EUROPEAS DE ALTO RIESGO
Por primera vez, el Frente Nacional encabeza las encuestas en Francia para las elecciones europeas. El sorpasso estaba cantado, al retirarse Nicolas Sarkozy de la escena política. El presidente que menos encarnaba la seriedad y el peso de la historia, exigibles a cualquier heredero de Charles De Gaulle, tenía en cambio cintura y olfato para aventar los miedos y esperanzas de millones de ciudadanos de a pie. Los socialistas del débil François Hollande ven con desesperación cómo muchos de sus votantes se pasan a las filas de la heredera del trono lepenista, hasta en las comarcas mineras. Las mayores preocupaciones de los nuevos partidarios del Frente Nacional, aparte de la fragilidad del empleo, son la integración social de los inmigrantes y el orden público, y encuentran amparo en una extrema derecha dispuesta a todo.
Manuel Valls, el ministro del Interior de origen español, juega a fondo la carta populista al amenazar con la expulsión de los gitanos, pero su ascenso personal en los sondeos no corrige la decadencia del voto socialista. El problema no es solo francés, amenaza a toda la Unión. En el Reino Unido, Alemania y en otros Estados miembros, partidos igual de xenófobos y ultranacionalistas no dejan de crecer. No sirve quitarle hierro al asunto y alegar que los comicios europeos son distintos. Ya no deberían ser tomados como un desahogo contra los gobiernos para ciudadanos agobiados, sin consecuencias. Estas son las peores elecciones europeas para descentrar la Cámara europea. El actual Parlamento ostenta un verdadero poder legislativo, reforzado y extendido por el Trata do de Lisboa a gran parte de las áreas en las que actúa la Unión. El riesgo de un parlamento bloqueado por voces antieuropeas y populistas es alto, cuando todavía la legislación para conseguir un verdadero rediseño de la moneda común no se ha completado. Con una cámara descompuesta, Bruselas se arrojará en brazos de una Santa Alianza de las naciones que quieran compartir un euro fuerte.