DOS ICONOS EN SAN PEDRO
Hace poco, Javier Gomá comentaba en una entrevista cómo el Papa Francisco desafía la manera que tradicionalmente ha tenido la Iglesia Católica de renovarse. El carisma de los grandes reformadores cristianos suele chocar con la institución eclesial, más conservadora, que en un primer momento rechaza o se protege frente a la novedad que representa, aunque al final casi siempre asimila su mensaje y lo institucionaliza. En este caso, la renovación carismática, en vez de chochar con la institución, se sitúa en su cabeza. La reunión ayer del Papa Francisco con el hombre más poderoso del mundo, el presidente Obama, fue el encuentro de dos iconos, ambos con más talento táctico y astucia política del que se les suele reconocer, por mucho que en su segundo mandato el norteamericano haya perdido fuelle. Cuando se reactiva el factor de riesgo ruso reaparece en Europa la sombra tutelar de Washington. Obama ha dejado claro esta semana en su visita a La Haya y a Bruselas que el nacionalismo de Putin afecta directamente a los valores occidentales y, sin aumentar por ahora las sanciones tomadas, ha animado a los europeos a hacer frente al matonismo de Moscú con una política energética más inteligente y mayor gasto en defensa. Después de este tour, en el que ha vuelto a tender puentes sobre el Atlántico, ha volado a Roma. Obama siente una verdadera curiosidad por Francisco, pero la visita no es del todo desinteresada. Al fondo están los hispanos, la raza que decidirá el siguiente presidente americano. Desde la primera guerra mundial, el añejo Papado no deja de arrojar al tablero internacional figuras de gran proyección internacional.
En la preparación del encuentro, ambas diplomacias se han esforzado por subrayar el terreno común en cuestiones de justicia social (lucha contra la pobreza y la desigualdad económica, reformas en inmigración y protección de derechos fundamentales de los inmigrantes) y en el ámbito de la política internacional y las amenazas a la paz (Ucrania, Oriente Medio). En las otras muchas otras cuestiones en las que la Administración Obama tiene posturas discordantes con la Iglesia Católica, el Secretario de Estado Parolin ha sido el encargado de transmitir los mensajes oportunos. El Papa argentino no habla bien inglés, a diferencia de sus predecesores, y los dos americanos, a cada extremo del continente, se han entendido a través de un traductor, testigo excepcional de una conversación entre visionarios.