CHIPRE, AL FONDO DEL MAR
Como en el caso de Grecia, con el que se guarda alguna semejanza, el rescate en marcha de este pequeño territorio europeo no sería noticia si no fuera por la resistencia que encabezan Alemania y otros países acreedores de la eurozona. No pocas voces en sus parlamentos reclaman que se deje caer a Chipre y luego se le borre del mapa de la moneda única. Son las mismas que cuestionan la ayuda europea a los bancos españoles y se escandalizan por la tibia reacción oficial frente a los casos de corrupción de partidos políticos y administraciones públicas.
Sobre todo, ante el hundimiento chipriota los ahorradores del norte de Europa no quieren que con su dinero se garanticen los gigantescos depósitos de los adinerados rusos, que aprovechan las ventajas financieras de la isla y de paso su sol en invierno. Los críticos de este minirrescate recuerdan, ahí sí con toda razón, que la isla nunca debió ser admitida en la Unión sin haber resuelto antes su división en dos mitades.
Pero hoy la ayuda europea se ha hecho inevitable. Tanto el Gobierno chipriota como sus bancos están endeudados hasta las cejas y en deuda pública griega que han comprado a manos llenas. El toque surrealista lo pone la elección hace unos meses de un nuevo gobernador del banco central chipriota con el nombre de Panicos.
El Banco Central Europeo no quiere experimentos, ni siquiera pequeños, que puedan resquebrajar la frágil confianza en la eurozona. Así que Mario Draghi por ahora ha convencido a los gobiernos europeos para hacer una reestructuración de la deuda chipriota siguiendo el precedente griego, aunque sin perjudicar a los particulares con depósitos en el país, para frenar fugas masivas de capital. Rusia, al fondo del pequeño drama, prestará ayuda financiera a esta operación; no en vano lleva ayudando a su isla favorita en el Mediterráneo desde 2011. Con eso se cuenta.