Diario del Derecho. Edición de 29/04/2025
  • Diario del Derecho en formato RSS
  • ISSN 2254-1438
  • EDICIÓN DE 04/04/2025
 
 

Santiago Muñoz Machado: “La democracia es un sistema de gobierno débil, requiere atención”

04/04/2025
Compartir: 

Santiago Muñoz Machado, director de la RAE y catedrático de Derecho, es entrevistado por Inés Martín Rodrigo para el suplemento literario Abril, del grupo Prensa Ibérica, con ocasión de la publicación de su libro “De la democracia en Hispanoamérica”(Taurus, 1.008 páginas).

03.04.25

Hace unos días, Santiago Muñoz Machado (Pozoblanco, Córdoba, 1949), catedrático de Derecho Administrativo, abogado, escritor, historiador y director de la Real Academia Española (RAE) desde 2018, recibió la llamada de un reconocido escritor español, también académico, para contarle lo mucho que había disfrutado leyendo su último libro. “Me lo he pasado muy bien”, le dijo. Una descripción bien precisa, y acertada, de la experiencia que vive quien se acerca a las más de mil páginas de De la democracia en Hispanoamérica, un monumental ensayo que recorre los dos últimos siglos en el subcontinente para intentar entender por qué la democracia liberal que se asentó en Europa y EEUU tuvo más dificultades en los países latinoamericanos. En la obra, que comienza con el proceso que llevó a la Constitución de Cádiz de 1812, Muñoz Machado retrata, de forma magistral, literaria e histórica, a personajes fascinantes y narra episodios gloriosos y tiempos más oscuros que deterioraron la libertad, “uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”, en palabras cervantinas.

— De la democracia en Hispanoamérica recorre los hitos de los dos últimos siglos en el subcontinente, y trata de comprender los desafíos democráticos actuales. ¿Cuáles son esos desafíos, los más importantes, acuciantes, en este momento?

— En el caso de Hispanoamérica, el problema es la puesta en marcha de nuevos sistemas democráticos que se desvían de las democracias tradicionales y quieren establecer instituciones y herramientas con una mayor participación directa del pueblo, una cierta marginación de los partidos políticos, la creación de equilibrios que no existían en las democracias representativas... Es un reto a las democracias liberales, en el sentido de cambiarlas de un modo importante. La realidad no está facilitando una mayor participación del pueblo ni un mayor gobierno del pueblo, sino, por el contrario, ha facilitado gobiernos mucho más autoritarios, mucha menos alternancia, mucho menos respeto al contrario, una reducción de la libertad de comunicación, de expresión... Es decir, menos democracia.

— ¿Y de dónde surge este libro?

— Mi proceso de reflexión ha sido de preocupación por la democracia. La democracia requiere mucho cuidado, mucha atención, porque es un sistema de gobierno que es débil y se quebranta y debilita con facilidad, es fácil que pierda vigencia. Esa preocupación me ha llevado a pensar qué ocurre en Hispanoamérica para que hayan sido tan frecuente los paréntesis no democráticos en los últimos siglos. De ahí el libro.

— Pone el foco en el fenómeno del “nuevo constitucionalismo latinoamericano”, consolidado en Venezuela en 1999, en Ecuador en 2008 y en Bolivia en 2009, donde se aprobaron nuevas constituciones. ¿Qué ha sucedido desde entonces para que estemos donde estamos?

— Pues ha sucedido que los presidentes de esas repúblicas, que han ocupado el poder siguiendo vías democráticas, no se han prestado luego a la alternancia o han tratado de cambiarla. Entre los gobernantes de esas naciones, los ha habido que han perdido las elecciones y se han marchado, y otros que han perdido las elecciones se han quedado. Entre los que se han quedado, hay algunos que han tratado de liquidar al contrario, de no facilitar el debate político, de mermar la capacidad de los medios de comunicación, etcétera. Esto es lo más peligroso de lo que está ocurriendo en aquellos países.

— De hecho, en este punto es esencial el debate de la reelegibilidad. El salto de la democracia al autoritarismo no es tan grande. La gente puede votar a quien quiera, pero la clave es poder corregirlo, si fuera necesario, en las siguientes elecciones, aunque para ello han de celebrarse con garantías, claro.

— Eso es lo que yo pienso exactamente, reproduciría en la contestación la pregunta que haces. Uno se puede equivocar al elegir y puede elegir a una persona que no sea capaz, autoritaria... Lo importante es poder corregirlo. Cuando me preguntan qué me parece cualquier presidente autoritario o populista, bueno, el pueblo lo eligió, el pueblo podrá valorarlo y el pueblo deberá poder cambiarlo en las siguientes elecciones. Si esto es así, la democracia funciona. Si no es así, si no hay alternancia ni posibilidad de debatir sobre los problemas públicos, la democracia queda demolida. Esto ocurre en algunos países y es lamentable, no tiene fácil solución.

— ¿Hasta qué punto las peculiaridades históricas y culturales de Hispanoamérica han moldeado su relación con la democracia liberal?

— Había una vieja afirmación de Montesquieu que decía que los gobiernos tienen que adaptarse a los climas y a las condiciones geográficas. De aquí se ha deducido que la democracia sea algo muy europeo y no valga para América. Bolívar creía que los criterios democráticos europeos no tenían cabida exacta en América y había que crear formas de gobierno semejantes, apropiadas para América. Yo no creo nada de eso. García Márquez, en su discurso de recepción del Nobel, dijo: Déjennos pasar nuestra propia Edad Media, no tengan prisa, ya llegaremos, no quieran equipararnos inmediatamente a los europeos. Vargas Llosa, por el contrario, afirmó siempre que no tenía que haber ninguna diferencia con Europa y que era exigible la democracia a la europea, con esos principios, sin modelarla. Yo creo de esta última manera. No se pueden escudar esos gobiernos en ser distintos, en tener una idiosincrasia diferente, hace falta que se ajusten a las reglas del juego.

