PRESIDENTE A ESCENA
Día a día Portugal se acerca a una situación límite. El programa europeo de rescate no funciona y la recesión persiste. El gobierno ha entrado en crisis. Muchos temen que si hay elecciones anticipadas se pospongan las reformas hasta final de año y nadie tiene la seguridad de cuáles deben ser estas. Conviene mirar siempre más a Lisboa de lo que acostumbramos a hacer. El guirigay político empezó a principios de julio, cuando el impopular ministro de Hacienda, Vitor Gaspar, anunció su salida. A continuación, Paulo Portas, líder del PP, el socio menor de la coalición de gobierno, dimitió de su puesto en Exteriores como protesta ante la negativa del primer ministro a aprovechar la baja para empezar a hacer verdaderos recortes. Passos Coelho rechazó la renuncia de Portas y le propuso pasar a ser el número dos del ejecutivo, o incluso algo más, al aceptar que controlase la relación con la troika de forma exclusiva.
En estas, bajó a escena y ruidosamente el presidente Cavaco Silva, quien se negó a refrendar los nuevos nombramientos de Passos. La explicación más sencilla es que Portas fue el director de la publicación que hizo caer su gobierno en los años noventa.
El altivo Cavaco, desde su atalaya de jefe de Estado, pidió a los tres grandes partidos, socialistas incluidos, que negociasen una solución de salvación nacional antes del próximo domingo, con la amenaza implícita de imponer si no un gobierno de iniciativa presidencial tipo Monti. Pero el nuevo líder socialista, inexperto admirador de Hollande, hace ascos a entrar en una coalición, aunque en unas elecciones anticipadas lo más probable es que no alcanzase una mayoría suficiente. Passos insiste en incluir a los socialistas en un nuevo ejecutivo y, mientras tanto, los invita a las negociaciones con la troika, para co-responsabilizarlos. Portugal debería ser la siguiente Irlanda, con un pie ya fuera de la crisis, pero corre el riesgo de deslizarse hacia la peor Grecia.