NI UNA SOLA LÍNEA
El Quijote llegó a América el mismo año de la edición de su primera parte, en 1605. El primer envío fue destinado a Perú, aunque algunos ejemplares llegaron antes porque hay constancia de que los pasajeros que se trasladaban a América llevaban el Quijote para entretenerse en la travesía. En aquel mismo año la población peruana de Pausa incluyó en sus fiestas a los personajes de la gran obra cervantina. Lo que Cervantes llevó a América no fueron armas ni herramientas de opresión, sino la mejor novela de toda la historia y una obra literaria sin parangón, para regocijo de los lectores americanos.
Cervantes como persona y su obra entera fueron modelos de tolerancia y de comprensión con los débiles y necesitados. No hay una línea en toda su obra en la que pueda hallarse una recomendación, o simple consentimiento, sobre la esclavitud o cualquier abuso sobre la libertad de los demás. ¿Quién no recuerda la aventura de los galeotes, o el célebre discurso sobre el valor de la libertad?
Resulta doloroso comprobar que, desde posiciones bárbaras y extremadamente incultas, se atribuya al primero de nuestros ingenios literarios las maneras de un racista u opresor. Cervantes nunca viajó a América, bien a pesar suyo, de lo que se benefició sin duda la literatura universal.
Los gobiernos de naciones avanzadas deberían ocuparse mucho más directamente de que la cultura de sus poblaciones alcance los mínimos indispensables para distinguir a un genio de la literatura de un colonizador sin escrúpulos.