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La memoria de un desmemoriado; por Jorge de Esteban, catedrático de Derecho Constitucional

24/08/2020
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El día 24 de agosto de 2020 se ha publicado, en el diario El Mundo, un artículo de Jorge de Esteban en el cual el autor detalla cómo fue posible establecer las bases para llegar en España a una democracia desde la legalidad franquista.

LA MEMORIA DE UN DESMEMORIADO

Jaime Carvajal Urquijo, íntimo amigo del Rey Juan Carlos I desde la infancia, persona culta e inteligente, compañero mío de la carrera, acaba de publicar un artículo en El País en el que lógicamente defiende la idea de que España es hoy una democracia gracias a la iniciativa del Monarca. Lo cual es evidente. Sin embargo, afirma que, desgraciadamente, nuestro país es una “democracia desmemoriada”. Se refiere a que una parte del pueblo, especialmente los partidos que forman el actual Gobierno inconstitucional, parece ignorar, con sus ataques desmesurados a la presunta conducta irregular de los últimos años del reinado de Juan Carlos I, que fue el Monarca quien trajo la democracia a España sin sobresaltos, cuando podía haber ocurrido lo peor.

Ahora bien, cuando Carvajal habla de la desmemoria de muchos españoles, demuestra en su artículo que él también ha perdido la memoria, porque no recuerda de dónde procede la fórmula que permitió pasar de la “ley a la ley”. No tengo más remedio que hacer algo de historia para que se comprenda el misterio de la Transición. En el año 1973, meses después de haber ganado las oposiciones a una cátedra de Derecho Político de la Universidad Complutense, me llamó una persona a la que no conocía, José Luis Zavala, porque quería verme para algo importante. Quedamos en encontrarnos al día siguiente y acudió a la cita con otras personas que, según me dijeron, trabajaban en el Banco Urquijo, aunque eran de ideologías diversas. Lo que me dijeron lo voy a exponer sucintamente.

Como tantos españoles, y con mayor razón, el príncipe Juan Carlos estaba enormemente preocupado por lo que pudiese pasar en España cuando falleciese el general Franco, cuya salud estaba ya por entonces muy deteriorada. Se preguntaba cómo se aceptaría que, habiendo jurado las Leyes Fundamentales y los Principios del Movimiento Nacional, su deseo como futuro Rey pasara por instaurar la democracia en España, algo incompatible con lo que había jurado y que los militares no admitirían bajo ningún concepto. Podría caer en el perjurio. La solución para resolver el problema era algo así como la cuadratura del círculo, pues lo que querían mis visitantes es que yo les hiciese un dictamen para ver si a través de la legalidad franquista se podía llegar a una democracia de tipo europeo. Yo me tuve que contener para no caer en carcajadas, porque lo que me pedían era insólito. Sin embargo, no les dije que no y les pedí 24 horas para contestarles. Me fui a casa para tomar una decisión después de dedicar un tiempo al estudio de la legislación franquista, por si veía algún resquicio que permitiese el milagro. Pero como dice Cioran: “En política no vale todo. Podemos imaginarlo todo, predecirlo todo, salvo hasta dónde podemos hundirnos”.

Sin embargo, después de varias horas de analizar las Leyes Fundamentales, llegué a la conclusión de que podía aceptar el encargo, porque era posible utilizar la deficiente redacción de las mismas para tal cometido. En ellas, había incluso un oxímoron que sería decisivo. En consecuencia de lo observado les respondí que lo haría en el término de siete meses, pero que necesitaría la ayuda de cuatro de mis jóvenes ayudantes, todos antifranquistas. Durante ese tiempo trabajé exclusivamente en el dictamen con su colaboración y lo entregué a principios de mayo. Decidieron, porque les gustó, que habría que publicarlo inmediatamente y yo me incliné por hacerlo en la Editorial Ariel, en la que habían publicado varias traducciones mías de obras de Maurice Duverger y Jean Meynaud. En la editorial trabajaba Joan Reventós, con el que hice amistad, que años más tarde se reforzaría aún más siendo ambos embajadores, él en París y yo en Roma. Debo confesar que cuando tuve un ejemplar del libro en mis manos me emocioné, porque podía ser la solución para España si algún político la llevaba a cabo. En este sentido, pensaba que Churchill tenía razón cuando dijo que tanto en la guerra como en la paz era recomendable encontrar el elemento “inesperado e imprevisible” que evitara “caer en la esclavitud mecánica de la lógica”.

Sea como fuere, el azar hizo coincidir en la misma fecha dos sucesos que provocó, por así decir, el libro, cuyo título omito para que lo averigüe el lector interesado. Por una parte, Jaime Carvajal, en su artículo, dice que su proximidad a Juan Carlos I le permite revelar hechos no conocidos. Sin embargo, se olvida de uno que tuvo unas consecuencias históricas. En efecto, uno de los objetivos de la publicación del libro era entregárselo en mano al príncipe Juan Carlos para demostrarle que el perjurio que tanto temía si traicionaba las Leyes Fundamentales era evitable, porque con el contenido del libro se podía llegar a un régimen democrático utilizando dichas leyes. De este modo, se organizó un pequeño grupo, aunque querían acudir más de 20 personas, que presididos por Jaime Carvajal Urquijo fueron a la Zarzuela para entregar el libro y explicarle al futuro Monarca su contenido. Pero de esto no habla en su artículo, como si fuera algo secreto o, por el contrario, sin importancia alguna. Por otra parte, el mismo día, esto es, a primeros de junio de 1973, como todos los días fui a la Facultad y cuando entré en la sala de profesores solo había un colega, que estaba fumando: era Torcuato Fernández Miranda. En esos momentos no tenía un cargo político, pero precisamente unos días más tarde, el 11 de julio, se convertiría en vicepresidente del Gobierno de Carrero Blanco, algo que no me cuadraba con lo que me dijo en ese momento. Nada más verme se acercó, me saludó y a continuación me hizo una loa del libro que me sorprendió, porque don Torcuato era más bien hermético, y acabó diciéndome: “Esteban, ha escrito usted un libro que será fundamental para el futuro de España”. Le di las gracias y nos despedimos. Como he dicho, una semana después era el vicepresidente del Gobierno.

