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Putin y los crímenes contra la paz; por Carlos Castresana, fiscal del Tribunal de Cuentas

31/03/2022
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El día 31 de marzo de 2022 se ha publicado en el diario El País, un artículo de Carlos Castresana en el cual el autor opina que se hace necesaria la creación de un tribunal internacional que persiga la agresión militar a Ucrania ordenada por el presidente ruso.

PUTIN Y LOS CRÍMENES CONTRA LA PAZ

Al acceder a su independencia en 1991, Ucrania heredó un Estado corrupto e ineficiente. Su verdadera identidad nacional se forjó en la revolución por la dignidad de 2014, cuando los ucranios se desembarazaron de Víktor Yanukóvich, un satélite de Moscú que había reprimido con saña a los manifestantes del Maidán. Rusia reaccionó entonces apoderándose de Crimea e iniciando el conflicto del Donbás. La invasión comenzada el 24 de febrero supone la culminación de un proceso que tiene como objetivo someter a su control un territorio que los rusos consideran suyo.

Con un aparato de seguridad y justicia obsoleto, controlado en su mayoría por partidarios del régimen anterior, el Gobierno ucranio aceptó la jurisdicción del Tribunal Penal Internacional, dándole competencia mediante dos declaraciones en 2014 y 2015 para perseguir los crímenes internacionales cometidos en su territorio. Además, 41 Estados miembros -España, entre ellos- han presentado recientemente una denuncia ante la Fiscalía, que ya ha anunciado la apertura de una investigación.

No investigará todos los crímenes sin embargo. El tribunal tiene competencia para perseguir crímenes de guerra y contra la humanidad -no se contempla el genocidio, de momento-. Los crímenes de guerra se definen como violaciones graves de los Convenios de Ginebra, construidos sobre el principio de distinción: en la guerra hay objetivos legítimos -los combatientes enemigos- y personas protegidas -población civil, personal sanitario, periodistas, prisioneros-. El ataque deliberado e innecesario contra personas protegidas constituye un crimen de guerra. Si los ataques se cometen en ejecución de un plan o política generalizados o sistemáticos contra la población civil, se consideran crímenes contra la humanidad. Por lo que sabemos, se están cometiendo unos y otros.

El Estatuto de Roma no reconoce inmunidad a nadie, ni siquiera a los jefes de Estado. No es descartable que Vladímir Putin sea procesado, pero es improbable que sea enjuiciado, porque Rusia nunca le entregará y no pueden celebrarse juicios en rebeldía. Sí podríamos asistir al juicio de responsables de los crímenes que sean capturados en Ucrania o en algún Estado parte, que posiblemente lo entregarán al tribunal. Hay otro crimen internacional, el más grave de todos, que paradójicamente no puede ser perseguido, el de agresión: el uso de la fuerza armada por un Estado contra la soberanía, la integridad territorial o la independencia política de otro. La Carta de las Naciones Unidas solo permite el uso de la fuerza cuando lo autorice el Consejo de Seguridad o en caso de legítima defensa, para responder cuando se ha sido atacado. También se reconoce la defensa anticipada ante un ataque inminente que aún no se haya producido. Es lo que conocemos como guerra preventiva: el uso de la fuerza es legítimo en casos de necesidad inmediata e inevitable. La guerra preventiva fue invocada por EE UU en 2003 ante el Consejo de Seguridad para que autorizara la invasión de Irak, asegurando que Sadam Husein disponía de armas de destrucción masiva, añadiendo Reino Unido que tenía misiles que podían alcanzar Londres en 45 minutos. La autorización fue denegada. Fue también el argumento del mariscal

Keitel y el general Jodl en Núremberg para defenderse de la acusación de agresión por invadir Noruega en 1940. Alegaron que el Reino Unido pretendía ocupar el país escandinavo para atacarles desde allí. El tribunal declaró probado que los alemanes desconocían los planes británicos y que su propósito al invadir Noruega no fue defensivo. Fueron condenados a muerte.

El presidente Putin está construyendo su estrategia con argumentos de guerra preventiva, justificando su agresión con las supuestas intenciones genocidas y las armas bacteriológicas que tendría Ucrania. No lo ha acreditado, y por eso el Tribunal Internacional de Justicia acaba de requerir a la Federación Rusa para que suspenda inmediatamente sus operaciones militares. No es la primera vez que Putin hace uso de la fuerza menospreciando los mecanismos políticos y diplomáticos de solución pacífica de los conflictos. Desató la segunda guerra de Chechenia destruyendo Grozni y causando miles de víctimas civiles. Favoreció después la guerra de secesión de las regiones rusas de Georgia. Ha sostenido el régimen genocida de Bachar el Asad en Siria. Y ahora está atacando a Ucrania tras anexionarse Crimea y propiciar el conflicto de Donetsk y Lugansk.

La integración de Ucrania en la OTAN es indiscutiblemente una preocupación legítima de Rusia, pero no justifica el uso de la fuerza. Un Estado no puede sentirse legitimado para atacar militarmente a otro cada vez que tiene con él una controversia, porque de esa manera socava el orden global establecido en la Carta de las Naciones Unidas. La agresión a Ucrania es una agresión contra todos. Es por eso por lo que el jurista Philippe Sands ha propuesto la creación de un tribunal internacional que persiga la agresión a Ucrania. Estoy de acuerdo: la impunidad de los crímenes es una invitación a su repetición. Si la comunidad internacional no responde a esta agresión, ¿cuándo y dónde se cometerá la siguiente?

Comentarios - 1 Escribir comentario

#1

Los crímenes de guerra se definen como violaciones graves de los Convenios de Ginebra, construidos sobre el principio de distinción: en la guerra hay objetivos legítimos -los combatientes enemigos- y personas protegidas -población civil, personal sanitario, periodistas, prisioneros-. El ataque deliberado e innecesario contra personas protegidas constituye un crimen de guerra. Si los ataques se cometen en ejecución de un plan o política generalizados o sistemáticos contra la población civil, se consideran crímenes contra la humanidad. Por lo que sabemos, se están cometiendo unos y otros en el Sahara, pero eso no le importa a nadie.
Es más, el Presidente Sr. Sánchez ¿siguiendo las directrices de los EEUU como hiciera Juan Carlos cuando substituía a Franco como Jefe del Estado fascista y luego tras su muerte?, echa leña al fuego que encendió Juan Carlos.

Él fue el priero que pudo apagarlo convocando el referndum entre los saharauis, conforme a la ONU, en lugar dedejar que lo hiciera Hassan II que se sabía que no tenía el menor interés en darles esa oportunidad.

Todo lo hecho por todos ls Presidentes del Gobienro, Suárez González, Aznar, Zapatero, M.Rajoy, ese ignoto ser, y Sánchez han puesto su granito de arena o su pedrada.

El único libre de polvo y paja es Felie VI: el Rey, ahora, es un cero a la izquierda. Un cero costoso, pero sólo un cero a la izquierda de la coma.

Escrito el 31/03/2022 13:29:13 por Alfonso J. Vázquez Responder Es ofensivo Me gusta (0)

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