número de habitantes. Esto nos obliga a pensar por fin en términos de humanidad global, y nos compete a todos buscar soluciones compartidas.

El consenso, basado en compromisos de hondo calado ético y humanitario, habrá de imponerse en un mundo en el que el resto de cuestiones parecerán peleas menores. La democracia liberal, pese a su bajo momento de autoestima, tiene muchas más opciones de ser la fuerza motriz de este gran cambio global a mejor.

Comentarios - 1 Escribir comentario

#1

Excelente reflexión de un humanista. Nuestra relacion con la naturaleza es la de las siente y media; "o te pasa o no llegas": es nuestra despensa y fruto de nuestro mayor conocimiento la usamos con menos despilfarro al aumentar nuestras necesidades por ser más y por vivir dejando de sobrevivir, pero nuestra ignorancia es aún grande y quiza estamos empezando a pasarnos.
Empezamos utilizando la energía solar, la eólica y la fluvial y también la deforestación, deberíamos estar ya reforestando, para alimentarnos y tener energía. La madera es un material ecológico frente a la piedra y el ladrillo. El uso del carbón mineral y demás recursos fósiles, fue otro progreso ecológico frente al carbón vegetal. La "la mirada a lo profundo" que cita de Einstein nos ha dado la energía nuclear de fisión - ¿ahora verde? - y ahí andamos con la de fusión.
Crear ciudades ahorró energía pero nos hemos pasado y es necesario repoblar lo despoblado vbuscando el equilibrio óptimo; el despilfarro social es la agresividad e insolidaridad urbanas que se disparan con la concentración junto con la antinatural distribucion de la riqueza 50 % de la mnundia lestá en manos del 5 %.
No es ecológico; la naturaleza busca la concentración uniforme. Las membranas impermeables lo impiden; en lo social lo son las fuerzas represoras del poder económico, a su servicio el político, que impiden el reeparto justo ¡el natural! de la riqueza producida, ¡nuna hubo tanta!; su ruptura, la revolucion, es la pero solución, pero se producirá y se está provocando con la construccion de embranas más impermeables con muros y alambradas.
La visión ecólógica concide con la ética, porque lo ético es lo natural.

Escrito el 08/01/2022 6:40:27 por Alfonso J. Vázquez Responder Es ofensivo Me gusta (0)

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