BRECHAS Y DESIGUALDADES
“Qualsevol nit pot sortir el sol”, concluye así una bella canción que compuso y que canta Jaume Sisa, en donde se nos llama a convivir con ideas aparentemente imposibles. La pandemia del coronavirus va a durar, según muchos expertos, un largo periodo de tiempo, no inferior a dieciocho meses, en el que se puede ver afectada muy negativamente la vida económica, la cultural y así mismo la propia convivencia social. Para afrontar la situación hay que reavivar al máximo los valores cívicos y los valores éticos que se han ido debilitando y a veces diluyendo en los últimos tiempos.
Es una pandemia que ahonda en el problema de la desigualdad en tanto en cuanto afecta con más virulencia a las zonas más pobres de las ciudades y a los ciudadanos con rentas más bajas, y en un país como España que encabeza la lista de países negativos en estos temas, habrá que reaccionar con rapidez y con grandeza para reducir al máximo el riesgo de una respuesta social no pacífica.
Al tema de las desigualdades se incorpora ahora el de unas brechas de todo orden y en especial el de la brecha digital, que afecta menos a los hombres que a las mujeres y a los países ricos más que a los menos desarrollados. Según el Internet World Stats, en Mayo de este año en África viven conectados el 39,3% de sus habitantes, en Europa el 87,2% y en Estados Unidos el 94,6%; y en un orden global alrededor de 3.600 millones de personas no tienen in siquiera acceso a la red.
Si alguien piensa que estas situaciones pueden mantenerse “sine die”, hará bien en repensarlo y en rectificar. Vamos a vivir una época en la que la aspiración a la igualdad se va a manifestar con más claridad, con más urgencia y con más fuerza social. El Papa Francisco en su reciente encíclica “Fratelli tutti” vuelve a asegurar que “el mercado no lo resuelve todo, aunque nos lo quieran hacer creer”. No ofrece, sin embargo, alternativas concretas y sería necesario que la doctrina vaticana clarificara bastante más su posición. Sus críticas tendrán que ir unidas a la aceptación de que al mercado le pasa lo mismo que a la democracia, que es el peor sistema excluidos todos los demás.
Lo único que hay que pedir al mercado es que sea un mercado auténtico, que asegure la libre competencia en vez de destruirla como ha sucedido en distintas épocas y distintos sectores. Tiene que generar el efecto contrario. Una fuerte tendencia hacia la equidad. Y se puede lograr. En el mundo de la economía “quasevol nit pot sortir el sol”.