— ¿Cómo valora que estas nuevas constituciones, bajo el pretexto, por ejemplo, de garantizar una mayor inclusión política de las minorías y las comunidades originarias, hayan acabado amparando nuevas formas de autoritarismo?

— Desde el punto de vista institucional, lo lamento. La presencia de nuestra cultura común en todas esas naciones se ha sentido en algunas ocasiones un poco debilitada. Por ejemplo, tenemos que lamentar que en Nicaragua la Academia de la Lengua Nicaragüense ha sido prácticamente suprimida por un procedimiento bastante singular que es privarla de personalidad jurídica. Este mismo método puede que se extienda a otras naciones autoritarias de allí. Por tanto, eso implica nada menos que la prohibición de que esas comunidades puedan participar en la formación, en el mantenimiento de la universalidad en nuestro lenguaje y en sus variantes. En la medida en que las academias locales no puedan participar, estamos agrediendo a la cultura común.

— ¿Qué opinión le merece el actual debate revisionista sobre la colonización, tiene algún sentido histórico, algún fundamento racional?

— Todas las colonizaciones han sido en alguna medida brutales. Es una invasión de un territorio ajeno por parte de unos señores que llevan una cultura distinta que tratan de imponer. Y esto se ha hecho casi siempre con violencia y a costa de las culturas locales. De modo que algunos antropólogos han defendido que lo que han hecho las colonizaciones son grandes etnocidios. Algo hay de desaparición de la cultura local a manos de la cultura supuestamente más desarrollada. Pero la española no ha sido la más violenta de las colonizaciones. Ha sido una colonización que ha llevado una cultura renacentista a América y que ha procurado una mezcolanza de razas que tiene su interés y es prácticamente única por la intensidad con la que se ha producido. Hay otras colonizaciones que han preferido la extinción, la matanza masiva de todo lo que se han encontrado por allí, de modo que ahora pueden presumir las naciones correspondientes de tener razas puras. ¿Se puede revisar esto? Pues claro que se puede revisar, se puede replantear si estuvo bien o mal. Pero revisar planteamientos del siglo XVI con mentalidad actual es un poco absurdo, no se llega a conclusiones importantes.

— En el libro relata episodios gloriosos y tiempos oscuros que erosionaron la libertad. Es ese término, libertad, en el que quería que nos detuviéramos ahora, en esa palabra tan manoseada a veces. ¿A usted qué sentimientos le provoca?

— Cuando me preguntan por mi palabra favorita, nunca empleo la palabra libertad, empleo antes la palabra tolerancia. En la Europa posrenacentista empezaron a aparecer las libertades a partir de la consagración de la tolerancia. La libertad está en la base de todo, es el valor que transformó al súbdito en ciudadano y a partir de ahí eso ha hecho crecer todos los derechos que las constituciones consagran. Desde esa perspectiva, hay que mirar siempre los sistemas políticos, en qué medida son capaces de garantizar la libertad como concepto que reúne todos los demás derechos.

— Tomando como referencia la democracia, ¿América y Europa son muy distintas o no tanto? Porque los últimos acontecimientos demuestran que, si no está ya en crisis, la democracia va camino de estarlo en casi toda Europa.

— No estamos en situación de presumir mucho en relación con las peores situaciones de Hispanoamérica, porque da la impresión de que existe un desfallecimiento general de algunas instituciones democráticas. La separación de poderes está debilitada porque los partidos políticos, cuando gobiernan, gobiernan sobre el Ejecutivo y sobre el Legislativo y aspiran a condicionar el judicial. No siempre existe una libertad de expresión suficiente como para que los medios de comunicación se pronuncien libremente en la formación de la opinión pública. Hay instituciones que son ocupadas por los partidos políticos y, por tanto, impiden su funcionamiento adecuado. Hay una tendencia a la petrificación de las situaciones políticas. Por ejemplo, en España existe terror a la modificación de la Constitución.

— Para terminar, me gustaría preguntarle acerca de la retirada del español de la página web de la Casa Blanca, una de las primeras medidas adoptadas por Donald Trump.

— No creo que el futuro del español se pueda cifrar por las declaraciones del señor Trump, un individuo que no tiene ningún amor a la cultura. Nada se puede hacer frente a un señor que ha adquirido el poder inmenso que los ciudadanos norteamericanos le han dado. Esperemos que no haga demasiado daño ni a la cultura ni a la civilización y que mantenga las bases para la estabilidad del mundo. Y clamar a Europa por que conteste en buenos términos, que se levante contra lo que está haciendo este señor y contra la prepotencia con la que actúa. Porque Europa es muy superior a EEUU en materia cultural y tiene detrás una historia imponente que debe hacer valer. Y, de paso, tratar de que no la menosprecien en los términos que este hombre lo está haciendo. Lo digo en relación con la cultura, pero también con todo lo demás.

Comentarios

Escribir un comentario

Para poder opinar es necesario el registro. Si ya es usuario registrado, escriba su nombre de usuario y contraseña:

 

Si desea registrase en www.iustel.com y poder escribir un comentario, puede hacerlo a través el siguiente enlace: Registrarme en www.iustel.com.

  • Iustel no es responsable de los comentarios escritos por los usuarios.
  • No está permitido verter comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • Reservado el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.

Revista El Cronista:

Revista El Cronista del Estado Social y Democrático de Derecho

Lo más leído:

Secciones:

Boletines Oficiales:

 

© PORTALDERECHO 2001-2025

Icono de conformidad con el Nivel Doble-A, de las Directrices de Accesibilidad para el Contenido Web 1.0 del W3C-WAI: abre una nueva ventana