DIVERGENCIAS OCCIDENTALES
La diferencia entre la única superpotencia y los demás países es que ésta elige de qué modo y hasta qué punto hace frente a una crisis internacional. Por eso la situación de Ucrania revela divergencias entre Washington y las principales capitales europeas, a pesar de que su interés estratégico es el mismo. Pero el grado de poder, la responsabilidad y la capacidad de actuación global son muy diferentes a ambos lados del Atlántico.
Barack Obama ha decidido que el uso de la fuerza no es la opción preferente, igual que no lo ha sido en Siria. Rusia es a sus ojos solo una potencia regional y el matonismo de Vladímir Putin en el fondo una expresión de debilidad. Por ello, en las reuniones ayer en Ginebra con representantes rusos, ucranianos y europeos, John Kerry dejó claro que el método elegido para contener a Rusia son las sanciones económicas, que han dado buen resultado ante el régimen de Teherán, combinadas con el apoyo al gobierno de Kiev, impotente por ahora para mantener el orden ante las provocaciones de las milicias prorrusas en el Este y el Sur de su país.
Washington también ha decidido ampliar la presencia militar en el Este europeo, como gesto hacia Polonia y los países bálticos, que no dejan de pensar que Riga es la otra base naval considerada estratégica por Moscú. Además de orquestar la violencia de las milicias pro rusas en Ucrania, Putin invoca ahora algo parecido al derecho a la injerencia humanitaria, una doctrina que ha rechazado en otras ocasiones.
Al exoficial del KGB le sigue moviendo el único interés de garantizar la seguridad de su país a través de una vecindad que no goce de la prosperidad y la libertad de Occidente. Tras anexión de Crimea hace un mes, tantea la posibilidad de ganar una guerra civil en Ucrania o de forzar, a través de esta amenaza, una descentralización de Ucrania, que permita a varias regiones convertirse en sombríos protectorados rusos.