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Insoportable paradoja; por Enrique López, Magistrado

27/04/2010
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El día 26 de abril de 2010, se publicó en el diario La Razón, un artículo de Enrique López, en el cual el autor opina que la Justicia es un valor infinito sin confines que tiene que alcanzar a todos y a todo, pero su administración es limitada por los recursos, y eso hace que debamos establecer prioridades. Trascribimos íntegramente dicho artículo.

INSOPORTABLE PARADOJA

Un sistema democrático que nos lleva a entender la ley como algo determinante es imperioso, lo cual parecería sostener que la ley lo es todo en sí misma, y como consecuencia de ello lo agota todo. Nada más lejos de la realidad. De hecho, los demócratas creemos en el imperio de la ley y en el Estado de Derecho como algo infranqueable, pero que en modo alguno puede limitar la racionalización de la moral y la influencia que una moral colectiva asumida de forma mayoritaria pueda tener. Es curioso cómo algunos entienden la ley exenta de valor moral o no susceptible de asumir ninguna referencia moral, y en otros casos, la arrumban sobre la base de la oportunidad, sentimientos o emociones. Llama la atención oír comentarios de personajes que en un discurso de ida y vuelta ridiculizan los valores religiosos de una creencia mayoritaria en su país, y se colocan al lado de la defensa del uso de una prenda impuesta a la mujer por ser mujer, confundiéndola con un símbolo religioso. Este profundo relativismo que hace que algunos reclamen justicia para las víctimas de sucesos ocurridos hace más de ochenta años, y a la vez reclamen equidistancia con las víctimas de un fenómeno terrorista que nos sigue sacudiendo en la actualidad. Es curioso cómo se utiliza el concepto de víctima con tanta ligereza y pasión política que hace que acabe totalmente desdibujado. Si analizamos la hemeroteca y recordamos manifestaciones públicas insertas en el vergonzante proceso político de paz en el que se vio España envuelta hace no más de tres años, y las comparamos con manifestaciones actuales, un ser objetivo y racional no puede llegar más que a la perplejidad marcada por una macabra paradoja. La Justicia es un valor infinito sin confines que tiene que alcanzar a todos y a todo, pero su administración es limitada por los recursos, y eso hace que debamos establecer prioridades. Las víctimas necesitan dignidad, justicia y memoria, y se lo merecen; lo primero que hay que atender es a las víctimas actuales y darles satisfacción, son lo mejor de nuestra sociedad; por ejemplo frente a la barbarie de ETA siempre han respondido con una confianza ciega en el Estado de Derecho y lo único que han pedido, es algo tan sencillo como que los criminales paguen por sus delitos y cumplan las penas establecidas por la ley. En este caso tenemos víctimas y criminales, y cualquier proceso de equistancia es absolutamente abominable; que nadie vuelva a pedir altura de miras que supere a la acción de la justicia; lo tremendo es que algunos de los que justificaban este proceso, ahora y en nombre de la justicia también, reclaman procesos judiciales para reparar a víctimas de sucesos acaecidos hace muchos años. Todas las víctimas son iguales y requieren el mismo trato, pero las que reclaman actuaciones urgentes son las víctimas actuales y en su nombre no se debe nunca esgrimir procesos políticos de superación de conflictos, cuando lo único importante es acabar con la acción criminal. No se trata de comparar, se trata de administrar justicia y los procesos penales reclaman autores a los que se les pueda hacer recaer la acción de la misma. Los procesos de reparación histórica, la determinación de sus consecuencias, incluso la identificación de víctimas, son acciones deseables, pero que no requieren acciones penales, requieren acciones políticas y sociales, no las mezclemos. Cuando hay criminales, es imperioso y necesario el proceso penal y que nadie lo ponga en duda nunca más, ni nos meta en procesos políticos de franca ilegalidad y equidistancia abominable; cuando los criminales han fallecido las víctimas siguen existiendo, pero el proceso penal ya no es el instrumento, y no porque sea inoportuno, sino porque es imposible; en este caso los procesos de reparación se instrumentalizan de otra forma, pero no reclamando administración de justicia, lo cual no impide reclamar justicia. La justicia se ejerce fuera del proceso también y en concreto fuera del proceso penal. Decía Sir Francis Bacon que los cocodrilos vierten lágrimas cuando devoran a sus víctimas, no existe equidistancia entre víctimas y agresores; la víctima no elige su papel, es la obligada protagonista en cualquier acto de violencia, y por ello no se puede estar con las víctimas y a la vez con los agresores y sus estrategias, pero cuando éstos han desparecido, la mejor forma de hacer justicia a las víctimas, es evitar que haya más víctimas y más procesos de reparación. Uno mira a Francia, la cual superó un proceso de invasión por un país extranjero en el cual muchos compatriotas colaboraron con el régimen nazi acabando con la vida y libertad de los suyos, o Italia donde vivieron un régimen fascista que los llevó a combatir al lado del régimen nazi, y tras analizar estos procesos históricos surge la pregunta, ¿por qué somos tan diferentes? ¿Será que a alguien le interesan el caos y la división?

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