Así fueron los dos hechos que he contado. Llegaron las vacaciones de Navidad y yo, como solía hacer con frecuencia, las pasé en París. Cuando compré Le Monde, leí en la portada algo que no podía creer: Carrero había muerto porque su coche, debido a una explosión, había volado más de 20 metros y había caído en el convento de los Jesuitas, que da a la calle Claudio Coello, pintor español del siglo XVII que casualmente hizo un magnífico retrato del fundador de los jesuitas, San Ignacio de Loyola. En un primer momento, no se sabía si había sido una explosión de gas o una bomba descomunal puesta por ETA en un túnel que hicieron atravesado la calzada, porque se sabía que todos los días, después de la misa, Carrero retornaba a su casa por esa calle. Según el artículo 16 de la Ley Orgánica del Estado, en caso de muerte del presidente del Gobierno “asumirá interinamente sus funciones el vicepresidente”. Es decir, Torcuato Fernández Miranda tomó el mando y lo lógico habría sido que hubiese sido nombrado presidente del Gobierno, con la idea, según lo que me dijo su secretario Juan Sierra, de ir preparando lo que apuntábamos en el libro a la espera del fallecimiento ya cercano de Franco. Pero en la política la lógica puede ser vencida por el sectarismo y la familia de Franco prefirió como nuevo presidente al inútil de extrema derecha Carlos Arias Navarro (aunque parecía que algo iba a hacer tras el famoso discurso del 12 de febrero). El Rey, cuando accedió al trono, seguía con su idea de democratizar España, pero no le destituyó, sino que le dejó siete meses más, porque entraron en su Gobierno varias personalidades aperturistas como Fraga, Garrigues y Areilza. Durante esos meses se creó una Comisión mixta para llevar a cabo la reforma. Pero, como mantiene, Areilza todas las reuniones fracasaron, porque no podían triunfar. Como recuerda Jaime Carvajal en su artículo, el día que despidió a Arias Navarro, el Rey le llamó exuberante para decírselo. Sin embargo, hizo algo decisivo: nombrar a Torcuato Fernández Miranda presidente de las Cortes y del Consejo del Reino. Con su inteligencia y habilidad política, éste consiguió que Adolfo Suárez fuese nombrado presidente del Gobierno, que es lo que quería el Rey. A partir de ese momento, Suárez quería llegar a Itaca, por decirlo de algún modo, pero no sabía cómo. De todos los proyectos que le suministraron, ninguno le convenció. Recurrió entonces a Torcuato y el 20 de agosto éste le entregó a Suárez el borrador de La Ley para la Reforma Política, en la que están plasmadas las tesis fundamentales del libro, que Torcuato Fernández Miranda se sabía casi de memoria desde hacía cuatro años. El Consejo de Ministros la aprobó inmediatamente, después hizo lo propio el Consejo Nacional, el Consejo del Reino, las Cortes y, finalmente, el 15 de diciembre de 1977, el pueblo español lo aprobó masivamente. España era ya una democracia.

Escribimos nuestro libro para que, si la suerte nos sonreía, dos políticos de excepción, como Torcuato y Adolfo Suárez, bajo la iniciativa del Rey, lo llevasen a la práctica. Y así fue. Misión cumplida.

Comentarios - 1 Escribir comentario

#1

Recordamos muchas falsedades: 1º.- tras el corte de manga a los "derechos históricos borbónicos", convertidos en la NADA jurídica, montó el numerito de su legitimidad borbónica, es franquista ydesde entonces no se les cae de la boca.
2ª.-Que NUNCA lo elegimos pues votaramos SI o NO a la CE78 él seguiría siendo lo que és: un rey IMPUESTO por Franco en un reino inventado como los de los cuentos de los hermanos Grimm!
3ª.- Que nombró Presidente del Gobierno al "carnicerito de Málaga" incompetente Director General de Seguridad cuando mataron a Carrero y no a Suáreez.
4ª.- Que dijo que sería la Transicion a la democracia pero sólo buscaba la transicion a la monarquía borbónica parlamentaria.
5ª.- Que muchos amigos suyos ¿de la Rosa, Colón de Carvajal y demás testaferros de KIO y otros asuntos dieron con sus huesos en la cárcel;
5ª.- Que EL PAIS sacó su edicion 1 h después del golpe. ¡Ni una palabra suya! JCI tardó ¡7 h! en decir "ahora ya no me puedo volver atrás" ¿Cuanto adelante había ido? Han desaparecido pruebas del 23-F; a las cárceles privilegiadas fueron unos testaferros mudos; pero en el blog de Ansagasti están las confesiones ¡clabes! de Sabino Fernandez Campos.
6ª.- Sus lios de faldas son un asunto conyugal; los económicos y los políticos no; ni los suyos, ni los de los demás partidos corruptos. Ese dinero robado - sistemáticamente acaba prescrito el delito - es el que FALTO para Sanidad, Educación, Dependencia,subsidios de paro,etc.
"Cada uno ve la feria según le va en ella". Millones la recordamos así.

Escrito el 25/08/2020 6:11:53 por Alfonso J. Vázquez Responder Es ofensivo Me gusta (0)

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