La sentencia reconoce que el trabajador inhaló y absorbió diferentes tipos de aceites y lubricantes, durante cuatro años, que le han dejado secuelas en forma de síndrome de fatiga crónica, hipersensibilidad química y ambiental múltiple, fibromialgia, un trastorno ansioso depresivo y una rinitis y urticaria crónicas.
La sentencia apunta que el uso de guantes, otra de las medidas de prevención de riesgos laborales, no fue suficiente, ya que el uso diario provocaba que éstos se humedecieran de aceites y acabaran rotos, permitiendo que las sustancias tóxicas llegaran a contactar con sus manos.