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El chapapote como opción; por José Luis Requero, Magistrado

09/02/2021
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El día 9 de febrero de 2021 se ha publicado, en el diario La Razón, un artículo de José Luis Requero en el cual el autor opina que en política, aunque un “ceo” lleve la empresa al desastre puede salir airoso en unas elecciones.

EL CHAPAPOTE COMO OPCIÓN

Era 2006 y escribí en La Razón “¿Nombraría usted Ministro de Medioambiente a Apostolos Mangouras?, ¿otorgaría a Boliden-Apirsa un premio Príncipe de Asturias por su vocación medioambiental? Como se recordará Mangouras era capitán del Prestige, y Boliden-Apirsa propietaria de la “balsa de estériles” que reventó en 1998 en Aznalcóllar, vertiendo unos tres millones de metros cúbicos de fangos tóxicos y otros cuatro millones de aguas ácidas que llegaron a los límites del Coto Doñana”. Y concluía, creo que con sentido común: “Supongo que la respuesta sería negativa”. En 2011 reiteré la pregunta, esa vez en otro medio, Expansión, compatible con escribir aquí. “Los otros chapapotes”. Así titulé el artículo y planteaba el despropósito de que los autores de otros desastres, con millones de afectados y enormes daños, lejos de vivir en el ostracismo político, estuviesen encumbrados. Y me refería a otros vertidos: al chapapote que empapa el sistema educativo o a las aguas ácidas que anegan la Justicia. En ambos casos los efectos perviven y se extienden ya otros ámbitos como la economía o el empleo, pero los responsables de aquellos desastres, nuestros Mangouras políticos, fueron encumbrados, siguieron y siguen al timón de este barco que es España.

Tenía pensando volver sobre estas ideas y se me adelantó el director de El Mundo con un artículo titulado “Illa y el capitán del Prestige”. Critica que sea baza electoral en Cataluña quien ha hecho una gestión más bien desastrosa de la pandemia. Yo no personalizo, no entro en nombres, ni siglas y ni mucho menos me refiero a procesos electorales en curso. Pero me reconforta comprobar que un destacado profesional del análisis de la situación comparta un desasosiego que me viene de lejos y que, al margen de las coyunturas y sus protagonistas, centro en cómo se asumen, valoran o hasta se maquillan las responsabilidades.

Esa paradoja me hace pensar en las diferencias entre el mundo de lo privado y en el público, porque si un “ceo”, es decir, un director ejecutivo o consejero delegado de una empresa no logra objetivos o, peor, conduce la compañía al desastre le pedirán cuentas accionistas, acreedores y sindicatos. Como mínimo tendrá que recoger sus cosas y largarse, si es que no queda marcado profesionalmente de por vida.

He enfrentado lo público con lo privado y hay que matizar. Porque algo de tópico hay en identificar lo privado con seriedad, esfuerzo, austeridad, responsabilidad y lo público con despilfarro, vagancia o irresponsabilidad. Eso es injusto. Por ejemplo, en contraste con funcionarios, de todo tipo y nivel, serios y magníficos profesionales, el sector privado en su más amplia acepción no está exento de gentes chapuceras, de compañías abusonas, incumplidoras o informales, o de tontines vanidosos que de cinco palabras calzan tres en inglés para ir de guay. En lo que sí admito que lleva ventaja es en la exigencia de responsabilidad: en lo público o no pasa nada o impera el escaqueo y todo lo más responde una neblinosa “Administración”.

Pero, como digo, más allá de lo público está el mundo de la política, que responde a otra lógica, una lógica quizás extrahumana. En él sí hay caras visibles, conocidas y aun así, al menos entre nosotros, parece no pasarles nada a esos Mangouras de la política, aunque piloten o hayan pilotado impasibles la nao nacional, autonómica o local hacia el desastre. No hablo necesariamente de responsabilidades penales o judiciales en general, no porque no las haya, sino porque responden a otra lógica: bastaría con el desahucio y lanzamiento de la vida política de esos Mangouras.

En la empresa se supone que el “ceo” comparecerá en junta general ante los accionistas, esos que le encomendaron ahorros e inversiones, luego gentes que tienen mucho que perder. En política esos accionistas somos los españoles y aunque un “ceo” manirroto lleve la empresa al desastre, puede que salga más que airoso en una convocatoria electoral, que es nuestra particular junta general y no siempre está claro que a esos ciudadanos les importe ir a la ruina. De ser así, el problema ya no será que haya unos Mangouras navegando en la política ni armadores que les den el mando, sino un buen número de ciudadanos encantados de que les pringuen de chapapote.

Comentarios - 1 Escribir comentario

#1

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Escrito el 09/02/2021 18:31:38 por Alfonso J. Vázquez Responder Es ofensivo Me gusta (0)

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