ITALIA, A REFORMA POR MES
Ni Mario Monti ni Enrico Letta han sido capaces de tomar suficientes medidas para evitar que la deuda del 133% acerque a Italia, paso a paso, al precipicio de una intervención europea en toda regla. El gatopardismo volvía a gobernar desde Roma. El nuevo jefe de gobierno, Matteo Renzi, va con prisa, vendiendo reformas al país. Ha prometido una al mes.
El paso firme del antiguo alcalde de Florencia por las dos Cámaras ha sido tan fulminante como desenfadado. El 1 de julio Italia ocupará la presidencia del Consejo de la UE y el audaz primer ministro quiere que no queden dudas entre los mandarines de Bruselas que lo miran con la ceja en alto: prefieren a tecnócratas experimentados y con conexiones internacionales al frente del gobierno italiano.
A la reforma de la burocracia administrativa y el bajo nivel de la educación de la administración pública, Renzi podría añadir la de las regiones, la justicia y también atreverse a sacar a la luz la verdadera situación de algunos bancos. Con un estilo directo e invocaciones kennedianas, el nuevo jefe de gobierno representa la fuerza de la democracia local y la pujanza, aún hoy, de las ciudades estado. Parece haber aprendido de Silvio Berlusconi, su verdadero aliado, a presentarse como renovador desde fuera de la política. Estos dos dirigentes, tan distintos entre sí, cultivan la imagen de antisistema mejor que nadie. El joven florentino hubiera preferido llegar al poder a través de unas elecciones, pero la ley electoral ha sido declarada inconstitucional y debe ser reformada -con la ayuda de Il Cavaliere- antes de poder convocar nuevos comicios. En los cálculos de Renzi no estaba dejar caer a Letta, hasta que se dio cuenta de que la inacción del gobierno que sostenía su partido le afectaba muy negativamente. Ahora instalado en el Palacio Chigi, recibe consejos de Romano Prodi sobre la necesidad de trabajar con Madrid y París para completar el rediseño del euro con más aportaciones desde el Sur.