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Al maestro Eduardo García de Enterría, de un alumno privilegiado; por José Antonio Martín Pallín, magistrado emérito del Tribunal Supremo

20/09/2013
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El profesor García de Enterría ha contribuido a que las facultades de derecho hayan pasado a englobarse en la rama de las humanidades.

AL MAESTRO EDUARDO GARCÍA DE ENTERRÍA, DE UN ALUMNO PRIVILEGIADO

Mi primer contacto con Eduardo García de Enterría se produjo en el año 1956 en la Universidad de Valladolid. Estudiaba Derecho Administrativo. El profesor encargado de impartir la asignatura, Antonio Martín Descalzo, nos anunció que al día siguiente el nuevo catedrático, Eduardo García de Enterría, daría su primera clase. Coincidió en su llegada a la universidad vallisoletana con el profesor Enrique Fuentes Quintana. Tuve el privilegio de recibir su primera lección en la universidad española. Confieso que no era yo un alumno apasionado por el mundo de las leyes ni que dedicase intensamente mi tiempo a empollar los textos que servían de base para los exámenes. El profesor García de Enterría comenzó su exposición con voz pausada e inmediatamente me di cuenta de que lo que estaba escuchando era algo distinto de las, a veces, mecánicas y rutinarias explicaciones de los manuales y programas al uso.

El maestro García de Enterría nos habló del derecho como instrumento de control y de concordia. Comencé a darme cuenta de que, en el futuro, mi profesión podría ser útil para conseguir amortiguar los excesos totalitarios de la época y para hacer frente a lo que, años más tarde, en un cuaderno maravilloso, tituló como la lucha contra las inmunidades del poder.

La vida nos llevó por distintos derroteros. Mi primer destino como miembro de la carrera fiscal fue Santa Cruz de Tenerife, donde coincidí con un discípulo de Eduardo, Alejandro Nieto, que me proporcionó numerosas referencias del que incuestionablemente consideraba como su maestro. Cuando pasé a ejercer mi profesión de fiscal en la fiscalía de la Audiencia Provincial de Madrid tuve la oportunidad de reanudar el contacto esporádico con el maestro ya, en esos momentos, figura indiscutible e indiscutida de la ciencia jurídica española y mundial.

Por mis conexiones vallisoletanas con Alejandro Nieto y con Tomás Ramón Fernández tuve ocasión de rememorar mi primera e inolvidable clase en la universidad. Más adelante contacté con otros muchos discípulos suyos, todos ellos figuras del Derecho Administrativo. Curiosamente casi siempre terminábamos hablando de la pasión de Eduardo por el senderismo y su amor a las montañas. Sus discípulos le acompañaban en sus correrías. Quizá alguno al regresar de la marcha tuvo que aliviar sus pies en agua con sal.

Desde entonces, cuando nos veíamos o coincidíamos en público, siempre tuvimos una comunicación cercana y afectuosa. Era fácil sentir la calidez y la sinceridad de sus comentarios.

Hay maestros del derecho que pasarán a la historia por sus monumentales tratados y numerosas obras académicas. Eduardo, por supuesto, los escribió. Sin embargo yo, como persona que siente y comprende el derecho como un freno frente a los abusos del poder, me quedo con sus maravillosos cuadernos de la editorial Cívitas, que él fundó.

Destacaría tres apasionantes fascículos que compendian, en mi opinión, toda la dimensión jurídica y humana del profesor García de Enterría. Se titulan: La lucha contra las inmunidades del poder, Justicia y seguridad jurídica en un mundo de leyes desbocadas y El derecho, la ley y el juez. Son esos libros que tienes a mano en tu mesa de trabajo para manejarlos en cualquier momento, sin necesidad de levantarse del sillón. En ellos está todo dicho y escrito en un lenguaje maravilloso y deslumbrante que le llevó, con toda justicia, a ser miembro de la Real Academia Española. Recomiendo su lectura a cualquiera que tenga y sienta apego por la democracia y la justicia. No es necesario ser perito en derecho.

El profesor García de Enterría ha contribuido a que las facultades de derecho hayan pasado a englobarse en la rama de las humanidades. Muchas gracias, maestro, por tus primeras y continuadas lecciones.

El País 20.09.13

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