INJUSTO ESPERPENTO
Superando esperpénticos espectáculos como el vivido recientemente en una sede de la Universidad Complutense, lo que cabe analizar es quién está moviendo los hilos de toda esta cuestión y para qué. Vaya por delante aunque ya está muy valorado lo ocurrido en aquel acto, lo que allí se manifestó, además de merecer el mayor de los desprecios democráticos, no merece el más mínimo esfuerzo analítico. Pero al margen de la polémica relacionada con la Justicia, que no es poco, lo que subyace en este tipo de maniobras es un nuevo intento de descalificar nuestro proceso de transición política, es un intento de resucitar enterrados sentimientos por la mayor parte de la población española. En este proceso se mezclan personajes de sainete con nuevos frívolos que aborrecen el estudio de la historia. A veces parece que en nuestro país se han juntado unos cuantos inventores de la democracia que tienen derecho de patente sobre la misma, de tal modo que sólo aquellos que piensan como ellos son demócratas y los demás son franquistas. Se convierten en dueños del sistema descalificando a todo aquello y a todos aquellos que no piensan como ellos, no dándose cuenta de que precisamente con esta actitud se convierten en unos auténticos totalitarios. El problema es que se han quedado sin enemigo, sin adversarios, siguen buscando franquistas por doquier y al no encontrarlos los inventan. Son como una especie de noqueados boxeadores sin rival lanzando golpes al aire. Pero quizá lo más grave es la perversa utilización de las víctimas, haciéndoles creer en falsos e imposibles procesos jurídicos. No se dan cuenta de que tras una dictadura, toda la sociedad ha sido víctima de la misma, unos directamente y otros indirectamente. Una dictadura como la nuestra tiene una factura no sólo con las familias de los asesinados y desaparecidos, donde nos encontramos muchos que no hacemos ostentación alguna, tiene un debe con muchas personas que se vieron obligados a hacer lo que no querían y que no podían hacer lo que deseaban, pero la inmensa mayoría supo mirar hacia delante, superar el pasado y construir un futuro en paz y desarrollo, que algunos parecen no asumir. Éstos guardan un trauma insuperable que consiste en que no supieron ni quisieron luchar contra un régimen totalitario, y para lavar su conciencia tratan ahora de reanimar la contienda y el enfrentamiento para hacer aquello que no se atrevieron a hacer en su momento. Quizá no se dan cuenta de que con estos estériles intentos no consiguen nada que ya no se haya hecho. Es paradójico cómo alguno de estos personajes se esfuerza en luchar contra fantasmas y sombras, y justifica y explica una situación política como la que se vive en Cuba; no cabe mayor desfachatez. Parece que sólo se puede luchar contra los totalitarios cuando ya no existen y no cuando están causando el mal. Tratan de deslegitimar nuestro proceso de transición, modélico en el mundo. En nuestra transición la mayoría de españoles, inspirados por una extrema generosidad, miraron hacia delante y juntos caminaron hacia el momento más próspero de nuestra reciente historia. Se desarrolló un modelo de transformación política, sin rupturas, pero con una profunda reforma legal, de ley a ley. En esto estamos la mayoría, salvo este grupo de nostálgicos que tratan ahora de curar su cobardía creyéndose los dueños de nuestra democracia, haciendo lo peor que se puede hacer, restar legitimad al adversario. Pero lo que es mas grave es engañar a las víctimas, hacerles creer en la existencia de falsos procesos, de soluciones penales imposibles; en España hace ya mucho tiempo que se han inciado los procesos reparadores, que no tienen que ir unidos a procesos penales, sino a claros y sinceros esfuerzos de reparación, los cuales no pueden ir unidos a la búsqueda de responsables penales ya fallecidos. Esta utilización de las víctimas es, además de profundamente injusta con las mismas, un engaño infame que al final se volverá en contra de los que las utilizan. En un sistema democrático la esencia es el respeto a las reglas preestablecidas, porque cuando se acude a visiones personales de la justicia, surgen los enfrentamientos, de tal suerte que cuestionar las reglas que nos hemos dado todo, es negar nuestro sistema democrático. En España se opina mucho, se informa poco y a veces no se piensa nada; conviene conocer nuestra historia desde posturas más o menos objetivas y no tensionar más nuestro sistema democrático, tratando de restar legitimidad a aquellos que no piensan como otros, porque esta situación suele llevar los sistemas democráticos a derroteros ajenos a su esencia, y eso en nuestro país ya sabemos en qué degeneró, eso sí, hace ya ochenta años. Sería mejor centrar nuestros esfuerzos en ayudar a que, por ejemplo, regímenes como el cubano encuentren cuanto antes una senda democrática. Nadie es dueño del pasado y mucho menos del futuro.
