TRES ESCENAS EUROPEÍSTAS
El año comienza con tres escenas europeistas: el ingreso de Letonia en el euro, la continuación de las manifestaciones pro-europeas en Ucrania y el inicio de la presidencia semestral griega. Ninguna de ellas tiene suficiente fuerza para aventurar que la integración ha entrado de nuevo en senda ascendente. El resideño del euro tardará aún en completarse y los pla nes de Angela Merkel serán capitales para calibrar hasta qué punto la canciller está dispuesta a reforzar las instituciones de Bruselas y de mejorar el espacio público europeo -lo que en el argot se llama Unión Política-.
Pero celebremos por unos momentos las tres buenas noticias que nos llegan. Los letones entienden la moneda común en términos geopolíticos, más como una garantía de seguridad frente al vecino ruso que como una ventaja competitiva. Pero el dato de que un miembro de la Unión quiera dar el paso de formar parte del euro es positivo, cuando apenas han pasado dieciocho meses desde las dudas generalizadas sobre su viabilidad. El caso de Ucrania ilustra la fuerza normativa de la integración europea, al menos para los que la ven desde su periferia y leen en ella democracia, seguridad jurídica, lucha contra la corrupción y libertades individuales. La negociación burocrática por la Comisión de un acuerdo de libre comercio con Ucrania ha conseguido, sin pretenderlo, movilizar al menos a la mitad de la población y unir a la oposición frente a un presidente aspirante a oligarca, que puede ser desplazado por los votos.
Finalmente, puede sorprender que citemos como buena noticia la presidencia griega del Consejo, a la que se accede por rotación de países. Sin embargo, la grandeza del sistema europeo se basa en evitar que se creen de forma permanente grupos de países ganadores y perdedores. El gobierno de Atenas ha hecho esfuerzos muy meritorios por reformar una economía quebrada. Su presidencia en el primer semestre de 2014 tiene un simbolismo especial, al reconocer la diversidad política y cultural de nuestra Europa.