¿SABEMOS LO QUE NOS PASA?
Leyendo y viendo los medios de comunicación, podría parecer que la situación de nuestro país no es ciertamente la mejor posible, y que incluso, la sostenibilidad del sistema estaría en cuestión y en riesgo. Pero las apariencias, como casi siempre, engañan.
La calidad democrática del país mejora día a día y el crecimiento económico a corto, medio y largo plazo parece seguro. Perviven desde luego varios problemas entre los que destacan las desigualdades de todo orden y el mal funcionamiento del llamado ascensor social, un tema cuya importancia y gravedad aún no valoramos como se merece. El origen social sigue teniendo una eficacia y un impacto demasiado importante y por lo tanto demasiado negativo en la mejora del sistema. Pero en su conjunto, nuestra situación es positiva y esperanzadora. Vamos hacia un futuro claramente mejor y por ello merece la pena enjuiciar y valorar el papel de los distintos estamentos de la sociedad.
El estamento cultural, en un país poco culto, está haciendo esfuerzos muy válidos para corregir este déficit desvelando el daño que genera la escasa preparación y ofreciendo posibilidades de formación más atractivas y de bajo coste. La oferta teatral en concreto, es de las mejores de Europa. El estamento político tiene una baja credibilidad, con lo cual se está produciendo, al igual que en países como Italia, su distanciamiento con una ciudadanía, hastiada de mensajes vulgares y estériles. Aun así, la comparación con otros países europeos es aceptable. El estamento empresarial es sin duda un ejemplo positivo. Funciona bien a escala nacional, se está internacionalizando con éxito, aun cuando siga teniendo el mundo oriental como asignatura pendiente, y su imagen, que ha sido muy pobre, mejora de forma significativa. Las instituciones empresariales de nuestro país tendrán que renovar sus esfuerzos en la lucha por reducir la maraña burocrática, que es un hándicap a veces insuperable sobre todo para los empresarios jóvenes, y a mejorar el índice de libertad económica en donde seguimos estancados en el puesto 39 del ‘ranking’ mundial y en el 26 de los países de la OECD. El estamento social y en concreto el mundo sindical están haciendo una labor encomiable en mantener un diálogo social activo, superando las diferencias y los desacuerdos con consensos negociados con transparencia y pragmatismo. Un buen ejemplo de ello es el reciente acuerdo sobre pensiones, aunque todavía estén pendientes algunos temas.
¿Qué nos pasa entonces? La ausencia de líderes que utilicen el poder, no para conservarlo a ultranza, sino para transformar y enriquecer la sociedad, es sin duda un tema decisivo pero la clave reside en un sistema educativo en donde los niveles de exigencia en vez de crecer y reforzarse se están debilitando. El sistema está afectado, además, por un grave proceso de obsolescencia al no afrontar la labor decisiva de pasar, de una sociedad analógica a una sociedad digital. Ni la escuela, ni la universidad, han asumido esta obligación y aunque el retraso frente a la mayoría de los países europeos se ha reducido substancialmente, nuestro grado de digitalización puede y debe mejorar mucho. Lo que nos pasa, en definitiva, es que sí sabemos lo que nos pasa, y lo que debe hacerse y no hacerse, pero nos falla la voluntad de ponernos a ello. O, en otras palabras: “El espíritu está pronto pero la carne es débil”. Hay que hacer más ejercicio.